20 agosto, 2018

El chino del dolor

Retratos de Alphonse Daudet (1840-1897), en su juventud y al final de su vida.

El cuerpo es como un doble, no demasiado parecido a nosotros, que nos acompaña a menudo de manera no consentida. Julian Barnes, en el prólogo a su edición de La doulou de Alphonse Daudet, recuerda la fama que tuvo este autor y cómo le profesaba tanto afecto el círculo de amigos escritores. Entre ellos estaba Ivan Turguéniev, a quien en 1883 tuvieron que extirpar un tumor del bajo abdomen. Al recibir en su convalecencia la visita de esos amigos con los que solía ir de juerga —Flaubert, Edmond de Goncourt, Zola, el propio Daudet…— les dijo: «durante la operación pensé en nuestras cenas compartidas y traté de encontrar las palabras precisas para expresar qué sentí exactamente cuando el acero me sajaba la piel y me entraba en el cuerpo […]. Fue como un cuchillo cortando un plátano.» Y Goncourt comenta aquel momento con admiración: «Nuestro viejo amigo Turguéniev es un verdadero hombre de letras.»


Daudet, en La doulou (forma provenzal de la douleur –traducido al español como En la tierra del dolor, Alba, 2003–) quiso también convertir en palabras el proceso terrible del último estadio de la sífilis que acabaría con él en 1897. El reto era grande: el dolor extremo rechaza el lenguaje. Este extraordinario cuadernillo, escrito para mantener a distancia al doble que nos suplanta, para delatarlo y desenmascararlo en una situación tan difícil, se compone de una serie de apuntes sueltos, apenas trabados sino por la mera progresión de la enfermedad. No se publicaría hasta 1930 cuando, finalmente, lo autorizó su viuda, la admirable Julia Daudet. Las notas y el prólogo de Julian Barnes para la edición moderna son precisas y siempre inteligentes. En una de ellas, sin embargo, nos deja con ganas de más averiguaciones.


También tiene relación con el problema del lenguaje y el dolor, y nos ha llamado personalmente la atención por la aparición de alguien que habla el «dialecto balear» mientras sufre los mismos tormentos presuntamente curativos que Daudet en el balneario de Lamalou. Es un personaje misterioso, pues podría ser, según las confusas aclaraciones posteriores de Edmond de Goncourt y Léon Daudet, el mismo protagonista de estos cuatro fragmentos que parecen inconexos:
1· El hombre que llevaba al zar por un camino que, a lo que decían, habían minado los nihilistas. Viaje de veinte minutos al cabo del cual le pasó lo siguiente: dolor en los ojos y, luego, ceguera. (p. 76)
 2· Confidencias del comandante B. La despedida del regimiento; último almuerzo en el comedor de oficiales. Vendió su último caballo. Diferentes estados de su ceguera. Hay días en que dice: «Qué oscuridad… qué oscuridad…» Entonces, tiene miedo. Otras veces hay algo así como una aclarada. Su alegría cuando lo llevan a los ensayos. «¡La prima donna!» [Daudet montaba algunas representaciones con los enfermos del Hôtel Mas]. Recuerdos de plazas de guarnición. Criado de círculo. Muy elegante. (p. 77)
3· Oficial que perdió la palabra tras una caída del caballo. Unas pocas palabras entre temblores. Pinta de sueco. (p. 78) 
4· Entre los enfermos, ese joven español polígloto a quien le vuelven los recuerdos de su tierna infancia, ese dialecto de las Islas Baleares en donde lo tuvieron con un ama hasta los cinco años. (p. 78)
No tenemos más datos de una vida que promete haber sido tan poco común. En el momento del dolor, a este hombre culto, políglota, amante del teatro… un elegante oficial zarista «con pinta de sueco», atacado de un tipo de ceguera y de mudez intermitentes, el idioma que mueve su lengua es aquel que aprendió con su ama de cría en alguna de las Baleares. Uno de sus dobles, pues, el que convive con él en los momentos de mayor penalidad, habla catalán. Cuando «falta la vida, asiste lo vivido» ¿Cuál de todas las «presentes sucesiones» de cuerpos que han acompañado a este hombre en su camino es la que menos lo habrá traicionado?

¿Y por qué Daudet elige su provenzal de cuna para titular La doulou, ese cuaderno tan privado, terminal, en lugar del francés que adoptó siempre como escritor?

Daudet se sometió en varias ocasiones a la suspensión de Sayre, introducida
por Charcot en La Salpetrière con una modificación consistente en
levantar al enfermo por los hombros y por la barbilla y el
occipucio. La instaló luego en el balneario de
Lamalou-les-Bains, lugar al que enviaba
a muchos de sus pacientes.

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