Recorriendo las páginas de nuestros libros favoritos hemos reparado de pronto en este grabado. Es el emblema «Quidquid delirant Reges», de Henry Peacham, Minerva Britanna, Londres: Walter Dight, 1612, p. 62.
Está basado en Plutarco, De solertia animalium, Moralia 968F (pero aparecía en Eliano, Historia animalium, VI 24).
Aquí, a la derecha del grabado vemos cómo uno de los turcos parece reproducir este gesto de escuchar el ruido del hielo porque, obviamente, la zorra está «congelada» entre el ir y el volver siguiendo fielmente la misma iconografía canina que expusimos hace meses en un artículo de nuestra Silva: «Canis reversus: Para la iconología del perro que corre».
Lo más estimulante del trabajo al que nos dedicamos es que pone a nuestro alcance esta cantidad de relaciones: un tapiz de imágenes y palabras que se abre cada vez con más facilidad a medida que tenemos indexados y listos para publicar tantos libros, citas, loci communes o hallazgos sorprendentes. Así, permítasenos añadir ahora esta «vulpecula reversa», descubierta bajo el mismo modelo del perro aquel que no sabíamos si iba o venía.
Los narradores de mitos dicen que Deucalión soltó desde el arca una paloma y que el hecho de que volviera a bordo fue prueba de que la tormenta continuaba, mientras que cuando desapareció volando fue prueba de que el tiempo se había calmado; pero todavía hoy los tracios, cuando se disponen a cruzar un río helado, utilizan un zorro a modo de indicador de la solidez del hielo. El zorro avanza despacio y aplica el oído al suelo; y si por el ruido percibe que la corriente fluye cerca de la capa de hielo, conjeturando que dicha capa no es profunda sino fina e insegura, se detiene y, si se le permite, da marcha atrás; mientras que si no oye ruido cruza confiado. (Plutarco, Sobre la inteligencia de los animales, 968F-969A)
Lo más estimulante del trabajo al que nos dedicamos es que pone a nuestro alcance esta cantidad de relaciones: un tapiz de imágenes y palabras que se abre cada vez con más facilidad a medida que tenemos indexados y listos para publicar tantos libros, citas, loci communes o hallazgos sorprendentes. Así, permítasenos añadir ahora esta «vulpecula reversa», descubierta bajo el mismo modelo del perro aquel que no sabíamos si iba o venía.
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