Después de ver la destrucción del cementerio armenio de Julfa, iremos a otro cementerio armenio. Pero este ha sobrevivido desde la Edad Media.
Las fotos están tomadas principalmente de Julia y Vitaly Hachatryan (ved más abajo).
Noratus —así es como se transcribe el armenio Նորադուզ pero se suele escribir también Noraduz, quizá porque así se pronuncia en el lugar— es un pueblo de unos mil habitantes, en Armenia, en la orilla occidental del lago Sevan. El cementerio ocupa siete hectáreas en el extremo del pueblo que mira al lago, es el mayor cementerio medieval armenio con algo menos de mil lápidas talladas.
Es un cementerio muy poco conocido, no solo en el exterior, sino también por los propios armenios. Hairenik, autor de un blog (en inglés) de Yerevan, donde escribe con regularidad acerca de sus exploraciones, no tenía noticias de él hasta que acompañó allí a un fotógrafo extranjero.
Con todo, a veces los fotógrafos van a su encuentro. En Internet hay imágenes esparcidas aquí y allá, pero es sorprendente la diferencia que puede haber entre foto y foto, entre ojo y ojo. Y pocos fotógrafos han reproducido toda la fascinación real de este lugar. Dos de ellos, Vitaly Hachatryan y Julia lo han conseguido de una manera soberbia. Estas imágenes son en su mayoría suyas.
Las mil lápidas del cementerio fueron labradas entre los siglos IX y XVII, y abarcan la historia completa de las khachkars, «cruces de piedra», desde las más sencillas tallas rústicas hasta verdaderas obras maestras de complicada e infinita tracería realizadas durante su época de esplendor, en los siglos XIII y XIV. Uno tiene la sensación de pasear por un museo al aire libre. Y desde este punto de vista éste es mucho más completo que el desaparecido cementerio de Julfa. Las casi diez mil lápidas de Julfa fueron erigidas a partir del boom de la ciudad, en el siglo XIV y hasta su despoblación en 1604. En Noratus, en cambio, se colocaron sin interrupción desde los tiempos en que el rey Ashot I, unificador de Armenia tras la invasión árabe, plantó el año 879 la primera khachkar en memoria de su esposa.
Con todo, la historia de las khachkars se remonta a a tiempos muy anteriores. La cruz con hojas ha sido un motivo favorito del cristianismo siríaco desde siglos. Era la «cruz nestoriana» llevada por los avispados mercaderes y misioneros sirios no solo a los armenios, sino también a China y al sur de la India. Es casi sobrecogedor —más tarde escribiremos sobre esto— ver estas cruces de mil seiscientos años de antigüedad en medio de la jungla de Kerala, adonde fueron llevadas desde la frontera armeno-siria por los antepasados de la todavía hoy floreciente comunidad cristiana siríaca. Pero el hecho de que tales cruces con hojas se convirtieran en estelas monumentales al aire libre en Armenia se debió, según la bibliografía consultada, a la existencia de la antigua tradición local de las «piedras vishap», estelas en forma de dragón o pez que se erigían en las riberas de ríos y lagos en honor de Astghik, diosa de la fertilidad. Estas columnas tradicionales, al cristianizarse con el motivo de la cruz, prdujeron el motivo más peculiar del arte medieval armenio. Su desarrollo se vería también influido por la confesión monofisita del cristianismo armenio, que enfatiza la naturaleza divina de Cristo, y así representaban la cruz sin el cuerpo, sobre el disco del sol, disolviendo su materialidad en un infinito tapiz y elevándose a un plano trascendental.
En Noratus, al lado de las khachkars hay también muestras de otro tipo de losas funerales armenias, estelas yacentes que representan elaboradas escenas de la vida de los difuntos: un guerrero volviendo de la batalla con su botín, un caballero tocando el laúd, una ceremonia nupcial, un artesano en su taller.
Las estelas se alinean en la árida llanura, codo a codo como soldados en formación. Esta imagen ya avivó el ingenio de los armenios medievales. Una leyenda local cuenta que cuando el ejército de Timur Lenk invadió Armenia, los habitantes de Noratus colocaron cascos en lo alto de las lápidas y apoyaron en ellas sus espadas. Lograron así amedrentar al enemigo, que se retiró al divisar la imponente armada que les aguardaba sobre la colina
Pero esta leyenda probablemente no expresa más que un pío deseo. El ejército de Timur Lenk visitó Noratus y no se retiró sin ganancia. Destruyeron la fortaleza del siglo IX y la iglesia de Astvatsatsin, de la Virgen con el Niño, en medio del pueblo. Aún pueden verse las ruinas.
La presencia de un cementerio tan rico, así como de una gran iglesia y una fortaleza en la frontera de la Armenia medieval es sorprendente en sí misma. Pero aún choca más que en la frontera sur del pueblo también hubiera un monasterio del siglo IX dedicado al apóstol de los armenios, Gregorio el Iluminador, cuya iglesia ha sobrevivido hasta hoy. Y al norte del pueblo, a orillas del Sevan, aún resiste el monumental monasterio de Hayravank, rodeado de unas cuantas khachkars más.
Plano de Noratus y Hayravank, de armenica.org. La cruz roja indica el emplazamiento del cementerio. La ciudad de Gavar (orignalmente, Nueva Bayazit) fue fundada solo en 1830 por aquellos treinta mil armenios que huyeron de los turcos siguiendo la retirada del ejército ruso desde la ciudad de Bayazit (hoy Doğubayazit) en la frontera turco-persa. Antes de todo esto, Noratus era probablemente el centro de la región.
A la vista de estos monumentos, uno casi siente la necesidad de sustentarlos en una historia que esté a su altura. Pero no es el caso. Como ocurre, por ejemplo, con los mayores monumentos románicos de Hungría, las iglesias de Ják o Lébény que están en pueblos alejados del discurrir de la «gran historia», de igual modo muchos de los más hermosos monumentos de la arquitectura armenia se construyeron aparte de los núcleos principales. Las razones son bastante parecidas. Los siglos IX y X fueron un período en el que Armenia estuvo momentáneamente libre de invasiones bizantinas o árabes, y su desarrollo tanto político como económico pudo iniciarse bajo la dinastía Bagratuni —pero, a la vez, la dinastía no era lo bastante fuerte como para limitar el poder de los señores locales—. Este difícil equilibrio favoreció el establecimiento de un buen número de espléndidos centros, una gran parte de los cuales —o cuando menos sus iglesias— han sobrevivido hasta ahora. La orilla oeste del Sevan era el centro de la rama occidental de los príncipes de Syunik. Este principado, dividido en una compleja red de bifurcaciones —un estudio en ruso se puede leer aquí—, junto con el fuerte Reino de Vaspurakan, permaneció más o menos independiente del Reino Bagratuni, hasta que en el siglo XI Bizancio y más tarde el sultanato Seljuk los ocuparon a todos.
La Armenia medieval, que abraza los «tres mares armenios», los lagos de Van, Sevan y Urumieh, con el autónomo Reino de Vaspurakan al sur y el Principado de Syunik al este. Aquí hay una versión más detallada del mapa de Richard Hovannisian The Armenian people. (La frontera occidental de la Armenia moderna es aproximadamante la línea que une Dvin y Ani.)
Los principados armenios de Syunik y Artsakh (éste conocido más tarde fuera de Armenia como Karabaj) al principio de la recuperación de Armenia en el siglo IX.
El lago Sevan visto desde el Monasterio de Sevan, construido en el siglo IX por Mariam, hija del unificador de Armenia, el rey Ashot I Bagratuni, y esposa de un príncipe Syunik, en la frontera de los dos reinos, en la isla del norte del lago.
Este vídeo (de menos de dos minutos) lo hemos encontrado en un sitio armenio. Un guía, claramente del lugar, presenta el cementerio. Habla armenio, sin subtítulos, pero merece escucharse solo por la música del idioma. Y también porque se parece mucho a aquellos guías locales de otros tiempos —maestros de escuela, sacristanes, gente más o menos letrada— que hasta hace unos veinte años aún ofrecían sus servicios en los monumentos de los pueblos de Transilvania o Bohemia. En general, toda esta región, esta peculiar constelación de desolación, riqueza y destrucción una vez tras otra, nos trae recuerdos de Transilvania.
Entre las tumbas pacen las ovejas, juegan los niños, las ancianas hilan la lana y ofrecen al viajero los calcetines de punto que han tejido allí mismo. Las escenas del pasado y el presente también se enredan en el mismo huso.