En efecto, las noticias falsas arrojadas desde los puestos más altos y autorizados sobre las desorientadas cabezas del vulgo –hoy una eficaz arma política que hemos dado en designar con el inglés fake news– tienen larga tradición. Los predicadores de nuestro Siglo de Oro, claro está, fueron bien conscientes de la fuerza de su palabra sobre el oyente devoto o ingenuo. Sabían que de las patrañas lanzadas desde el púlpito algo quedaría siempre rodando de boca en boca. Y no solo desde el púlpito: los inverificables «me han contado que…», «he oído decir…» o «sé de buena fuente que…» alcanzan vida eterna en calles y plazas, engordando a veces las más temibles reacciones.
El humanista Juan de Valdés (1505-1541) escribió una aguda carta al gran Erasmo de Rotterdam donde le revelaba una curiosa fake new que corría acerca de su esforzado traductor al español, el palentino Alonso Fernández de Madrid, más conocido como el Arcediano de Alcor (1474-1559), a quien Valdés tenía en gran estima («…el Enquiridión de Erasmo que romançó el Arcidiano del Alcor, que a mi parecer puede competir con el latino, quanto al estilo...», Diálogo de la lengua).
Vale la pena recordar la misiva, otra muestra más de la vivísima comunicación de aquellos humanistas, miembros de una República de las Letras que quisieron construir como un espacio superior de debate y convivencia (aunque no siempre pacífica). La carta está escrita en el momento en que las hostilidades hacia la obra de Erasmo se empiezan a declarar con virulencia en España y atacaban ahora a este Enquiridión o manual del caballero cristiano (1ª ed. 1526) que iba ganando una gran divulgación. Atendemos a la actitud crítica de Juan de Valdés, pero sobre todo nos atrapa su sentido de la realidad y su forma abierta, llena de inteligente humor, de enfocar los conflictos por encima de los manejos de aquella «gente oscura», como la llamaba el propio Erasmo (en la anécdota de esta carta interviene un franciscano. Léase luego la equilibrada ironía, siempre unida a serias observaciones, que dedica a esta orden el diálogo erasmiano Mendicantes ricos. Los franciscanos –Colloquia, 1ª ed., 1524–). He aquí el texto de Juan de Valdés:
A Erasmo
[Palencia, 23 de diciembre de 1527]
Opinor tibi esse auditum Archidiaconi Alcori nomen qui Enchiridion Hispanum fecit. Hoc quantum invidiae et autori et interpreti conflarit nec pueri ignorant, nisi qui nondum aere lavantur. Nec dubito, si liceret, quin utrumque monachi deglutirent. Ex his unus aliquis Ordinis divi Francisci habebat concionem in oppido quodam Palantiae proximo. Post illa publica verba quae ab istis in concionibus dici solent, coepit in Erasmi nomen debacchari: quod monachis non est novum. Atque hoc commento homines ab Erasmnica lectione deterrere conabatur. «Ecquid» inquit «isti expectant qui Erasmi Cherrion aut Chicharron prae manibus habet? qui in conciliabulis et viis publicis assidue legunt? quum elapsis diebus Archidiaconus del Alcor, ille, inquam, qui Eras. Enchiridion vertit, subito terrae hiatu fuerit absorptus». Omnes siquidem credebant rem vere accidisse. Aderat forte quidam qui habuit illac iter, quaestor diplomatum: qui Franciscani commentum in publica concione sic explanavit: «Verissimum est» inquit «terram subito hiatu Archidiaconum Alcor devorasse, it eum a monachis, pessimo hominum genere, separaret. Sed tamen revomuit Palantiae, ubi ego heri illum sanum et salvum vidi».
Traducción
Pienso que habrás oído el nombre del Arcediano de Alcor que españolizó el Enquiridión de Erasmo. Ni siquiera los muchachos ignoran cuánta odiosidad suscitó contra el autor y el intérprete. No dudo que si los frailes pudieran devorarían al uno y al otro. Uno de estos, religioso de la Orden de San Francisco, predicaba en una población cerca de Palencia. A continuación de aquellas palabras que esta gente acostumbra decir en sus sermones, empezó a desatinar furiosamente contra el nombre de Erasmo, cosa que no es nueva en los púlpitos ni en los claustros. Con esa invención suya, se proponía ajenar el espíritu de los oyentes de la lectura de las obras de Erasmo. «¿Qué esperan estos que no dejan caer de sus manos ese Cherrión o Chicharrón, que lo leen continuamente en reuniones y calles públicas, cuando uno de los pasados días la tierra se abrió y tragó al Arcediano de Alcor, aquél, digo, que tradujo el Enquiridión de Erasmo?». Todos creyeron en la realidad del hecho. Casualmente estaba allí de paso un recaudador de diplomas [bulas de la Cruzada], que dio, en el sermón mismo, esta referencia de la invención del franciscano: «Es verdad verdaderísima que la tierra se abrió repentinamente y se tragó al Arcediano de Alcor, pero fue para separarlo de la mala compañía de los frailes, la más rahez del mundo. Pero, no obstante, lo ha vomitado en Palencia, donde yo, ayer mismo, lo vi sano y salvo».
Narratio regionum Indicarum per Hispanos quosdam deuastatarum verissima priùs quidem per episcopum Bartholemaeum Casaum, natione Hispanum Hispanicè conscripta, & anno 1551. Hispali, Hispanicè, anno verò hoc 1598 Latinè excusa. Francofurti. Sumptibus Theodori de Bry, & Ioannis Saute typis. Anno M.D.XCVIII. Nota: En este ámbito de las guerras de información, no podemos ignorar cómo está activa y aún llena de amargura la disputa ideológica alrededor de la «Leyenda Negra», con dos libros recientes, el segundo de hace pocos meses: Imperiofobia y Leyenda Negra. Roma, Rusia Estados Unidos y el Imperio español, de M. E. Roca Barea, y la respuesta directa de J. L. Villacañas, Imperiofilia y el populismo nacional-católico.
Aunque sin hacer que se lo tragara la tierra, años más tarde Jonathan Swift también mató sobre el papel, con bastante éxito, a un contrincante ideológico. Bajo el pseudónimo de Isaac Bickerstaff, Swift predijo la muerte de John Partridge en un folleto titulado Predictions for the Year 1708 («He consultado la estrella de su natividad con mi propia regla, y va a morir sin duda alguna el próximo 29 de marzo, a las 11 de la noche aproximadamente, de una fiebre terrible»). Acontecimiento que confirmó después en un segundo panfleto, The Accomplishment of the first of Mr. Bickerstaff's Predictions. Being an Account of the Death of Mr. Partridge. La gente daba por la calle las condolencias a la irritada señora Partridge y un sacerdote fue a verla para proponerle preparar el funeral... Un efecto a distancia de esta maniobra de Swift fue que la Inquisición española ordenó quemar los libros de aquel Mr. Bickerstaff por brujería, dado su certero y sin duda demoníaco poder de profecía. No hace falta comentar lo que le costó a Partridge volver a la vida cuando hasta la Compañía de Impresores ya lo había borrado de su registro de autores en ejercicio.