Yuval Harari escribe en Sapiens que el verdadero último gran invento de los hombres fue la agricultura, que transformó por completo la sociedad humana. Es bien sabido: hace ocho mil años, durante el proceso que se ha llamado la Revolución Neolítica, la humanidad pasaría de ser una red dispersa de cazadores libres a una compleja organización de producción, cuya eficiencia en la obtención de calorías aumentó enormemente pero cuyo mantenimiento exigía a la vez toda la energía disponible
El principal resultado y emblema de esta nueva situación es el pan, que, además de su función primaria de aportar energía y nutrir, fue pronto el símbolo más completo de la actividad propiamente humana por excelencia: la comunicación. Lo ha contado de manera admirable Predrag Matvejević. Donar y ofrecer pan, y recibirlo, acompaña los momentos más significativos de la interacción humana y divina. Y desde el Neolítico en adelante encontraremos miles de sellos que refuerzan este papel comunicativo del pan según diversos patrones.
En la mayoría de las culturas europeas, panes, tortas, hogazas, obleas o pasteles con estos sellos y figuras han ido desapareciendo. Pero en Cerdeña, donde otros aspectos neolíticos aún alientan en la vida cotidiana y persiste su presencia en miles de imponentes edificios de piedra, la ofrenda y entrega de panes decorados –su coccoi pintau– sigue siendo parte importante de la fiesta. Y sus diseños a menudo recuerdan los motivos neolíticos.
Las fotos de los panes y las otras de archivo provienen de la exposición del Museo Etnográfico de Nuoro
Los panes festivos suelen consagrarse en la iglesia antes de regalarlos. En tales casos, el sacerdote y los pobres de la comunidad también recibirán su parte. Cervantes usa en varias ocasiones la expresión «son tortas y pan pintado» para indicar algo que ha sido fácil de conseguir (p.e. Quijote II, 2). El origen de esta expresión es oscuro y poco aclarado por los anotadores cervantinos. ¿Tendrá relación con lo que aquí vemos y contamos del pan pintau sardo?
Una de las ocasiones festivas por antonomasia es, desde luego, una boda. En los tres días previos, las parientes femeninas –sas manus bellas, «las manos bellas»– se reúnen en casa de la novia para preparar juntas el pan nupcial. El trabajo suele ir acompañado de música y baile, por lo que también se puede considerar una especie de despedida de soltera. Los invitados recibirán los preciosos panes que se reparten en la casa donde se celebra la fiesta. Y se suelen guardar como recuerdo colocándolos bien visibles en la pared o en una vitrina. Visité el hogar de una anciana sarda cuya pared principal estaba cubierta con esos panes y era capaz de relatar toda su vida a partir de los recuerdos que cada pan tenía encadenados.
Un pan en forma de niño se suele entregar como regalo de bautismo.
A veces –como en otros lugares de Europa– se hornean huevos junto con el pan de Pascua, símbolos de la fertilidad y riqueza deseadas.
El Día de los Muertos y en otras ocasiones en que se visite el cementerio, los difuntos también reciben un pan festivo como símbolo de unidad familiar. El valor alimenticio de este pan, por tanto, ha cedido completamente al simbólico y su decoración es aún más acusada puesto que permanecerá en la tumba durante cierto tiempo expuesto a la mirada crítica de los otros visitantes.
Una de las ocasiones más importantes para ofrecer el pan festivo es el Día de san Marcos, el 25 de abril, cuando los rebaños son llevados a los pastos de montaña. Este día los pastores, sus familiares y los dueños de los rebaños se reúnen en una misa de despedida en las aisladas iglesias de pastores próximas a los pueblos. Los panes festivos se colocan en platos alrededor del altar y cada pastor llevará consigo un trozo del pan bendito a la montaña.
Finalmente, la decoración del pan propia del Año Nuevo representa la riqueza y la prosperidad que se desea. Las simbolizan las figuras de animales domésticos, gallinas, ovejas, cabras. O, de hecho, el mismo pan, en forma de otros muchos pequeños panes, espigas de maíz y grano colocadas sobre el pan decorado como el principal símbolo de abundancia.
El «pan hermoso» en Cerdeña