30 septiembre, 2012

Vals


Bill Hensley, violinista de las montañas, Asheville, Carolina del Norte, 1937, tomado de aquí

One-way publicó hace tiempo unas hermosas imágenes antiguas de violinistas, y nos da pie a publicar nosotros otras similares que guardamos con mimo, así como la canción más bonita que hemos escuchado sobre un violinista.

Violinista americano de las montañas, 1920, de aquí

Violinista de Navidad, Belgrado, 1919, de aquí

Papadakis, violinista de Creta, y Koutzourelis, tañedor de laúd

Kala Ramnath, violinista clásica india, hace veinte años

Tarjeta de visita del joven y prometedor violinista Jiří Jelen, Praga, ca. 1884

Tarjeta de visita de un cuarteto de cuerda, Praga, ca. 1905, foto de V. Donát

Tarjeta de visita del violinista y compositor checo Jan Kubelik (1880-1940) cuando era joven.
La inscripción, escrita en Viena en septiembre de 1919, está en húngaro: «Perdóname por
mi pereza. Mañana tengo un examen. ¡Gracias! Adiós, Aurel». Esto, por tanto, no fue
escrito por Kubelík, aunque él también hablaba bien en húngaro, y su esposa, la
condesa Marianne Csáky-Széll era húngara. Sus ocho hijos
fueron músicos; las cinco hijas, violinistas.

Orquestina militar austro-húngara, ca. 1900

Muchacha tocando el violín, tarjeta de visita. New Jersey, ca. 1870

Fotomontaje de Ruth Zachary sobre su abuelo, el violinista y luthier Alfred
Bowers, héroe de la Guerra Civil Americana, de aquí

John Flynn, «el Bard de Erin”, Wisconsin (*1840), tarjeta de visita, de aquí


Bulat Okudzhava: El Músico

Булат Окуджава: Музыкант


Музыкант играл на скрипке, я в глаза ему глядел,

Я не то чтоб любопытствовал – я по небу летел.

Я не то чтобы от скуки, я надеялся понять,

Как умеют эти руки эти звуки извлекать


Из какой-то деревяшки, из каких-то грубых жил,

Из какой-то там фантазии, которой он служил.

А еще ведь надо в душу к нам проникнуть и поджечь.

А чего с ней церемониться, чего ее беречь.



Счастлив дом, где пенье скрипки наставляет нас на путь.

И вселяет в нас надежду; остальное - как-нибудь.

Счастлив инструмент, прижатый к угловатому плечу,

По чьему благословению я по небу лечу.


Счастлив тот, чей путь недолог, пальцы злы, смычок остер

Музыкант, соорудивший из души моей костер.

А душа, уж это точно, ежели обожжена,

Справедливей, милосерднее и праведней она.
Bulat Okudzhava:
El músico


Un músico tocaba el violín.
Le miré a los ojos.
No es que yo fuera curioso –
estaba volando a los cielos.
No es que estuviera yo aburrido –
sólo confiaba en entender:
cómo pueden estas manos
suscitar estos sonidos

de alguna especie de madera
de alguna especie de tripas rudas
de alguna especie de fantasía
que él usaba –
porque ahí debe haber
aún alguna cosa más
que penetra en nuestra alma
que festeja con ella
y que la salva.

Feliz es la casa donde
la canción del violín nos enseña
el camino y nos da esperanza –
todo lo demás irá de algún modo.
Feliz es el instrumento,
que se aprieta sobre el hombro huesudo
cuya bendición hace que
esté volando a los cielos.

Feliz es quien, directamente, con
dedos nerviosos y un arco
afilado, como músico, es capaz de
prender una hoguera en mi alma.
Y el alma, esto es seguro,
cuando ha ardido en este fuego,
es para siempre más limpia
más justa y misericordiosa.

André Kertesz: El músico ciego. Abony, Hungría, 1921. «El músico ciego. Mirad la expresión
de su rostro. Era absolutamente extraordinaria. Si hubiera nacido en Berlín,
Londres o París habría sido un violinista de primera clase»
(André Kertész: Kertész sobre Kertész)

Entre las imágenes de One-way solamente una no revela su título, autor ni año. Es una foto de André Kertész, tomada hace ahora noventa años a pocos kilómetros de Budapest. Sobre ella Andrzej Stasiuk escribe estas reflexiones en en su Jadąc do Babadag (De camino a Babadag, 2004 —traducción de Alfonso Cazenave):

Puede que todo lo que he escrito hasta ahora haya partido de esta fotografía. Es 1921 en el pequeño pueblo húngaro de Abony, a siete kilómetros al oeste de Szolnok. Un violinista ciego atraviesa la calle tocando. Le guía un chaval de doce o catorce años, descalzo y con gorra. El músico lleva unos zapatos destrozados. Su pie derecho está cruzando el surco que ha dejado un carro con ruedas de hierro. La calle está sin pavimentar. No ha llovido. Los pies del chico no están embarrados y la huella de las estrechas ruedas es poco profunda, apenas marcada. Gira suavemente a la derecha y desaparece en el fondo algo borroso de la foto. A lo largo de la calle hay una empalizada de madera y se ve un fragmento de casa: en la ventana se refleja el cielo. Un poco más lejos hay una capillita blanca. Tras la valla crecen árboles. El músico tiene los párpados entrecerrados. Va caminando y tocando para sí mismo y para el espacio ciego que lo rodea. Aparte de la pareja de caminantes, en la calle no hay más que un niño de pocos años. Aunque está vuelto hacia ellos, mira más allá, fuera del encuadre, como si a espaldas de los vagabundos estuviera ocurriendo algo más interesante que en la fotografía. El día está nublado porque ni las cosas ni las figuras proyectan sombra. EL vilinista lleva colgado un cayado del brazo derecho (sí, es zurdo) y su lazarillo algo que parece ua pequeña mantilla. Del borde de la imagen los separan unos cuantos pasos. Enseguida desaparecerán y enmudecerá la música. En la foto solamente quedarán el pequeño, el camino y la huella de las ruedas.

Hace cuatro años que esta foto me obsesiona. Donde quiera que vaya, busco sus versiones tridimensionales y en color y a menudo me parece haberlas encontrado. Así fue en Podolínec, en las callejuelas laterales de Lőcse/Levoča, en el incandescente Gönc, donde estuve buscando una estación de tren que resultó ser un edificio vacío y en ruinas, y hasta la noche no salía ningún tren. Lo mismo en Vilmány, en un andén abandonado en medio de los campos infinitos sumergidos en un calor sofocante, lo mismo en la plaza del mercado de Dilyatin, donde unas ancianas vendían tabaco, lo mismo en Kvasy, donde el tren ya se había ido y no había ni un alma alrededor, a pesar de que las casas estaban pegadas unas a otras. Y en Solotvyn, en medio de los pozos mineros inmóviles y cubiertos de un polvo salino, y en Dukla, donde del desfiladero soplaba un viento pesado y monótono. En todos esos lugares, sobre la pantalla transparente del espacio se superponía el André Kertész de 1921, como si justamente entonces se hubiera parado el tiempo y a causa de ello el presente resultara un error, una burla o una traición, como si mi presencia en esos lugares fuera un anacronismo y un escándalo por haber venido del futuro, lo cual, aparte de no convertirme en más listo, me hacía estar más asustado. El espacio de esta foto me hipnotiza y todos mis viajes sirven tan solo para al final encontrar el acceso oculto a su interior.

25 septiembre, 2012

Catedral «steampunk»





Drohobycz. Mientras tomamos estas fotos, un anciano arrastra los pies fuera de la cabina donde guarda la motosierra y un montón de arena. «Es fascinante», decimos entusiasmados. «Está en construcción desde hace nueve años», responde con orgullo. «Va poco a poco... cuando hay algo de dinero para seguir». Saca un impreso para recaudar donaciones en el que se puede ver el plano ideal previsto para el final de las obras. Cualquier idea imaginable es inferior a esta maravilla que crece ante mis ojos. Si algún día la obra se culmina, Ucrania será aún más pobre pero con una maravillosa obra de arte steampunk.


19 septiembre, 2012

Inscriptiones



En la manifestación del pasado sábado en Madrid nos sorprendieron dos cosas –aparte de la gran cantidad de gente que asistió llenando la Plaza de Colón y desbordando las calles de alrededor: cómo las camisetas se han convertido en el vehículo principal de expresión de la protesta, muchas veces en tono humorístico, y la frecuencia con que los textos —tanto en las camisetas como en pancartas— estaban escritos en las diversas lenguas del estado, especialmente en catalán.


Era una manifestación que hacía confluir en la Plaza de Colón las protestas separadas de los distintos grupos profesionales más directamente afectados por los recortes que el gobierno ha aplicado a los núcleos básicos del «estado del bienestar». Así, la sanidad y la educación, ambas con el color verde como distintivo, fueron los sectores más visibles.


A Madrid siempre se le puede aplicar esa metáfora machadiana, un poco cursi, de «rompeolas de todas las Españas». A quienes no somos de Madrid sino de los territorios periféricos que utilizan el nombre de Madrid como metonimia de todos los males políticos y económicos del país, cuando estamos unos días en esa ciudad nos sorprende no ver al demonio saltar detrás de cada farola, y comprobamos una vez más el espíritu abierto y acogedor de los madrileños, la hospitalidad general de una ciudad que tiene tan poco que ver con sus gobernantes.

«Barbaridad [por Comunidad] valenciana. Consejería de especulación» (catalán).

Al día siguiente Esperanza Aguirre, la presidenta de Madrid, dimitió. No debió ser por la manifestación del sábado, pero podemos dar fe de que allí se la nombró con muy poco cariño durante un par largo de horas.

«No tengo miedo» (catalán)

«Defendamos nuestros derechos. ¡No callemos!» (catalán)

«¡Vamos!» (euskera)


«Je est un autre», al pie de La Cibeles.


Y al final, en algún parque, en un bar o en la acogedora cafetería del Museo del Prado, como este caso, siempre habrá un rincón tranquilo donde descansar.

18 septiembre, 2012

Año nuevo en Uman



La calle Pushkin está a cinco minutos y dos mil kilómetros del centro de Uman. Si uno parte de la plaza principal construida en el más puro estilo del realismo socialista soviético —que, al contrario de la mayoría de las ciudades ucranianas, todavía conserva una estatua de Lenin— y pasa ante las obras maestras de la arquitectura historicista rusa en ladrillo, a lo largo de la Sadovaya, verá con asombro que los letreros rusos se mezclan progresivamente con otros en hebreo. Y cuando llegue al final de la calle Pushkin, los caracteres cirílicos habrán desaparecido por completo. Habrá llegado a Jerusalén.


En el ensanchamiento final de la calle, donde el camino empinado desciende hasta la carretera de Odesa, rodeados por bloques prefabricados, con letreros en hebreo, hay puestos de pizza kosher, librerías en hebreo, centros de peregrinación, vendedores de sombreros de piel, y entre los edificios, yendo de acá para allá como en bandadas, hombres jasídicos vestidos de blanco con esos gorros de piel, acompañados de sus hijos, graciosos con los tirabuzones largos, de sus mujeres con pañuelos negros y parloteando a la vez como gorriones, y grupos de peregrinos venidos de Israel o Moscú, los primeros muy tradicionalistas, los segundos en ropa marcadamente alternativa, jóvenes jasídicos con guitarras o libros bajo el brazo en dirección a la casa de la comunidad, estudiantes en la yeshivá con largos abrigos negros, sombrero redondo y gafas de muchas dioptrías que entran y salen del edificio de la escuela, en cuyo centro se alza, cubierta de terciopelo negro bordado en oro, la tumba del rabino Najman de Breslov.


El rabino Najman (1772-1810), bisnieto de Baal Shem Tov, nació en Medzhibozh de Podolia, donde todavía se venera la tumba de su bisabuelo. De allí se trasladó como rabino a la cercana Bratslav —en yidis Breslov—, y después del incendio de la judería se instaló en Uman, donde él mismo diseñó su tumba en el cementerio en que reposan los veinte mil judíos víctimas del levantamiento de Jmelnytsky, en 1648. Como fundador de la rama de Breslov del jasidismo, impulsó una relación simple y amable con Dios, y dio relevancia a la danza y el canto. Predicó la práctica del hitbodedut, la necesidad de retirarse al menos una hora cada día al bosque o al campo para conversar en lengua materna y en términos informales con Dios y fiarle el corazón como si fuera «el mejor amigo»; y propuso que en lugar de pensar en dinastías jasídicas hereditarias, cada jasid buscara el mejor tzadík por sí mismo. De hecho, él nunca nombró a un sucesor. Sus seguidores todavía van en peregrinación a su tumba desde cualquier parte de Rusia, Israel y Estados Unidos.


Miramos alrededor con cierta inseguridad en el gran salón comunitario. Un pequeño jasid viejo, regordete y enérgico se apresura a ayudarme. «¿De Budapest? ¿Leen ustedes ruso? Bien, entonces les ofrezco un Tikkun HaKlali.». La oración para la limpieza fue compuesta por el propio rabino Najman a partir de los versos de diez salmos. Nos conduce adentro del edificio de la escuela, donde unos cincuenta jasids jóvenes están estudiando el Talmud sin mirarnos, y después de revolver un poco la estantería junto a la tumba del rabino Najman, saca un papel impreso en hebreo y ruso. «No creerá lo efectiva que es. Antes de venir aquí sufrí dos ataques al corazón, pero desde que la recité ante la tumba del rabino vivo en la abundancia». Le prometemos estudiarla.


Un duro corte en el centenario peregrinaje a Uman tuvo lugar cuando, tras la guerra polaco-soviética, la ciudad se convirtió en frontera terrestre de la Unión Soviética, una ciudad clausurada donde estaba prohibido el paso a los extranjeros y castigado cualquier tipo de reunión de los habitantes. Sin embargo, los jasids siguieron viniendo aquí en secreto, incluso arriesgándose a una ejecución inmediata o a la deportación. Desde la década de los 90 la peregrinación vuelve a ser libre. Varios miles de miembros de la poderosa comunidad jasídica se han establecido en torno a la tumba del rabino Najman, y un número cada vez mayor de peregrinos extranjeros regresan cada Año Nuevo para la fiesta de Rosh Hashanah, señalada como la mayor fiesta de los jasids de Breslov por el propio rabino Najman. El año pasado se congregaron veintiséis mil personas, aparte de los locales. El número de los que llegaron ayer sólo lo sabremos en los próximos días. Mientras tanto podemos ver un reportaje fotográfico de Oleg Stelmakh, de Kiev sobre esta fiesta de los peregrinos jasídicos de Rosh Hashaná, en Uman.






11 septiembre, 2012

Patios de Odesa



La Calle Polaca (que desde mayo de 2010 lleva el nombre del presidente polaco Lech Kaczynski, muerto en el accidente aéreo de Smolensk) es una de las más antiguas de Odesa. Ya figura en el mapa de 1805, publicado diez años después de la fundación de la ciudad —según escribe Anton Polyakov. En muchas de sus viviendas -por ejemplo, las de la casa número 5 visible aquí abajo, escenario de varias películas ambientadas en Odesa— hay escaleras secretas y pasadizos subterráneos que conducen hasta el puerto cercano. Estas casas, que vieron tiempos mejores, dieron cobijo a toda una serie de personajes de renombre cuando la ciudad vivía su edad de oro. Su memoria ya solo la guardan las paredes y algunas webs mantenidas por vecinos enamorados de Odesa. Pronto diremos algunas cosas sobre ellos.




10 septiembre, 2012

Carta



Hafez, muerto hace ahora seiscientos años, está tan vivo entre los persas como quizás ningún otro poeta clásico en cualquier otra nación. En el solsticio de primavera un tomo con sus obras se coloca sobre la mesa de Año Nuevo en vez del Corán, sus poemas se recitan de memoria y suenan como si fueran canciones populares. Y como notó en el siglo XIX el gran investigador húngaro del mundo islámico Ármin Vámbéry, esos poemas los cantaban hasta los arrieros al cruzar los pasos del Taurus.

Hoy los poemas de Hafez son a menudo cantados incluso por grupos persas actuales, y en una amplia gama de registros, desde la música clásica persa hasta el heavy metal. A menudo hemos pensado en lo bueno que sería traducir los textos de Hafez y colocar al lado sus versiones musicales modernas, cosa que demostraría cómo se le considera un poeta vivo más que un oscuro vestigio literario medieval, y cómo sus poemas todavía son capaces de adaptarse a formas musicales inesperadas.


Y ahora tenemos la oportunidad de comenzar a hacerlo. En Año Nuevo —el nuestro— apareció un nuevo álbum titulado الکی Alaki «Espurio», de Mohsen Namjoo, conocido como «el Bob Dylan persa» por la prensa de Teherángeles, el populoso barrio de casi un millón de persas de Los Angeles. Más adelante quisiéramos escribir sobre Namjoo y la «poesía cantada» persa en general, que experimenta, con mayor o menor fortuna, la combinación de la música clásica persa con la música pop moderna, y también, curiosamente, con la música del Mediterráneo europeo, utilizando desde el laúd renacentista a la guitarra flamenca (ya vimos una muestra aquí). De momento sólo publicamos la tercera canción del nuevo álbum que, con el título نامه Nâme, «Carta», canta el principio del poema de Hafez از خون دل Az khun-e del, «De la sangre de mi corazón».

Una peculiaridad de este poema es que sigue una estructura poética medieval persa conocida como mulammaʿ, es decir «mixta»: sus versos impares están en persa, y sus versos pares en árabe. Más allá de la curiosidad filológica, esta dualidad ofrece al poeta la posibilidad —también explotada por el cantante— de, en contraste con la relativa moderación y sobriedad de los versos persas, cimentados en consonantes y aliteraciones, dar vía libre a las emociones y la desesperación en los versos árabes. También es interesante observar que los versos árabes suelen expresar un tipo de sabiduría proverbial —que asimismo podría conocer la audiencia persa no hablante del árabe a través del Corán y de la tradición religiosa-. En la transcripción romanizada del texto persa reproducimos en ocasiones la pronunciación intencionalmente arcaica, no registrada en la letra publicada (por ejemplo, nâma en lugar de nâme), y en el texto árabe (en cursiva) la característica pronunciación del «árabe persa», es decir, cómo los persas pronuncian el texto en árabe, por ejemplo, al rezar en árabe. El término talib en el último versículo significa tanto «estudiante» como «buscador»: aquel que busca la verdad, así como el que busca el amor.



Hafez – Mohsen Namjoo: Nâme – Carta


انی رایت دهرا من هجرک القیامه
لیست دموع عینی هذا لنا العلامه
من جرب المجرب حلت به الندامه
و الله ما راینا حبا بلا ملامه
فی بعدها عذاب فی قربها السلامه
حتی یذوق منه کاسا من الکرامه
از خون دل نوشتم نزدیک دوست نامه
دارم من از فراقش در دیده صد علامت
هر چند کازمودم از وی نبود سودم
گفتم ملامت آید گر گرد دوست گردم
پرسیدم از طبیبی احوال دوست گفتا
حافظ چو طالب آمد جامی به جان شیرین

Az khun-e del neveshtam nazdik-e dust nâma
enni raayt o dahra men hejrek al-qiyâma
dâram man az farâghasht dar dide sad alâmat
laysat dumuʿ o ʿayni hâzâ lanal al-ʿalâma

har chand-o kazmudam az vey nabud sudam
man jarrab al-mujarrab hallat beh en-nadâma
goftam malâmat âyad gar gerde dust gardam
vallâh-o mâ raynâ hobba belâ malâma

porsidam az tabibi ahvâl-e dust goftâ
porsidam az tabibi ahvâl-e dust goftâ

fi boʿdehâ azâb-o fi qorbeha as-salâma
fi boʿdehâ azâb-o fi qorbeha as-salâma

khâfez sho talleb âmad jâmi be jân-e shirin
hattâ yezuq-o menho kasa men al-kerâma



con la sangre de mi corazón escribí una carta a mi amada:
cuando estás ausente vivo el Día del Juicio
cien señales de tu ausencia están en mis ojos:
¿Cómo es que mis lágrimas no logran empañarlos?

tantas cuantas veces lo intento, no logro tu recompensa
quienquiera que trate de intentarlo se arrepiente de haberlo probado
dije: seré escarmentado si voy detrás de ti
pero ¡por Dios! ¿quién ha visto alguna vez amor sin escarmiento?

pedí ayuda al médico por culpa de mi amor, y dijo:
«estar a su lado, enfermedad; estar lejos de ella, salud»

ya que Hafez se ha convertido en tu talib, al menos
dale una copa a cambio de su dulce vida
por su vida dale la copa de tu amor