25 agosto, 2009

Noratus


Después de ver la destrucción del cementerio armenio de Julfa, iremos a otro cementerio armenio. Pero este ha sobrevivido desde la Edad Media.


Las fotos están tomadas principalmente de Julia y Vitaly Hachatryan (ved más abajo).



Noratus —así es como se transcribe el armenio Նորադուզ pero se suele escribir también Noraduz, quizá porque así se pronuncia en el lugar— es un pueblo de unos mil habitantes, en Armenia, en la orilla occidental del lago Sevan. El cementerio ocupa siete hectáreas en el extremo del pueblo que mira al lago, es el mayor cementerio medieval armenio con algo menos de mil lápidas talladas.




Es un cementerio muy poco conocido, no solo en el exterior, sino también por los propios armenios. Hairenik, autor de un blog (en inglés) de Yerevan, donde escribe con regularidad acerca de sus exploraciones, no tenía noticias de él hasta que acompañó allí a un fotógrafo extranjero.




Con todo, a veces los fotógrafos van a su encuentro. En Internet hay imágenes esparcidas aquí y allá, pero es sorprendente la diferencia que puede haber entre foto y foto, entre ojo y ojo. Y pocos fotógrafos han reproducido toda la fascinación real de este lugar. Dos de ellos, Vitaly Hachatryan y Julia lo han conseguido de una manera soberbia. Estas imágenes son en su mayoría suyas.




Las mil lápidas del cementerio fueron labradas entre los siglos IX y XVII, y abarcan la historia completa de las khachkars, «cruces de piedra», desde las más sencillas tallas rústicas hasta verdaderas obras maestras de complicada e infinita tracería realizadas durante su época de esplendor, en los siglos XIII y XIV. Uno tiene la sensación de pasear por un museo al aire libre. Y desde este punto de vista éste es mucho más completo que el desaparecido cementerio de Julfa. Las casi diez mil lápidas de Julfa fueron erigidas a partir del boom de la ciudad, en el siglo XIV y hasta su despoblación en 1604. En Noratus, en cambio, se colocaron sin interrupción desde los tiempos en que el rey Ashot I, unificador de Armenia tras la invasión árabe, plantó el año 879 la primera khachkar en memoria de su esposa.




Con todo, la historia de las khachkars se remonta a a tiempos muy anteriores. La cruz con hojas ha sido un motivo favorito del cristianismo siríaco desde siglos. Era la «cruz nestoriana» llevada por los avispados mercaderes y misioneros sirios no solo a los armenios, sino también a China y al sur de la India. Es casi sobrecogedor —más tarde escribiremos sobre esto— ver estas cruces de mil seiscientos años de antigüedad en medio de la jungla de Kerala, adonde fueron llevadas desde la frontera armeno-siria por los antepasados de la todavía hoy floreciente comunidad cristiana siríaca. Pero el hecho de que tales cruces con hojas se convirtieran en estelas monumentales al aire libre en Armenia se debió, según la bibliografía consultada, a la existencia de la antigua tradición local de las «piedras vishap», estelas en forma de dragón o pez que se erigían en las riberas de ríos y lagos en honor de Astghik, diosa de la fertilidad. Estas columnas tradicionales, al cristianizarse con el motivo de la cruz, prdujeron el motivo más peculiar del arte medieval armenio. Su desarrollo se vería también influido por la confesión monofisita del cristianismo armenio, que enfatiza la naturaleza divina de Cristo, y así representaban la cruz sin el cuerpo, sobre el disco del sol, disolviendo su materialidad en un infinito tapiz y elevándose a un plano trascendental.




En Noratus, al lado de las khachkars hay también muestras de otro tipo de losas funerales armenias, estelas yacentes que representan elaboradas escenas de la vida de los difuntos: un guerrero volviendo de la batalla con su botín, un caballero tocando el laúd, una ceremonia nupcial, un artesano en su taller.







Las estelas se alinean en la árida llanura, codo a codo como soldados en formación. Esta imagen ya avivó el ingenio de los armenios medievales. Una leyenda local cuenta que cuando el ejército de Timur Lenk invadió Armenia, los habitantes de Noratus colocaron cascos en lo alto de las lápidas y apoyaron en ellas sus espadas. Lograron así amedrentar al enemigo, que se retiró al divisar la imponente armada que les aguardaba sobre la colina




Pero esta leyenda probablemente no expresa más que un pío deseo. El ejército de Timur Lenk visitó Noratus y no se retiró sin ganancia. Destruyeron la fortaleza del siglo IX y la iglesia de Astvatsatsin, de la Virgen con el Niño, en medio del pueblo. Aún pueden verse las ruinas.


La presencia de un cementerio tan rico, así como de una gran iglesia y una fortaleza en la frontera de la Armenia medieval es sorprendente en sí misma. Pero aún choca más que en la frontera sur del pueblo también hubiera un monasterio del siglo IX dedicado al apóstol de los armenios, Gregorio el Iluminador, cuya iglesia ha sobrevivido hasta hoy. Y al norte del pueblo, a orillas del Sevan, aún resiste el monumental monasterio de Hayravank, rodeado de unas cuantas khachkars más.


Plano de Noratus y Hayravank, de armenica.org. La cruz roja indica el emplazamiento del cementerio. La ciudad de Gavar (orignalmente, Nueva Bayazit) fue fundada solo en 1830 por aquellos treinta mil armenios que huyeron de los turcos siguiendo la retirada del ejército ruso desde la ciudad de Bayazit (hoy Doğubayazit) en la frontera turco-persa. Antes de todo esto, Noratus era probablemente el centro de la región.




A la vista de estos monumentos, uno casi siente la necesidad de sustentarlos en una historia que esté a su altura. Pero no es el caso. Como ocurre, por ejemplo, con los mayores monumentos románicos de Hungría, las iglesias de Ják o Lébény que están en pueblos alejados del discurrir de la «gran historia», de igual modo muchos de los más hermosos monumentos de la arquitectura armenia se construyeron aparte de los núcleos principales. Las razones son bastante parecidas. Los siglos IX y X fueron un período en el que Armenia estuvo momentáneamente libre de invasiones bizantinas o árabes, y su desarrollo tanto político como económico pudo iniciarse bajo la dinastía Bagratuni —pero, a la vez, la dinastía no era lo bastante fuerte como para limitar el poder de los señores locales—. Este difícil equilibrio favoreció el establecimiento de un buen número de espléndidos centros, una gran parte de los cuales —o cuando menos sus iglesias— han sobrevivido hasta ahora. La orilla oeste del Sevan era el centro de la rama occidental de los príncipes de Syunik. Este principado, dividido en una compleja red de bifurcaciones —un estudio en ruso se puede leer aquí—, junto con el fuerte Reino de Vaspurakan, permaneció más o menos independiente del Reino Bagratuni, hasta que en el siglo XI Bizancio y más tarde el sultanato Seljuk los ocuparon a todos.


La Armenia medieval, que abraza los «tres mares armenios», los lagos de Van, Sevan y Urumieh, con el autónomo Reino de Vaspurakan al sur y el Principado de Syunik al este. Aquí hay una versión más detallada del mapa de Richard Hovannisian The Armenian people. (La frontera occidental de la Armenia moderna es aproximadamante la línea que une Dvin y Ani.)


Los principados armenios de Syunik y Artsakh (éste conocido más tarde fuera de Armenia como Karabaj) al principio de la recuperación de Armenia en el siglo IX.


El lago Sevan visto desde el Monasterio de Sevan, construido en el siglo IX por Mariam, hija del unificador de Armenia, el rey Ashot I Bagratuni, y esposa de un príncipe Syunik, en la frontera de los dos reinos, en la isla del norte del lago.


Este vídeo (de menos de dos minutos) lo hemos encontrado en un sitio armenio. Un guía, claramente del lugar, presenta el cementerio. Habla armenio, sin subtítulos, pero merece escucharse solo por la música del idioma. Y también porque se parece mucho a aquellos guías locales de otros tiempos —maestros de escuela, sacristanes, gente más o menos letrada— que hasta hace unos veinte años aún ofrecían sus servicios en los monumentos de los pueblos de Transilvania o Bohemia. En general, toda esta región, esta peculiar constelación de desolación, riqueza y destrucción una vez tras otra, nos trae recuerdos de Transilvania.

Entre las tumbas pacen las ovejas, juegan los niños, las ancianas hilan la lana y ofrecen al viajero los calcetines de punto que han tejido allí mismo. Las escenas del pasado y el presente también se enredan en el mismo huso.






15 agosto, 2009

Gigantes

Vista hacia Felanitx desde el Santuario de Gracia, en la montaña mágica de Cura.

Hace mucho tiempo que los antiguos gigantes, belicosos e inmisericordes, amén de feos como demonios, no pisan el seno de la Tierra, su madre. Fue después de extenderse desde su Flegras natal, en Tracia, por todo el orbe y desafiar a los cielos lanzando hacia lo alto rocas y árboles ardiendo. Entonces los dioses no tuvieron más remedio que aliarse con los mortales para acabar con ellos. Uno a uno los fueron aniquilando. Cayeron Alcioneo, luego Porfirión —de un flechazo de Heracles mientras se entregaba desprevenido a la lascivia—, Efialtes —que necesitó dos flechazos, uno en cada ojo—, Éurito, Clitio, Mimante, Encélado —que aún respira a veces bajo la tierra de Sicilia—, Palante —desollado por Atenea que se vistió su piel para seguir luchando—, Polibotes —desplomado en la isla de Nisiros, sobre la cual se asentarían luego, justo un 15 agosto como el de hoy pero en 1306, los Caballeros Hospitalarios al mando de su maestre, Fulco de Villaret (auxiliado, todo hay que decirlo, por un pirata genovés)—, y finalmente Hipólito, Gratión y Agrio y Toante… Todos muertos. El recuerdo de estas matanzas queda, fragmentario, casi ilegible en los frontones rotos de los templos, en los frontispicios caídos y cubiertos de hierba entre los pies de los turistas.

Randa

Una raza de otros gigantes menores vino luego a recogerse en los bosques y lugares despoblados de otras islas del Mediterráneo, y llegó a convivir en ocasiones con los vecinos de las aldeas y los pueblos. Los había hostiles y hoscos, y hasta unos cuantos comedores de carne humana —de poder elegir, preferentemente niños—. Pero también los había de buen corazón, cristianos sacramentados, campesinos sin tacha, molineros, pastores y sufridos pagadores de impuestos.

El día de San Jaime, cuando las villas y pueblos de Mallorca se engalanan para festejar a su patrón, y cuelgan aquellas cintas de papeles de lado a lado de las calles que intentan, con su frufrú como de fuente o alameda, refrescar el aire, yo estaba en Santanyí. Paseaba con mi buen amigo el hebraísta Két Sheng y su familia que acababan de llegar de la fría y pacífica península de Jutlandia, lugar por donde antaño anduvieron los Jotuns, gigantes nacidos del sobaco del inmenso Ymir y que no soportan oír las campanas de las iglesias. Aquellos Jotuns de Jutlandia, como sabemos, evitan pasar cerca de lugares civilizados, pues tanto se enfurecen que una sola campanada les provoca a lanzar de inmediato pedruscos a las torres.

Al girar a la derecha por el Carrer de la Pau, Két Sheng y su familia se llevaron una gran sorpresa. Habíamos llegado sin darnos cuenta a una reunión anual de gigantes venidos de los distintos pueblos de Mallorca.



Me vi obligado a tranquilizar al buen hebraísta de Két Sheng diciéndole que de ningún modo eran éstos unos improbables descendientes de los enormes nefilims bíblicos que se hubieran refugiado en la isla tras el Diluvio. Aquí en Mallorca, del mismo modo que no hay ninguna especie de serpiente ponzoñosa, no hay nefilims, ni jotuns. El gigante más peligroso de todos es una hermosa giganta, «Na Maria Enganxa», de Felanitx, que a veces surge de las tinieblas nocturnas para llevarse a algún niño, pero que prefiere habitar en el interior de las cisternas y los pozos, desde donde arrastra a su interior (engancha) a quien se asoma.

Los demás, son buena gente (más o menos). Protegidos por la Eucaristía y el Sagrado Corazón de Jesús que se repite sobre los umbrales de las casas, llegamos a la plaza. No estaban todos los gigantes de Mallorca —que son a día de hoy exactamente setenta y cuatro, según el famoso gigantólogo Pau Tomàs Ramis—, pero sí algunos de gran categoría.

El origen de estos gigantes que hoy se juntaban aquí está en la procesión del Corpus Christi. Dicen
los gigantólogos que el primero del que se tiene constancia en Mallorca llegó bastante
después que sus hermanos de Barcelona. Fue en 1630, en el Corpus de Sóller.
Y el primero de quien conocemos el nombre fue «En Puput»
(puput = abubilla), de Sant Llorenç.


Los primeros en entrar en la plaza fueron dos gigantes de Campos: «Es Trinxeter» venía
acompañado de «Madò Coloma». Un trinxeter es quien hace cuchillos curvos
como el que lleva el gigante en la mano. Es un gigante a quien le gusta
mucho representar obras de teatro y, como se ve,
no para de fumar. Nació en 1914.


Madò Coloma nació en 1887 y, aunque analfabeta, es autora de uno de los libros de más éxito en
Mallorca: Cocina selecta mallorquina. Lo publicó cuando ya era una anciana, después
de toda una vida sudando en los fogones de las casas señoriales.
Lleva vendidos más de 100.000 ejemplares.

En una fiesta, si no se vigila, siempre acaba colándose gente extraña.

Desde el pueblo de Porreres llegaron «Na Bet» y «En Roc». Son dos tipos serios y de mirar un poco
desdeñoso, casi altivo. Ambos reproducen fielmente la figura de dos pastores
de un Belén del siglo XVIII que conserva la iglesia del pueblo.

De la larga estirpe de gigantes de Felanitx, entraron bailando en la plaza «Na Maria Enganxa» y el «Gegant des Macolí» (macolí = piedrecita). Él es un gigante muy malencarado. Va con una de sus sandalias en la mano y un pie descalzo. Cuenta la leyenda que un día que subía a la montaña de San Salvador, se le metió una piedra en el zapato. Se sentó en la cuneta para sacarla y la arrojó allí mismo. Pero lo que para él era una pequeña piedra, a escala humana es un peñasco tremendo que hoy todavía puede verse donde lo dejó. Su compañera, María, de ojos azules y mirada atractiva, nos hace con la mano un gesto para que nos acerquemos. En la otra mano lleva un cubo y un gancho. No nos podemos fiar de ella porque si nos despistamos nos arrastrará al fondo de los pozos, estanques o cisternas donde se oculta. Aquí les vemos bailando bajo la atenta mirada de los anfitriones de la fiesta, los gigantes de Santanyí.

Los gigantes de Santanyí son «En Bernat Cinclaus» (cinc claus = cinco llaves) y «Na Maria Ramis». Son personajes de un familia noble de esta zona de la costa. Se cuenta que Bernat tenía grandes poderes mágicos. Cinco demonios, cada uno con una llave de oro, guardaban las habitaciones de su casa. Era capaz de controlar la lluvia y dominaba a su antojo a las aves rapaces. Construyó un túnel secreto que le permitía llegar desde la torre de su casa, en Santanyí, a Palma en cinco minutos. María, su mujer, poseedora de una fuerza descomunal, le ayudó a construir la torre con las piedras ciclópeas que cogían de los talaiots de los alrededores.


A la izquierda, otro gigante de Campos: «Es vaquer» (vaquero), que tiene un aire tristón, con su
banquito de ordeñar en una mano y un cubo en la otra. Quizá porque representa un
oficio que una vez fue mayoritario en Campos pero que apenas malvive hoy.


El vaquero venía de la mano de «Sa collidora de tàperes» (la recogedora de alcaparras). Y si el oficio de cuidar vacas casi ha desaparecido, también lo tienen difícil aquellas mujeres que bajo el sol del verano recolectaban las alcaparras en el secano pedregoso de los alrededores de Campos, tapadas hasta las cejas. Mirad cómo se tapaban las manos para que no se les pusieran morenas.


Y no podía faltar una representación de Palma. Desde allí llegaron, muy elegantes,
los dos mejores músicos, un «xeremier» (gaitero) y un «flabioler» (flautista).