26 agosto, 2010

Lesko, cementerio judío


El cementerio judío de Lesko se extiende por toda una colina al norte de la sinagoga sefardí. Está considerado como uno de los mayores cementerios judíos de Polonia. Incluso después de la destrucción de 1942 más de dos mil tumbas permanecieron intactas. Ahora las destroza el tiempo. La mayor parte del cementerio —salvo en la entrada, con la tumba de los mártires de Belzec, y en un claro de la parte central con las tumbas de los rabinos de Lesko, que aún atraen a visitantes de todo el mundo— se ha dejado cubrir de maleza, las lápidas se hunden en la tierra y el musgo y los líquenes ocultan las inscripciones y corroen los relieves. Suena como si a los habitantes de la moderna Lesko les importara poco la preservación de su historia. Ver la decadencia apena, pero si la comparamos con la Disneylandia en que se ha convertido el viejo gueto de Cracovia, este lugar aún se parece al mundo real.

Al ser tan escasas las publicaciones sobre el cementerio de Lesko, ofrecemos aquí todas las fotos
que podemos, incluso si son de baja calidad —desgraciadamente hay más de una así,
pues llegamos al cementerio con la luz del crepúsculo y lloviznando

Nada más cruzar la verja encontramos las tumbas más primitivas. Según atestiguan sus inscripciones no son mucho más recientes que la propia comunidad judía de Lesko, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XVI. La más antigua que pudimos leer está fechada en 1599.

La última línea de la inscripción contiene la fecha hebrea de 5359, correspondiente al año 1599

A la izquierda: «Aquí / está oculta la querida / Ester, / […] hija de Judá».

Estas primeras lápidas carecen de imágenes pero la caligrafía de sus inscripciones es excepcionalmente hermosa. A pesar de que la comunidad de Lesko la fundaran judíos sefardíes, el impacto del ambiente cultural askenazí tuvo que ser muy fuerte pues estas lápidas —al contrario que las sefardíes tradicionales, tumbadas en tierra— están colocadas de pie, y la mayoría muestra una caligrafía askenazí de bella factura clásica. Las inscripciones son lacónicas: el nombre del fallecido y la fecha de su muerte se enmarcan en las fórmulas tradicionales «Aquí está oculto/a» y «Que su alma se recoja (o se una) en el haz de la vida».

Aquí está oculta / La querida y honorable / Mujer, Gitl, / hija de Rabí Jacob / de bendita memoria /
Enterrada en / […] 5362 (1602)

Dos tumbas de mujer, la fecha de la izquierda es 5362 (1602)




Aquí / está oculta la querida / y honorable mujer…

Al acabar el siglo XVII la decoración de las lápidas se hace más rica. Aparecen los primeros símbolos que indican la ascendencia y condición de los fallecidos. Las tumbas de los Kohanim —descendientes del sumo sacerdote Aarón— se identifican por dos manos elevadas en actitud de bendición sacerdotal.




Tumba de un Kohen con las manos unidas para la bendición.
Inscripción: La Corona del Sacerdocio.

En los tiempos del templo de Jerusalén, los ayudantes de los sumos sacerdotes pertenecían a la tribu de Leví. Al igual que los Kohanim, hacen visible su ascendencia. Sus tumbas están decoradas con la jarra con la que lavan las manos del sumo sacerdote en el Santuario.




En primer plano, dos tumbas levitas, identificadas por la mano que sostiene el aguamanil.

Esta tumba de un levita de buena familia muestra la inscripción: «Hombre estimado de la familia Horowitz». Sobre el aguamanil, en la parte superior de la lápida, hay una palabra hebrea de tres letras que se pronuncia «Segal». Es la abreviatura común del título de los levitas: «Segan leviyyah», de interpretación problemática. Literalmente significa «el diputado levítico», pero es mejor traducirla como «el príncipe de los levitas» o «el asistente del sumo sacerdote». Se utilizó por primera vez en un documento escrito para la identificación de los levitas en 1070. Posteriormente se convirtió en uno de sus apellidos frecuentes; el famoso pintor Marc Chagall firmaba con una versión francesa de este nombre.


Una interesante pareja es el aguamanil levita y el ciervo que descansa, como se ve en la siguiente lápida. El ciervo puede referirse al nombre hebreo —Tzvi, Naftalí— o al apellido —Hirsch— del difunto.


Las tumbas de las esposas están decoradas a menudo con candelabros de cinco brazos, que hacen referencia a la iluminación de los candelabros festivos y a la piedad de la mujer difunta. En el cementerio de Lesko este símbolo se encuentra en una diversidad fantástica: hay candelabros de tres, cinco y siete brazos en un conjunto de estilos que van del rimbombante barroco a la sobriedad clásica.




Tumba de mujer, con un elaborado candelabro doble.
El nombre de la difunta era Lea

En los siglos XVIII y XIX el arte funerario tuvo un momento de esplendor. En este período se consolidó una escuela de escultores de lápidas en Europa Oriental que llevó las formas del arte barroco culto a un barroco popular luego ampliamente extendido. Esta explosión del arte popular, practicamente sin precedentes, iba en su mayor parte unida a la extensión del jasidismo, que propagó la belleza y el amor a la vida y redescubrió las relaciones entre el hombre y la naturaleza. Una inesperada inundación de joie de vivre se refleja en el nuevo arte popular judío del siglo XVIII que empapó la danza, la música, las ilustraciones y la cerámica, y llegó hasta la labor de los escultores funerarios. Las lápidas de este período presentan una proliferación inédita de símbolos y decoraciones pictóricas. A menudo se hace imposible determinar si cierto elemento de la rica decoración —animales como el águila, el ciervo, el león o la paloma; o una corona, una estantería de libros, una fruta, una flor— es un símbolo o un mero adorno. Quizá fuera más exacto considerarlos como parte de una imaginería o lenguaje visual que despierta toda una serie de asociaciones en los piadosos judíos versados en la Biblia y el Talmud. Por mencionar un solo ejemplo, varias lápidas judías presentan un racimo de uvas. Según el gran maestro del folklore judío, el rabino Sándor Scheiber, simboliza la familia: «Tu esposa es como una fértil viña» (Ps 128:3), mientras que en otros lugares podría ser símbolo de Israel: «Tú arrancaste de Egipto una vid» (Ps 80:9). ¿Cuál es el significado correcto? ¿Qué quiso transmitir aquel maestro de entonces con este símbolo? Es posible toda una larga serie de interpretaciones, y eso hace aún más fascinante el mensaje de estas piedras.

Destaquemos algunos motivos recurrentes en estas lápidas, junto con sus fuentes bíblicas y talmúdicas. Con frecuencia vemos una corona en la parte superior. Se relaciona con un verso del fragmento talmúdico Pirkei Avot: «Hay tres coronas: la corona de la Torá, la corona del sacerdocio y la corona de la realeza, pero la corona del buen nombre las supera a todas». (Avot 4:17)





En algunas coronas de Lesko, el escultor también añadió una inscripción indicando a cuál de los cuatro tipos pertenece: normalmente es la corona del buen nombre, pero las tumbas de los Kohanim mostrarán naturalmente la corona del sacerdocio.




Coronas del buen nombre

Ambas inscripciones fueron talladas obviamente por el mismo maestro. Los campos
de texto son similares, pero a la izquierda vemos el texto de la corona
del buen nombre, mientras a la derecha se trata de la del sacerdocio.

En algunas lápidas no hay explicación ninguna, pero la misma imagen deshace la ambigüedad. En el caso de esta lápida, que muy probablemente descansa sobre los huesos de un destacado investigador del Talmud, la corona sobre la estantería de libros solo puede ser «la corona de la Torá»:


El difunto tuvo que ser alguien muy instruido si se le podía representar
con una estantería colmada de libros

El águila, el ciervo y el león pueden también aludir a un verso de Pirkei Avot: «Sé fuerte como la pantera, ligero como el águila, veloz como el ciervo y valiente como el león, así podrás cumplir los deseos de tu padre celestial». (Avot 5:23). En Lesko, el ciervo también representa el apellido «Hirsch», frecuente aquí.





El águila asimsimo puede ser símbolo del cariño materno: «Como un águila que incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extendió sus alas y los tomó, los llevó sobre sus plumas». (Deut 32:11). Y puede aludir al cuidado de Dios: «Tu juventud se renovará como la del águila» (Ps 103:5).





El león es un motivo muy frecuente, con una amplia esfera simbólica. Es el animal del escudo de armas de la tribu de Judá y de la casa de David y, por tanto, un símbolo general judío. El profesor Tamás Raj sostiene que una corona sostenida por dos leones —motivo también muy frecuente en Lesko— representa la protección de la Torá. De otro lado, puede referirse al nombre hebreo o yidis —Judá, Ariel, Leeb, Löw— del difunto.




Probablemente, la tumba de un destacado maestro del Talmud, como indica
la librería llena, sostenida por dos leones

En algunas tumbas más recientes aparecen unos leones peculiares, cuyo rostro humanizado bordea lo blasfemo:

Año: 5685 (1925) Nombre: Yitzhak



Es tranquilizador que la única palabra legible de la inscripción sea «piadoso». No sabemos, sin embargo,
si se refiere al león o a quien reposa debajo...

Descubrimos con sorpresa que algunos parientes próximos de estos leones antropomórficos habitan a unos escasos cientos de kilómetros de aquí, en el igualmente espléndido cementerio jasídico de Gura Humorului, rumano, donde otros leones con rostro humanizado nos sonríen desde algunas de las lápidas:

Gura Humorului, cementerio jasídico: Tumba de Elimelekh Ligvornik

Gura Humorului, cementerio jasídico: «Aquí se esconde un hombre piadoso y justo, nuestro profesor y maestro Rav Yehuel Mikhal, hijo de Kohen Rav Yisrael. Fallecido el día 22 de Adar Rishon de 5668 (1908). Que su alma se una al haz de la vida» —Del álbum de Lajos Erdélyi: Az élők háza (La casa de los vivos)

En varias lápidas el león y el ciervo van juntos:


«Tzvi ratz li-meqom menuhato…» —«Un ciervo ha encontrado su lugar de descanso…» El final del segundo verso indica que se trata de una inscripción rimada. Abajo puede leerse el nombre del difunto: Tsvi Abraham, hijo de R…



Es de notar que esta imaginería aún se utilizaba ampliamente en la primera mitad del siglo XX. Varias lápidas que habríamos fechado como del siglo XVIII viendo solo sus motivos, fueron talladas en fecha tan reciente como la década de los 20 del pasado siglo.


El difunto se llamaba Tzvi Hirsch, en la parte superior de la lápida aparece un ciervo. Es interesante que tanto el nombre hebreo como el apellido del difunto significan «ciervo». El primer verso de la inscripción rimada es: “Ish halakh be-derekh tamim…” (El hombre siguió la senda de los justos...) Murió el 6º día de Tamuz de 5680 (1920).

La imaginería nueva y rica trajo consigo también un cambio de estilo en las inscripciones. Los antiguos textos lacónicos fueron reemplazados por elegías rimadas de varios versos que cantan los méritos del difunto en un típico estilo bíblico.

La comunidad de Lesko fue exterminada durante el Holocausto sin perdonar ni un alma. No es extraño, pues, que la mayoría de tumbas no reciban visitas. Las excepciones más notables son las de dos rabinos en el centro del cementerio. El más importante fue el rabino Menachem Mendel Rubin. Su hijo, el rabino jasídico Naftalí Tsvi Horowitz fue fundador de la dinastía de los Ropschitz, y hasta cinco descendientes suyos fundaron, a su vez, dinastías jasídicas. Los visitantes que llegan hasta aquí desde todas partes del mundo veneran en el rabino Menachem Mendel al patriarca de nada menos que seis dinastías jasídicas. Prenden candelas sobre la tumba y, en señal de su visita, colocan guijarros y kvittels —notas con peticiones— sobre la lápida.

En primer plano, la lápida original; al fondo una más reciente. Ésta menciona la fecha de la muerte:
23 de Tishri, 5564 (1804).





La otra tumba, algo más modesta, marca el lugar de reposo del rabino de Lesko Abraham Chayim, hijo de Naftalí Tzvi y nieto de Menachem Mendel. De él sabemos tan poco como de su abuelo. En Internet solo unas breves páginas en yidis y hebreo mencionan su nombre hablando de su parentesco. Con todo, los atentos peregrinos no le olvidan y depositan también sobre su lápida guijarros, velas y kvittel. El último verso de su tumba dice: «Y él ama a Israel». Si sumamos los valores numéricos de estas letras resulta la fecha de su muerte: 5591 que corresponde al año civil de 1831.




La tradición de los kvittel tiene un desarrollo interesante en Lesko. La mayoría de notas, que incluyen también la lista de de las personas que realizan los ruegos y los nombres de los miembros de sus familias, las escribían a mano los peregrinos.


Sin embargo, ni siquiera una antigua tradición como esta se salva de las nuevas tecnologías: vimos alguna lista de peticiones impresa desde un ordenador.


El kvittel más sorprendente, con todo, estaba sobre esta tumba:


El nombre de la persona que hizo la petición puede leerse encima el código de barras de este tíquet de equipaje. ¿Vino hasta aquí el piadoso peregrino para rezar por la recuperación de una maleta extraviada? ¿O, por arte y virtud de los avances tecnológicos, su rogativa aparecerá en la pantalla del ordenador al escanear el código de barras en el mostrador del Cielo? ¿Llegará el progreso de la técnica a instalar un servicio de envío de kvittel digitales hasta Lesko, similar a los que existen en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, en la tumba de Raquel en Belén o en la del rabino Nachman de Breslov, en Ucrania? Esperemos que no.





— Esta entrada ha sido escrita por Gyuri Sajó después del viaje que hicimos
a principios del verano de 2010 por tierras de Galitzia —