19 junio, 2007

Polvo eres

Se han escrito miles de páginas sobre la peculiar tendencia hispánica hacia lo macabro, la contemplación de la muerte, el sentimiento de fugacidad, el pesimismo y la melancolía. Es cierto en nuestro Barroco, y más aún en buena parte del Barroco andaluz. En nuestros trabajos hemos cubierto varias veces estos asuntos: desde la publicación de un Ars moriendi medieval (Zaragoza: Pablo Hurus, c. 1479-1484, pueden descargarse aquí sus grabados) y el excelente estudio sobre la melancolía barroca de Fernando R. de la Flor, Era melancólica. Figuras del imaginario barroco —ambos en la colección «Medio Maravedí»—, hasta la inclusión del espectacular Espejo de la Muerte de Carlos Bundeto (Amberes: Jorgio Gallet, 1700) en nuestro CD de Emblemas españoles: he aquí el primero y el último de sus 41 grabados.

















Viene al caso este recuerdo porque en una rápida visita a Córdoba y Sevilla el pasado fin de semana nos topamos con una última muestra sorprendente de este espíritu. No hablamos de cosas como este epitafio tan seco y explícito que se encuentra en el suelo de la Mezquita de Córdoba. Por la disposición de las lápidas puede deducirse que la tumba del Canónigo don Andrés Henríquez es posterior a la de su hermana, así que esas duras palabras, sin ni un signo de piedad o esperanza cristianas, debió autorizarlas él. Pero es otra la inscriptio que nos llamó la atención. En Sevilla, alguien se molestó en meterse en un resto del foso del Alcázar para estampar allí, en una puerta tapiada de la muralla de difícil acceso aunque bien visible a todos, este emblema tan limpiamente elaborado y lanzar su rotundo mensaje admonitorio a los infinitos transeúntes que pasan desapercibidos y olvidados de su condición mortal. Gracias por el aviso, amigo. Hemos tomado nota y difundimos tu mensaje.
















01 junio, 2007

Lexicografía, postguerra y cartas familiares

En 1943, Antonia Suau (mi abuela materna) obtuvo la cátedra de lengua y literatura españolas en el Instituto de Bilbao. En 1938, en plena Guerra Civil, a la vez había tenido una hija (mi madre), se había quedado viuda y había tenido que salir del Madrid asediado perdiendo definitivamente casi todo lo que había sido su vida hasta entonces. Recuperada de la depuración sufrida junto a tantos otros intelectuales que habían trabajado activamente en el proyecto pedagógico republicano, en aquel año oscuro de 1943 pudo estabilizar de nuevo —aunque siempre parcialmente— su vida. Uno de los pocos contactos que mantuvo después de la Guerra fue el de don Samuel Gili Gaya, también recluido en una especie de exilio interior. Con él había colaborado muy estrechamente como profesora del Instituto Escuela de Madrid («la más importante experiencia pedagógica de nuestro país en todos los tiempos», dirá él mismo años después) y en el Centro de Estudios Históricos, donde elaboró algunas papeletas para los glosarios de documentos de los siglos XI al XV que dirigía Américo Castro... Pero no se trata aquí de contar todo esto en detalle, sino solo de dar como pequeña curiosidad un autógrafo (obviamente inédito) de don Samuel.

Es una de las cartas dirigidas a Antonia Suau desde Torrelavega, donde Gili Gaya fue catedrático hasta su jubilación. Ahora estamos en 1945. Su lectura es suficientemente explícita sobre las condiciones de vida, el ambiente y las aspiraciones de algunas personas cuyas carreras se hicieron tan difíciles en el primer franquismo. Él también había sido víctima del frenesí depurativo, acusado de cosas tan terribles como «catalanista» (y quizá sea ésta la razón de que las cartas todavía próximas al fin de la Guerra estén en castellano, y solo hacia los años 60 pasen a estar en catalán). Pero nunca, ni siquiera durante los años de guerra, dejó de trabajar y publicar acerca de sus grandes empeños. Uno de los más absorbentes era la lexicografía, y sobre ella va el núcleo de esta carta. En estas líneas, desde luego, hay más cosas. Nosotros, en Studiolum, solo queremos hoy rendir un muy modesto homenaje de agradecimiento: son figuras que nos sirven de estímulo cuando, en un mundo tan diferente como el de 2007, emprendemos algunas tareas conectadas con aquéllas.



SAMUEL GILI GAYA
Catedrático

Instituto Nacional de Enseñanza Media
TORRELAVEGA 3 octubre 1945

Dª Mª Antonia Suau
Bilbao

Mi querida amiga y compañera: Escribo a Vd. para pedirle su ayuda en una pequeña cuestión filológica. Trato de averiguar la etimología de coruja, curuca o curuja, nombre con que en varios lugares de España se conoce a la lechuza (Strix flammea), en cat. òliva. Tengo sospechas de que tenga origen vasco, y por ello le ruego pregunte por ahí si es voz viva en el vascuence actual. Como tengo que trabajar sin libros, le pido también que mire en el Diccionario vasco del P. Azkue, a ver si registra estas formas u otras parecidas.

Otra pregunta: la palabra sorguina = hechicera en vasco. Me interesaría saber si en la imaginación popular la sorguina es hermosa y benéfica como el hada, o si está más cerca de la fealdad y maleficio de la bruja. Contés-


teme cuando buenamente pueda y quiera. No hay prisa.
¿Qué tal le va por Bilbao? ¿Está con Vd. la niña o en Mallorca?
Yo sigo en mi destierro, con la esperanza de que mi sordera me facilite la jubilación a fines del curso que ahora empezamos. Entonces llegará mi liberación. Trabajo mucho en tareas más industriales que científicas, revisando diccionarios para un editor de Barcelona. Aunque es faena pesadota y aburrida, me produce buenos ingresos para compensar el déficit que me causa la separación de mi familia. Para cuando me jubile, tengo un programa muy extenso de trabajos de investigación que ahora no puedo hacer por falta de instrumentos de trabajo en este pueblo.
Cuénteme sus cosas profesionales y personales. Las leeré con el agrado de siempre, y el deseo de su satisfacción y prosperidad. Reciba un saludo muy cordial de su viejo amigo y compañero.
Samuel Gili

Publiqué en México un Curso superior de sintaxis española. Quise mandarle un ejemplar dedicado; pero me llegan de allá con tal escasez y lentitud, que no he podido hacerlo por ahora. Espero que en cuanto se aviven las comunicaciones y transportes, podré enviarle uno.