07 julio, 2009

El cementerio armenio de Julfa


Mientras el estado iraní remoza las iglesias armenias del norte de Irán y las propone para engrosar la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, unos cien metros más allá, al otro lado del río que marca la frontera, se hace todo lo posible para que desaparezcan sin dejar ni rastro.


El río Aras es frontera desde 1828, cuando la expansión del imperio ruso conquistó el norte de Azerbaiyán, y luego Armenia, a Persia, donde había estado integrada durante dos milenios y medio. La nueva frontera partió en dos la ciudad de Julfa, que se extendia por ambas riberas del río, unidas por el puente de piedra al que cantó Virgilio —pontem indignatus Araxes—. Por entonces, con todo, la ciudad ya ni recordaba su edad de oro, cuando fue el principal enlace comercial entre Persia y Europa.

El mapa de Wikipedia marca en negro la frontera de 1813. La frontera oficial desde 1828 es prolongación de la anterior, siguiendo el Aras a lo largo del borde sur de Armenia.

En el siglo XVI los comerciantes armenios de Julfa eran compradores de seda cruda, el producto más preciado de Persia, y desde allí lo repartían a toda Europa. Mantenían casas comerciales de Alepo a Amsterdam, pasando por Venecia. Los viajeros europeos describían Julfa como una ciudad asombrosamente rica, con siete iglesias y tres mil casas de piedra. La opulencia de la ciudad la atestiguaba sobre todo su cementerio, donde se llegaron a contar hasta diez mil khachkars, tumbas del tamaño de un hombre diestramente talladas en piedra.



La edad de oro de Julfa terminó de golpe. Durante las guerras turco-persas de fines del siglo XVI, el Sha Abbas el Grande advirtió rápidamente que en aquella zona de frontera abierta al imperio otomano no iba a ser capaz de defender la ciudad, auténtica gallina de los huevos de oro. Y así, en 1604 toda la población de la provincia armenia de Nakhichevan fue trasladada a marchas forzadas —unas cien mil personas murieron por el camino— hasta varios cientos de kilómetros al sur, a Isfahan y sus alrededores. En Isfahan los comerciantes armenios hicieron florecer Nueva Julfa, que hoy pervive todavía como barrio armenio, y fueron también las manos de los artesanos armenios las que hicieron de la plaza principal de Isfahan una de las maravillas del mundo. La vieja Julfa de Nakhichevan jamás se recobró. Sus ruinas aún pueden observarse al oeste de la pequeña ciudad que hoy lleva su nombre. Solo el cementerio permaneció intacto en el extremo occidental de la ciudad devastada, sobre el banco del río, con diez mil tumbas de piedra labrada primorosamente.

El cementerio de Julfa hacia 1910 visto desde el oeste. La ciudad estuvo antaño en la margen izquierda del Aras, en la falda de las montañas. En la margen derecha del río, la ribera iraní, sobre una peña todavía permanece la pequeña iglesia armenia conocida como «Iglesia del Pastor» (Kelisâ-ye Chupân) erigida en 1518. Abajo puede verse la foto probablemente más antigua del del cementerio, tomada por B. Chantre: A travers l'Arménie russe (París, 1983), procedente de aquí.

Julfa, örmény temető, B. Cantre fotója, 1893
El nombre de Nakhichevan significa en armenio «Lugar del descenso»: Noé, sus hijos y todos los animales de la tierra se apearon aquí del Arca recién atracada en la cima del cercano monte Ararat. Fue provincia puramente armenia hasta 1604, cuando la gran emigración. El lugar de los armenios deportados fue ocupado por tribus de pastores turcos y, más tarde, el Sha enviaría allá también tribus turcas para defender las fronteras. Desde entonces, los armenios que consiguieron permanecer, más aquellos que volvieron furtivamente, sumaron una insignificante minoría respecto a los azerís turcos, quienes —convenientemente inspirados por el genocidio armenio de Turquía de 1915— a su vez cometieron masacres contra ellos. Luego, en 1920, el nuevo poder soviético se anexionó el territorio, desde Armenia hasta Azerbaiyán, como provincia autónoma. En 1979 solo quedaba allá un 1,4% de armenios, donde un siglo antes llegaron al 40% de la población. Tras la guerra de Karabaj desapareció incluso este último resto. Solo quedó el cementerio.


Las primeras fotos del lugar —treinta y ocho— fueron tomadas en 1928 por Jurgis Baltrušaitis, el famoso historiador del arte (La Edad Media fantástica), poeta y embajador de Lituania en la Unión Soviética: es el testimonio gráfico más completo del cementerio en un territorio de frontera estrictamente controlado por el ejército soviético. Sus fotos se publicaron en Lisboa (gracias a la fundación Calouste Gulbenkian), acompañadas de un texto de Dickran Kouymjian, en 1986. Todo ello puede descargarse en pdf de la web djulfa.com, dedicada al lugar.

Una de las fotos de Baltrušaitis

El último en ver el cementerio fue el arquitecto escocés Steven Sim, en agosto de 2005. Mientras visitaba los monumentos armenios de Nakhichevan se encontró con que todas las iglesias medievales armenias de la provincia habían sido arrasadas, y solo debían haber pasado dos o tres años, pues sobre las ruinas apenas había crecido vegetación. Sin embargo, todavía pudo ver el cementerio de Julfa intacto desde el tren que corre a lo largo del cauce del río. Los guardias del tren le prohibieron sacar fotos, y más tarde acabarían arrestándole y expulsándole del país.


Mientras paseaba por Irán y me acercaba a los monumentos armenios desde el sur, pensé que en mi próximo viaje yo también iría allá, cruzaría el puente y fotografiaría aquellas tumbas. Demasiado tarde. El cementerio de Julfa fue destruido justo el día de mi 40 aniversario. Es inquietante pensar que mientras un grupo internacional de amigos me sorprendían con vinos italianos y españoles, el ejército azerí en la ribera del río Aras estaba reduciendo a polvo uno de los monumentos más ricos de la cultura armenia y cargando los escombros en camiones, aquellos días 15 a 17 de diciembre de 2005. La destrucción fue grabada desde el lado iraní del río por los armenios locales. El vídeo de abajo lo montó Sarah Pickman a partir de aquellas imágenes, y también ella fue la primera en notificar los hechos a Archaeology.


El Parlamento Europeo condenó la destrucción en una resolución de 16 de febrero de 2006 y propuso enviar una delegación a la zona, iniciativa hasta ahora obstaculizada por el gobierno azerí. «Mentira y provocación», declaró el presidente azerí, Ilham Aliev. «Ningún monumento armenio ha sido destruido, pues nunca ha habido armenios en Nakhichevan».


Los miembros azerís y de Nakhichevan del Institute for War and Peace Reporting publicaron el primer reportaje rápido en abril de 2006, donde daban cuenta de la absoluta destrucción del cementerio. Un campo de tiro militar ha sido instalado en aquel lugar.




La memoria de los khachkars ha sido preservada por el Djulfa Virtual Memorial Museum.


Hasmik Harutyunyan: Canción de cuna de Tigranakert (5'53"). Del álbum Armenian Lullabies (2004)

2 comentarios:

Anonymous dijo...

!Qué barbaridad! Este atentado sólo se puede comparar, modernamente, a la destrucción de aquellas grandes estátuas de Buda por los Talibanes en Afganistán.

Cementerio dijo...

Qué buenas fotos e información. Gracias.