Acaba de salir el último número de Imago. Revista de emblemática y cultura visual, para la que ya funciona a pleno rendimiento la edición digital. Este es el índice:
- Rafael Sánchez Millán: «Árbol, vid y leño de la tentación: Cristo crucificado y el protagonismo de la Cruz», 7-24.
- Luis Merino Jerez: «Gregorio Marañón y la emblemática: a propósito de «doctor melifluus» en Luis Vives. Un español fuera de España (Madrid, 1942)», 25-34.
- Álvaro Pascual Chenel: «Don Juan José de Austria sosteniendo la monarquía, de Pedro de Villafranca: imagen del valimiento», 35-50.
- Ildefonso Santos Porras: «Nicóstrata y la Gramática», 51-62.
- Jorge Fernández López: «Retórica monstruosa: el motivo de la hidra en la tradición emblemática», 63-72.
- Esther García Portugués: «‘Hércules y Ónfale’ en Fastos de Ovidio. El texto llevado a la pintura», 73-84.
- Luis Galván: «Cuestiones de autoría y autoridad en libros de emblemas y otras colecciones didácticas», 85-92.
- Jesús María González de Zárate: «Alberto Durero. Autorretrato del Louvre, 1493. Sustine et Abstine», 93-106.
- Rafael Zafra Molina: «Nuevos datos sobre la Obra de Juan de Horozco y Covarrubias», 107-126.
Es un número lleno de aportaciones relevantes y un paso más en la consolidación de esta revista como publicación de referencia internacional en su campo. Si tuviéramos que destacar un artículo sería el de Rafael Zafra, que pone orden en la biografía y la bibliografía de Juan de Horozco y Covarrubias, autor central en el desarrollo de la emblemática hispana. Zafra, como ya hiciera en su edición de la traducción española de Alciato, deslinda, recompone y asienta un conjunto de informaciones que suelen venir confusas en repertorios y manuales, especialmente las referidas a las ediciones de los Emblemas morales (Segovia, 1589 y 1591, y luego Zaragoza 1604). Pero sobre todo aclara, siempre acudiendo a materiales de primera mano, el pequeño embrollo de la derivación latina de los Emblemata moralia (Agrigento, 1601), versión ampliada en número de emblemas pero reducida en cuanto a la extensión de los textos, ahora en latín, de los Emblemas morales y que no hay que confundir con unas Empresas sacras o espirituales (seguramente Agrigento, 1597) que fueron quemadas por orden del Obispo de Palermo sin que quedara un solo ejemplar. Aclara también la peculiaridad de Symbola sacra (Agrigento, 1601), donde puede que Horozco aprovechara los grabados de esos emblemas quemados unos años atrás. Por último aporta un manuscrito autógrafo inédito de Juan que demuestra la estrecha relación que mantuvo siempre con su hermano Sebastián de Covarrubias.
Junto a los trabajos de investigadores jóvenes, tienen cabida en la revista estudios de personalidades reconocidas como Jesús M. González de Zárate, que da una nueva lectura del Autorretrato (1493) de Durero conservado en el Louvre basada en la simbología del cardo que sostiene en la mano. Con todo respeto por su magnífico trabajo, nos permitimos señalar lo que nos parece una interpretación equivocada que nos salta a la vista en la p. 94. Dice González de Zárate:
«Interesados por establecer la semántica sobre el acebo y el cardo —el eringio, en general—, nos puede llevar a considerar poco ajustada la referencia señalada por Panofsky, es decir, la fidelidad matrimonial, ya que encontramos otras relaciones significantes que podrían ajustarse mejor al contenido de esas pinturas. Para ello debemos considerar las marcas de tipógrafos del siglo XVI, concretamente la del editor afincado en Strasburg hacia 1504 Johannes Knoblochus, donde figura la Verdad saliendo de la cueva y a los cardos para significar que aquélla siempre es espinosa y produce sufrimiento.»
La marca de impresor de Johannes Knobloch con la figura de la Verdad emergiendo del interior de la tierra, no está rodeada de cardos, como se ve, sino de ajos, en obvia referencia al apellido del impresor (Knoblauch = ajo). El texto latino que apunta a esta figuración bien conocida de la Veritas, viene reforzado por tres textos solidarios, dos en griego: Ἡ ἈΛΉΘΕΙΑ —la Verdad— y ἄγει δὲ πρὸς φῶς τὴν ἀλήθειαν χρόνος — el tiempo sacará la verdad a la luz (Menandro, Monosticha 11); y uno en hebreo: אמת מארץ תצמח (Emet me-erets titsmah) — De la tierra surge la fidelidad (Salmos 85, 11, pero 'fidelidad' normalmente traducido como 'verdad'). No está, pues, en la marca del Knobloch esta idea de sufrimiento que podría asociarse al cardo... Sobre la Veritas filia Dei / filia Temporis añadiremos en breve algo a lo que ya publicamos en el homenaje a Pedro Campa.