22 noviembre, 2011

Naipes y literatura



Aunque Max Aub nació en París en 1903, al ser  su padre alemán y su madre judía francesa, llegó pronto a España, el lugar más a mano para escapar a los peligros de la Gran Guerra. Aub se convertiría en escritor español, pero la Guerra Civil lo devolvió a Francia. Tras ser denunciado en 1940 por el gobierno de Franco al gobierno colaboracionista de Pétain, fue deportado al campo de concentración de Djelfa, en Argelia. Con la aquiescencia de uno de los guardias huyó a México, donde vivió hasta su muerte en la colonia española con una cuádruple ciudadanía (alemana, francesa, española y mexicana). Allí compuso en 1962, junto con el pintor cubista catalán Jusep Torres Campalans —un rival de Picasso inventado por Aub cuatro años antes— un tipo genial de novela formada por ciento seis naipes. Las caras de los naipes las dibujó Campalans como una libre paráfrasis de la baraja francesa, y en en los dorsos se leen ciento seis cartas sobre el misterioso Máximo Ballesteros. Su compleja figura surge de estas ciento seis cartas diametralmente contradictorias. El jugador que primero da una imagen verosímil de su personalidad gana el juego.


Aub publicó este mazo con la ayuda de otro exiliado —éste una persona real—, el gallego Alejandro Finisterre (nomen est omen). Tiró sólo 300 ejemplares como regalo de Navidad para sus amigos, y desde entonces el precio de estos originales en la web va creciendo hasta muchos miles de euros. En estos días vuelve a estar en circulación, casi cincuenta años después, gracias a la labor de la editorial granadina Cuadernos del Vigía.


La novela escrita en forma de baraja nos recuerda otros juegos en los que naipes y literatura se encuentran sobre la misma mesa. La forma más simple es cuando las figuras de las cartas son personajes o autores literarios. El primer ejemplo que conocemos es una baraja de Hamburgo, de 1787, que se conserva en el Museo Peterhof de Cartas donde las figuras de los cuatro palos pertenecen a cuatro dramas de Shakespeare, Hamlet, El rey Lear, Macbeth y Enrique V.



La baraja de Pushkin fue diseñada por V. A. Mishin a petición de la prestigiosa editorial de naipes Piatnik para celebrar el bicentenario de Pushkin en 1999. Las cuatro sotas son: el mismo Pushkin (1799-1837) y sus contemporáneos Anton Delvig, compañero de secundaria; Aleksandr Griboedov, embajador de Rusia que fue linchado en Teherán y cuyo ¡Ay de Wit!, brillante sátira de la alta sociedad de Moscú, sigue siendo una de las obras más representadas en Rusia, y Petr Vyazemsky, magnífico poeta, amigo de Pushkin, cuyos versos también se citan en el Onegin. Las cuatro reinas lo fueron en el corazón de Pushkin: Natalya Goncharova, su esposa; Evdokiya Golitsyna, la «Princesa de la Noche»; Elizaveta Vorontsova, modelo de la Tatiana de Onegin, y Anna Kern, a quien escribió «el poema de amor más bello de la literatura rusa» (Я помню чудное мгновенье / Recuerdo un momento maravilloso...). Los cuatro reyes —qué otra cosa podrían ser— son los cuatro los zares Alejandro I (1801-1825) y Nicolás I (1825-1855) gobernantes durante la vida de Pushkin, y Boris Godunov (1598-1605) y Pedro I (1682-1725), héroes de su tragedia Boris Godunov y de su poema épico El jinete de bronce. Finalmente, los dos comodines son Pavel Voinovich Nashchokin, el mejor amigo de Pushkin, y el excéntrico conde Fedor Ivanovich Tolstoi llamado «El Americano», un rival de Pushkin cuya pasión por jugar a las cartas satirizó en el poema Para Chaadaev. Sólo esta reunión de figuras concretas y las relaciones establecidas entre ellas suscitan un sofisticado mundo, complejo social y literariamente, la Edad de Oro de Rusia para aquellos jugadores capaces de apreciarlo.



También apareció un juego de cartas, o mejor un dominó en forma de naipes, en 1937 con motivo del centenario de la muerte de Pushkin. Se ilustró con imágenes de sus héroes, y bajo de sus efigies se leen los versos más memorables que ellos evocan. Gracias a este dominó, y a tantas otras ayudas para la memoria de parecido tenor, estos versos salpican continuamente los lugares más inesperados de la literatura rusa contemporánea.


El dominó de Pushkin contó con un precedente en la obra «Dobchinsky y Bobchinsky» de 1882, que debe su nombre a dos figuras principales del Inspector General, de Gógol  —«dos pequeños hombres siempre curiosos, tan parecidos como dos huevos, ambos con un poco de tripita, ambos de hablar rápido y gesticulante»-. Las figuras de Gógol aparecían también en un juego de dominó. Si ampliáis la segunda imagen de abajo veréis el juego completo.




Sin embargo, la baraja más cercana a la novela de naipes de Max Aub es la que hizo el arquitecto y pintor esloveno Boris Kobe (1905-1981) en el campo de concentración de Dachau-Allach. Las cartas representan escenas cotidianas de la vida de los trabajadores forzados, con un énfasis en la crueldad de los kapos. A primera vista podríamos pensar que las tarjetas hechas a mano se hicieron para los escasos momentos de relajación en el campo. Sin embargo, la tarjeta número 21, que representa la bandera eslovena y dos soldados estadounidenses entre las ruinas humeantes del campo, muestra que la baraja se hizo solo después de la liberación del campo en abril de 1945. Y si es así, entonces los dibujos son una crónica de los sucesos del pasado para ser leída en un orden opcional, al igual que la novela de Aub, y utilizando el disciplinado formato de una baraja de cartas para estilizar y hacer representable del horror vivido.



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