Medina Mayūrqa fue arrasada un par de veces. Un episodio especialmente devastador fue el que protagonizó la armada organizada por pisanos y catalanes, con la colaboración de Florencia, unas cuantas ciudades occitanas y, al final, Génova (ésta casi solo para aprovecharse de los despojos y abandonar la isla arruinada). Esta coalición desencadenó un ataque contra las llamadas Islas Orientales de Al-Andalus y, cruelmente, contra la ciudad de Mallorca para, ante todo, terminar con el problema de la piratería mayūrquina (entonces sarracena) que castigaba las rutas marinas de esta parte del Mediterráneo, y también para liberar a los numerosos cautivos. La empresa comenzó el año 1113 y duró hasta mediados de 1115. Los asaltantes volvieron a sus casas cuando llegó a sus oídos que una gran flota almorávide zarpaba del norte de África para recuperar la isla. Contamos con una crónica que narra todo esto en detalle y de principio a fin, el Liber Maiolichinus de Gestis Pisanorum Illustribus (puede leerse el texto completo). También se alude a estos hechos, más brevemente, en los Gesta triumphalia per pisanos facta. Aunque la ciudad se reconstruyó con notable esplendor, la política de tabla rasa que 114 años después, al conquistar definitivamente las islas, aplicaron Jaime I y sus herederos sobre los vestigios no cristianos hace que hoy apenas podamos ver más que migajas de la arquitectura religiosa islámica erigida en Mallorca.
Sin embargo, entre las piezas arquitectónicas más vistas de todo el planeta hay dos grandes y venerables fragmentos de aquella Medina Mayūrqa. Por millones se cuentan las personas que se les acercan cada año, las fotografían, las filman, las dibujan, abren la boca ante ellas... Y pasan por completo desapercibidas. Ver no es mirar.
Ahora tenemos que ir a la Toscana. Los pisanos se llevaron consigo las puertas de bronce y algunas columnas de elegante pórfido rojo de la antigua mezquita próxima al palacio de la Almudaina de Palma y las obsequiaron a los florentinos como pago por haberse ocupado, durante su ausencia, de la protección de Pisa ante la amenaza latente de Lucca. Dejamos que nos lo cuente el florentino Domenico Silvestri (1335 - c.1411), autor de uno de los más importantes islarios del humanismo, De insulis et earum proprietatibus. Silvestri escribió hacia 1389 este comentario a la cruzada pisana contra las Baleares en la entrada que dedica a Mallorca:
Maiorica sive Maiolica insula est in Hispano mari sita inter Minoricam et Ebusum insulas, cui rex Aragonum dominatur. De hac etiam vide supra in Balearibus. Hec quidem non sinit e memoria labi quam fluxu temporis res variantur in peius et a virtute differant. Ducenti quippe duo et septuaginta sunt anni et ultra ex quo inter Pisanum et Florentinum communia adeo validum ac potens amicitie vinculum erat, ut propriam patriam unum relinquens, alteri servandam tutandamque commicteret. Siquidem eo tempore Pisani, ab infidelibus hanc insulam habitatam, sepe lacessiti utpote qui tunc temporis potentissimi ultra ceteros erant, maximam classem armamentis instructam eorum iniuriam ultum iri ad hanc insulam traiecerunt, ante timentes ne Lucani, cum quibus ea tempestate dissidebant, eorum viris vacuam urbem invaderent, presidio Florentinorum eius custodiam commiserunt, qui cum equitum armatorumque copia, per duo milia passuum prope Pisas rati ad hoc ibi sufficiens esse castra posuere, et ut mulierum pudicitia etiam a suspictione foret aliena et ne rerum ablatio, forte ut sepe fit in similibus, posset contingere, capitale edictum est ne quis urbem ingrederetur; quod unus trasgrediens a capitaneo Florentinorum laqueo suspensus est. Pisani vero reversi victoriam adepti magnis preda et spoliis opulenti, Florentinis gratiarum actionibus actis, dederunt obtionem eisdem utrum valvas ereas an columnas porfirias, quas in signum victorie attulerant, magis vellent. Columnas, cum petiissent, purpura coopertas trasmisere, que usque in hunc diem ante basilicam Sancti Iohannis apparent. Sunt qui dicunt quosdam ex Pisanis eas valvas nobilissimas reputantes livore motos igne fumoque denigrasse. Quid ad tanta tanta rerum mutatione dicemus ut de tam singulari confidentia in tam suspicionem maximam sit deflexum et tam sincere amicitie fides in tam ardens odium sit conversa? (Hay una edición completa, con traducción de J. M. Montesdeoca)
La isla de Maiórica o Maiólica está situada en el mar Hispano, entre las islas de Minórica y Ebuso, cuyo dueño es el rey de Aragón [...]. No se puede olvidar que, con el correr de los años, las cosas empeoran y toman caminos distintos al de la virtud. Pues, desde hacía más de doscientos setenta y dos años existía entre las comunidades de Pisa y Florencia un vínculo de amistad tan asentado y poderoso que, al abandonar uno su patria, le confiaba al otro el deber de servirla y defenderla. En esta época los pisanos, habitada esta isla por infieles, habían sido provocados. Por entonces eran los más poderosos, por encima de los demás. Y después de haber preparado una flota enorme y sus aparejos para vengar las injurias, se trasladaron a esta isla. Pero antes, temiendo que los lucanos, con los que tenían desavenencias en esa época, invadieran la ciudad vacía con sus fuerzas, cedieron su custodia a los florentinos. Éstos, con una gran cantidad de jinetes y gente armada, colocaron el campamento a unos dos mil pasos de Pisa, pensando que de momento bastaba situarlo allí, y también para que la castidad de las mujeres se guardara lejos de toda sospecha. Y para que no se produjeran robos se ordenó pena de muerte a quien entrase en la ciudad. Uno que transgredió la orden fue ahorcado por el capitán de los florentinos. De este modo, al volver los pisanos tras haber alcanzado la victoria, ricos por el botín y los grandes expolios, dieron a elegir a los florentinos como recompensa por sus nobles acciones, bien las puertas de bronce o las columnas púrpuras que habían traído como señal de victoria. Fueron entregadas las columnas purpúreas que hasta hoy aparecen ante la basílica de San Juan. Hay quienes dicen que algunos de los pisanos, considerando estas puertas muy nobles, movidos por la envidia, las destrozaron con fuego y humo. ¿Qué diremos a tanto cambio de costumbres, que han pasado de la confianza personal a la más grande sospecha, y la amistad sincera se ha convertido en odio ardiente?
Las columnas, que debían ser de un espectacular pórfido rojo, están ciertamente ennegrecidas y dan la impresión de haber sido quemadas. El hecho de que se pusieran en un lugar tan destacado de Florencia como es flanqueando la entrada oriental del famosísimo Battistero di San Giovanni (que adquirió un aspecto ya parecido al actual entre 1059 y 1128) subraya la importancia que les concedieron. Allí han permanecido también después de que Lorenzo Ghiberti acabara las puertas de bronce dorado conocidas como «Puertas del Paraíso» (1452).También el Cardenal Gil de Viterbo (1469-1532) aludió más tarde a estos acontecimientos: «Liberatus Pontifex Pisanos in Agarenos animat. Illi gloriae piissimae cupiditate incesi non nisi victores redeunt. Dum absunt, Lucenses Pisas occupant: Florentini impium id factum rati, Lucenses vi pellunt, Pisani victores non inmemores beneficii duas columnas porphyreticas mittunt patriae servatoribus, perpetuum, & Florentinae pietatis, & Pisanae gratitudinis monumentum». (Aegidius Card. Viterbiensis, Historia 20. seculorum). («El obispo Liberatus animó a los pisanos a ir contra los sarracenos, y ellos, impulsados por el deseo de piadosa gloria, regresaron victoriosos de la guerra. En su ausencia, los lucanos atacaron Pisa, pero los florentinos, considerando que este era un acto impío, los rechazaron por la fuerza. Los victoriosos pisanos no fueron ingratos, y entregaron dos columnas de pórfido a los defensores de su patria como memoria eterna de la piedad florentina y la gratitud pisana») (Aegidius Card. Viterbiensis, Historia 20. saeculorum). Por su parte, el Liber maiolichinus no habla de esta enemistad con Lucca ni narra la historia de las columnas.
Escuela de Giorgio Vasari (s. XVI): Processione in Piazza S. Giovanni, Florencia, fresco
del Palazzo Vecchio (Sala Gualdrada). Las columnas mallorquinas flanquean
la solemne entrada de la procesión al Baptisterio.
del Palazzo Vecchio (Sala Gualdrada). Las columnas mallorquinas flanquean
la solemne entrada de la procesión al Baptisterio.
En esta imagen anterior las columnas aún guardan cierto color rojizo. Sobre su ennegrecimiento solo hay leyendas. Se dice que en su lugar de origen, en la mezquita mallorquina, estas columnas tenían un poder mágico: si alguien que hubiera cometido un robo o una traición cruzaba por delante de ellas, se veía reflejado como si fueran de cristal. Los pisanos conocían esta virtud —a fin de cuentas las habían robado— y debatieron sobre si era conveniente regalar una fuerza sobrenatural a una ciudad que en cualquier momento podía convertirse en enemiga. Decidieron entregar las columnas pero previamente despojadas de todo encantamiento. Y esta tarea se confió a la acción purificadora del fuego. Sea como fuere, no solo su color oscuro da prueba de haber estado entre llamas, el calor las resquebrajó y con el tiempo fue necesario ir añadiendo anillos de hierro para evitar que se desmoronaran.
El viajero que recorre una ciudad intentando entenderla se ve reflejado en ella. El viajero le quiere robar a la ciudad sus secretos, guardarlos en su mirada y hacerse más sabio. Reza para que ningún rincón confirme sus prejuicios. Florencia, la extraordinaria Florencia, está expuesta como una mariposa clavada con alfileres sobre un corcho, contada, analizada y descrita en miles de libros. El viajero sabe, con todo, que esta ciudad, cualquier ciudad, nunca acaba de entenderse, que uno nunca acaba de entenderse, que la mariposa es su vuelo.
Otras huellas sobre los muros de Florencia
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