Vendedor tártaro de alubias en el mercado de Bajchisarái, 1920s. Foto de Useyn (Hussein) Bodaninsky. Del archivo de fotos del museo tártaro de Bajchisarái, se vende en postales.
Cuando el kanato tártaro de Crimea, a consecuencia de la guerra ruso-turca de 1768-1774, fue anexado a Rusia, la península fue predominantemente habitada por tártaros, con barrios minoritarios griegos y armenios en las ciudades costeras. La proporción de tártaros disminuyó gradualmente en los dos siglos siguientes. Muchos de ellos –se dice que hasta la mitad– huyeron a Turquía durante las guerras ruso-turcas y después la de Crimea, mientras el gobierno empezaba a establecer en la península pobladores rusos, así como cristianos que huían de los Balcanes: búlgaros, valacos y griegos. En el siglo XIX el gobierno ruso y la Iglesia ortodoxa se esforzaron en promover el pasado cristiano griego y bizantino de la zona, y la serie de magníficos palacios aristocráticos y complejos imperiales construidos a lo largo de la costa sur, de Sebastopol a Yalta, también buscaba subrayar el carácter ruso de Crimea.
El despertar de la cultura tártara se inició en la década de 1880, gracias principalmente a Ismail Bey Gaspırali (en ruso, Gasprinsky, 1851-1914) nativo de Bajchisarái, que dedicó toda su vida a la modernización de la educación y la cultura tártaras, y a la solidaridad entre los pueblos turcos de Rusia. La influyente revista Tercuman (Intérprete, 1883-1918), fundada por él, llegaba a todos los pueblos turcos del imperio, convirtiéndose en todas partes en la fuerza impulsora de la cultura local. En el obituario de Gaspırali, publicado en el número 202 (1915) de la revista, se leía:
«Sí, Tercuman es nuestra literatura nacional, nuestra educación nacional, el tesoro de nuestra historia nacional moderna. ¿Tenemos biblioteca pública nacional? ¿Tenemos museo público nacional? ¿Tenemos academia pública nacional? Lo que tenemos son veintitrés volúmenes de Tercuman. Este es nuestro gran tesoro nacional.»
Derecha: İsmail Bey Gaspırali. Izquierda: cartel del Molla Nasreddin periódico satírico: Gaspırali (con su Tercüman y la cartilla de tártaro moderna en la mano) se enfrenta a los enemigos del progreso.
La creación de las instituciones enumeradas en el obituario se convirtió en la tarea de la generación posterior a Gaspırali. Entre oras cosas, la fundación de un museo tártaro fue emprendida personalmente por Useyn (Hussein) Bodaninsky (1877-1938). Hijo de un maestro tártaro, él también se graduó en la Escuela Normal tártara de Simferopol, es decir, de Akmescit. Entre 1895 y 1905 estudió en Moscú, en la famosa Universidad de Arte e Industria fundada en 1825 por el barón Stroganov, luego pasó algunos años en París, llegando a ser entre 1911 y 1916 un reconocido y apreciado diseñador de interiores y decorador en San Petersburgo. En 1916 regresó a la península de Crimea donde fue nombrado director del Palacio del Kan en Bajchisarái. Aquí inauguró el museo tártaro, aún hoy presente en dicho palacio.
A principios de los años 20 Bodaninsky y sus colegas fueron los primeros en recoger materiales etnográficos e históricos tártaros de Crimea. Trabajaron con tanto ahínco como si intuyeran que no quedaba mucho tiempo. Llevaron a cabo una larga serie de excavaciones arqueológicas en las ciudades de cuevas habitadas por los tártaros en el siglo XVI y en los antiguos cementerios, y fotografiaron sistemáticamente las aldeas tradicionales tártaras, su artesanía, fiestas y costumbres. En sus fotos todavía reconocemos los rasgos principales de la Bajchisarái moderna, pero sin esas fotos no se no podría concebir ya la antigua vida de la ciudad, centro cultural de los tártaros de Crimea.
En 1934 Bodaninsky fue relevado del museo. En los años siguientes vivió de su trabajo de decorador en Moscú y Tbilisi. Allí fue arrestado y el 17 de abril de 1938, en Simferopol, ejecutado por cargos falsos. Se desconoce la ubicación de su tumba y nunca ha sido rehabilitado. El 18 de mayo de 1944 toda la población tártara de Crimea fue deportada a Uzbekistán, donde en los dos primeros años casi la mitad de ellos murieron. Sus casas fueron ocupadas por los recién llegados de Rusia y Ucrania. De su cultura material nos queda sólo lo que Bodaninsky y sus colegas lograron recopilar en dos décadas, lo que podemos ver en estas fotos.