22 octubre, 2007

Melancolía

«Medio Maravedí» sigue aumentando de manera constante su lista de títulos. Ahora es Fernando R. de la Flor quien firma aquí su nueva indagación en las raíces del Barroco hispano. Estamos orgullosos de ver que nuestra colección de textos y estudios del Siglo de Oro acoge estas páginas llenas, como siempre en la prosa de Fernando R. de la Flor, de pasión, vehemencia, brillantez y datos precisos. Os sugerimos que os acerquéis un momento a ver una descripción más completa y leer un capítulo de esta Era melancólica. Figuras del imaginario barroco.

15 octubre, 2007

Con agua de las fuentes persas

Firdusi (Hakīm Abul-Qāsim Firdawsī Tūsī. Tus, 935 - c. 1020), el poeta persa autor de la inmensa epopeya Shah-Nameh (Libro de los reyes), era un hombre orgulloso como bien consciente de la calidad de sus versos. Las intrigas en el palacio del sultán Maḥmūd-e Ghaznawī le acabaron conduciendo a una vejez pobre y retirada en su pueblo natal. Pero antes de abandonar la corte Firdusi utilizó su única arma, la palabra, para hacer correr entre el pueblo un retrato destructivo del sultán, otrora su mecenas. En sus tres últimos versos, la sátira revela esa idea de la poesía como arma poderosa (que luego Horacio la hará más resistente que el bronce: «aere perennius», Odas, III, 30.1). Dice Firdusi:
¿Por qué con tu conducta mi mordaz
ingenio has irritado? ¿No te espanta
esta sangrienta espada de mi genio?
La sátira acusa al sultán de una ruindad esencial, innata, incorregible. La hace remontar a sus orígenes familiares y alcanzar después lo categórico en una serie de comparaciones que prueban cómo nadie escapa a lo que es. Entre estas comparaciones encontramos dos de abundante presencia en la literatura. Primero aparece la víbora, que aunque se la críe con todo regalo y cariño acabará mordiendo a su benefactor: «De la nada elevar a los malvados [...] es como víboras criar en nuestro pecho»:
Si coges una víbora del campo
y en un lecho de rosas la acomodas,
y en todo cuanto quiera la complaces,
y agua inmortal le das como bebida,
no lograrás que amiga tuya sea,
y al fin te escupirá mortal veneno.
Es decir, el castizo «cría cuervos...». Nuestros libros de emblemas españoles usan este apólogo. Lo podemos ver en los Emblemas morales de Juan de Horozco («Ingratis servire nephas», II.14, f. 136r).

La otra comparación de la maldad intrínseca al sultán es esta, que ha de sonar a cualquier lector ocasional de libros de emblemas:
Pero no es maravilla que los pechos
de los malos engendren la maldad.
Forzoso es que la noche oscura sea;
absurdo es esperar sea bueno el malo.
Y por más que se lave el etíope,
jamás podrá mostrar un blanco rostro.
En efecto, fue el mismo Alciato quien echó mano de este tópico tan presente, también, en la literatura árabe desde que Lokman, el Esopo árabe (c. 1100 a. C.), le dedicó una de sus fábulas.

IMPOSIBLE (Emblema 59)

Por qué lavas el negro en vano? deja
de querer aclarar la noche escura,
Que ansí el proverbio viejo lo aconseja.
(traducción de Bernardino Daza en la edición española de Lyon, 1549)
Para la traducción española de los textos de Firdusi hemos utilizado la Antología de poetas persas de Rafael Cansinos Assens: estos días la hemos estado leyendo llenos de curiosidad por las preferencias lingüísticas del incansable traductor.

Nuestra nota sirve para demostrar, en este caso desde la literatura persa, cómo los libros de emblemas europeos de los siglos XVI y XVII fueron una fenomenal caja de resonancias literarias universales.