04 marzo, 2014

Narices florentinas


   Aparte de la famosísima nariz de Pinocchio, hay otra nariz que merece atención en la obra del florentino Carlo Lorenzini, más conocido por la posteridad como Collodi.
   Tropezamos con ella al traducir al español las Storie Allegre. Concretamente está en el relato titulado «Chi non ha coraggio non vada alla guerra (proverbio in undici parti)», que publicó Collodi por primera vez en el Giornale per i bambini de su ciudad natal, en 1883. 
   En este cuento, como en el resto de la pequeña colección que compone el libro, la lectura infantil, de entretenimiento para niños de poca edad, se mezcla sutilmente con la crítica hacia algunas actitudes ridículas de los adultos. Leoncino, el protagonista de esta historia es un niño de ciudad a quien su padre –bombero de oficio– desea más allá de lo razonable ver de mayor convertido en general. Al llegar el verano, va a pasar unos días de vacaciones al campo, a casa de unos primos. A la acomodada villa de las afueras de Florencia –«de un rico tío suyo, terrateniente»– llega Leoncino provisto de su mayor tesoro: una gorra con una cinta de tela que parece de plata, unas hombreras de color amarillo como el azafrán y un sable de madera con empuñadura dorada. Con estos pertrechos más su irrefrenable afán de mando, enseguida se proclama general de una tropa formada por sus cinco primitos. La historia desgrana cómicamente el poco valor de Leoncino, sus infructuosas trapacerías para hacerse respetar y su nulo conocimiento de la vida en el campo.
   Pero es la nariz del tío lo que nos interesa ahora. A mitad del relato toma relieve la figura de aquel a quien solo se le había caracterizado de pasada como un rico terrateniente:
   ¿Conocéis por casualidad al tío de Leoncino? Tenéis que conocerle, seguro, porque quién sabe cuantas veces os habréis cruzado con él por la calle, pero puede que ahora mismo no lo recordéis.
   Figuraos, pues, un hombrón alto alto, gordo gordo, con una carota ancha como la luna y una narizota llena de bultillos, parecida a un racimo de uva.
   Su nombre es Giandomenico pero todos en los alrededores lo conocen con el sobrenombre de Nasobello.
   Al verlo la primera vez, y juzgando su fisonomía tosca y ceñuda, lo tomaríais por un orco, un tirano, un come-niños y, de hecho… De hecho es un hombre de buenísima pasta, burlón, alegre y todo amor para sus pequeños, y todo atención y consideraciones hacia su sobrino.

Pues bien, esta simple nota es solo para preguntarnos si no estamos viendo en este tío Giandomenico un reflejo de aquel otro rico terrateniente de las afueras de Florencia que pintó en 1490 Domenico Ghirlandaio, florentino también, en el gesto de atender cariñosamente a lo que le está diciendo un sobrinito o puede que un nieto. El cuadro lo adquirió el Museo del Louvre a un anticuario en 1880, y se debió comentar el hecho en Florencia, por lo que en 1883, cuando Collodi escribe «Chi non ha coraggio non vada alla guerra (proverbio in undici parti)» bien seguro que podía tenerlo fresco en la memoria.

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