20 febrero, 2006

Peregrinus ubique

Desde que hace tres días, el pasado 17 de febrero, citábamos al Pessoa del Libro del desasosiego, a quien Colau Dols ponía en contacto con Zhuangzi y añadíamos luego nosotros los versos coetáneos de Kavafis, casi sin querer hemos estado reflexionando sobre el viaje. En concreto sobre el viaje interior o la imposibilidad de separarse de uno mismo y de lo que a uno le constituye íntimamente, los suyos, su casa, su círculo, por más que se vaya hasta los confines de la tierra. Esta dialéctica espacial (interior – exterior) fue, por otra parte, abundantemente utilizada en la literatura moral y religiosa de los jesuitas, a cuya emblemática vamos a dedicar un CD.

Y luego, ayer, trazamos el recorrido del adagio Longe fugit qui suos fugit (quizá un proverbio de tiempos de Varrón). Las sentencias al respecto se multiplican. En relación con esta última anotemos otra, bastante divulgada, de Publilio Syro: Exilium patitur patriae qui se denegat (es padecer destierro renegar de la propia patria).

Pero hay también tantas otras páginas de la literatura universal que, sin más problemas, aconsejan el viaje o recomiendan la experiencia de la lejanía enriquecedora. Lope de Vega, poco viajero él mismo, hace que Ovidio conteste a sus retóricas preguntas. La valoración positiva del viaje se equilibra, al fin, con la apología del regreso a casa, pues se trata de cerrar un ciclo de perfeccionamiento:

Quien no ha peregrinado, ¿qué ha visto? Quien no ha visto, ¿qué ha alcanzado? Quien no ha alcanzado, ¿qué ha sabido? ¿Y qué puede llamar descanso, quien no ha tenido fortuna o por la mar o por la tierra? Pues, como dice Ovidio: «No merece las cosas dulces quien no ha gustado de las amarguras, ni ha tenido regalado día en la patria quien no ha venido de larga ausencia a los brazos de sus amigos». (Lope de Vega, El peregrino en su patria)

Lo que nos daría pie para hablar largo y tendido sobre el tema del peregrinus, sin duda uno de los más fecundos de toda la historia de la literatura. A falta de tiempo para tanta tarea, valga esta entrada para incitar a la lectura del texto –breve pero enjundioso– de Aurora Egido: En el camino de Roma. Cervantes y Gracián ante la novela bizantina, Universidad de Zaragoza, 2005, donde colaboramos en las ilustraciones. Se encontrará una buena reflexión sobre el tema del peregrinaje, interior y exterior, de los personajes del Persiles y el Criticón. Puede descargarse directamente desde aquí. (2.6 Mb)

Y aún queremos dar, mañana, otro apunte sobre este tema. Algo que nos ha llamado la atención en el abigarrado cuadro de Jan van Kessel (1626-1679), Europa, una de sus cuatro Alegorías de los Continentes (1664-1666). Hasta mañana.

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