San Jorge no solo es el veneradísimo patrón de los georgianos, también lo es de los armenios. Su cuerpo, además, fue primero sepultado en una iglesia armenia, en Mughni, de donde en el siglo XIII se trasladó a la iglesia del monasterio armenio de San Jorge de Mughni, en Tiflis. O, al menos, su cráneo. Es cierto que el cuerpo del santo también es venerado en la iglesia de Lydda en Tierra Santa y tiene repartidas reliquias en otras iglesias, pero lo importante para los armenios era poder mantener el orgullo de tenerlo en su país. Algo parecido ocurre con San Bartolomé Apóstol: uno de sus cuerpos se conserva en una iglesia armenia de Irán y el otro en Roma, en la Isla Tiberina.
Iglesia de san Jorge de Mughni, Tiflis a fines del s. XIX. Foto de Dmitry Yermakov
San Jorge también preside, junto con sus dos santos colegas jinetes, san Teodoro y san Sarkis, uno de los monasterios armenios más famosos, Akhtamar en la isla del Lago Van, sede del arzobispado armenio desde su fundación hasta 1915. Aunque, como escribí, San Jorge empieza a montar a caballo en la Georgia del siglo X para derrotar al enemigo –primero el emperador perseguidor de cristianos y solo después el dragón devorador de hombres–, la representación visual más temprana como jinete figura en la pared exterior norte de la iglesia armenia en Akhtamar, construida entre 915 y 921.
Y san Jorge también protege la puerta de un tercer monasterio armenio, el famoso Msho Arakelots, es decir, la Iglesia de los Santos Apóstoles en Mush. Según la tradición, el monasterio fue fundado en 312 por San Gregorio el Iluminador, el apóstol que evangelizó a los armenios. Allí se guardaban las reliquias de tres apóstoles –san Pedro, san Pablo y san Andrés–, de ahí el plural de su nombre. Los terratenientes de la zona, la antigua familia aristocrática armenia Tornikian, reconstruyeron el monasterio en 1125. Su puerta, una pieza sobresaliente del arte medieval armenio, también fue construida alrededor de esa época y, según indica su inscripción, la fundieron Toros, Grikor y Ghugas en 1134.
Los dos metros de altura del marco de la puerta están cuajados de figuras humanas y animales, y sus dos hojas de motivos geométricos y palmas. Estos motivos provienen claramente de las iluminaciones de los manuscritos armenios. Dado que los armenios, como monofisitas, consideraban problemática teológicamente la representación pública de efigies humanas, su arte figurativo tuvo que florecer en las páginas ocultas de los manuscritos, y de allí pasaría en ocasiones excepcionales a superficies públicas, iconos, tallas de madera y piedra, como lo comentaremos en otra entrada. Buenos ejemplos de esto son los animales fantásticos del marco de esta puerta, cuyo medio ambiente habitual es el margen de los manuscritos.
Más o menos en el centro del marco superior San Jorge cabalga derribando a un dragón que se enrosca. Su nombre se inscribe a la derecha de su cabeza para distinguirlo de otros santos a caballo, Teodoro, Sarkis o Demeter: ՍԲ Գ[ե]ՈՐԳ, Sb. G[e]org. Una sangrienta escena de batalla se desarrolla a su alrededor. A la izquierda, un soldado armenio sopla la trompa, y un soldado montado galopa tras otro al que atraviesa con su espada. A la derecha, un soldado en su montura representa al ejército del cual el soldado victorioso avanza en vanguardia.
Este soldado vencedor es David de Sasún (Davit Sasunc’i), y la escena dibuja uno de los clímax heroicos de la épica popular armenia del siglo VIII. En este relato los conquistadores árabes del siglo VII llegan hasta el Lago Van pero el rey de la provincia armenia de Vaspurakan los rechaza después de una dura contienda. Aquí David de Sasún desempeña un rol decisivo al matar con sus propias manos al Sultán egipcio Melik, líder de los árabes. Además de la bravura de David también la intercesión divina se suma a la victoria sobre los infieles. Esto aparece simbolizado en la figura de san Jorge integrada en la escena de batalla –o más bien proyectada en una capa de comentario trascendente de la escena–, prometiendo así una ayuda futura en situaciones similares de angustia que puedan sufrir los armenios.
El monasterio de Msho Arakelots fue reconstruido en circunstancias parecidas. En 1064, los turcos selyúcidas tomaron el reino armenio de Bagratuni y en su territorio establecieron varios emiratos. Uno de estos, Shah-Arman, se ubicaba al norte del Lago Van. Su centro era Ahlat, que aún se jacta de tener miles de hermosas lápidas hechas por canteros armenios para los musulmanes. Los terratenientes cristianos no fueron expulsados inicialmente y trataron de contrarrestar la creciente islamización fundando monasterios e iglesias. Entre ellos estaba la rama Tornikian del clan Mamikonian, que había representado un papel heroico en la protección del pueblo y la religión armenia durante mil años. Eran los señores de la localidad de Taron, ahora Muş. En 1125 renovaron y ampliaron el monasterio de Msho Arakelots, fundado en 312. Entre los siglos XI y XIII el monasterio creció como uno de los centros más prominentes de la cultura y la educación armenia. De aquí procede el gigantesco manuscrito ilustrado de los “Sermones de Mush” que después de una carrera azarosa se conserva en el Museo de Manuscritos de Ereván. Y no es por casualidad que la puerta de madera encargada por aquel clan en 1134 se decorara con elementos clave de la defensa de la nación armenia, David de Sasún y san Jorge.
Colofón de los Sermones de Mush. El manuscrito, que pesa 28 kg, fue elaborado entre 1200 y 1202 usando la piel de 600 terneros en el monasterio de Avag cerca de Erzincan, destruido en 1915. Fue escrito por Vardan Karnetsi e ilustrado por el monje Stepanos por encargo de un cierto comerciante Astavtsur. Astavtsur murió un año después, durante la invasión mongola, y el manuscrito fue robado por el juez turco de la ciudad de Ahlat, quien lo ofreció para su compra. Los monjes del monasterio de Msho Arakelots reunieron el dinero exigido, 4,000 piezas de plata (aproximadamente 20 kg de plata pura), entre los fieles armenios y añadieron la historia de la adquisición al manuscrito comprado. En 1915, después del saqueo turco del monasterio, dos mujeres armenias en fuga llegaron aquí para pasar la noche y encontraron el manuscrito. Lo cortaron por la mitad y cada una se llevó una parte. Una de ellas llegó pronto a Etchmiadzin, donde entregó su mitad al monasterio. La otra, sin embargo, murió mientras huía, en Erzincan, pero tuvo tiempo de enterrar su mitad en el jardín del monasterio local. Allí fue encontrado por Nikolai de Goberti, un oficial de la avanzadilla del ejército ruso, quien lo llevó a Tiflis y lo donó al museo armenio local. Los dos pedazos se encontraron solo catorce años después en Etchmiadzin. Hoy se conserva en el Museo de Manuscritos Matenadaran en Ereván, aunque diecisiete páginas acabaron en el monasterio armenio de San Lazzaro en Venecia, y una más en la Biblioteca Nacional de Viena
El cementerio del monasterio de Msho Arakelots antes de 1915. De una publicación mequitarista de 1953, Viena
En 1915, el ataque directo contra los armenios comenzó el Día de San Jorge. Esa noche las autoridades otomanas arrestaron a casi trescientos líderes intelectuales armenios en Constantinopla, impidiendo así la coordinación central de cualquier resistencia. La mayoría de los arrestados fueron luego asesinados.
El ejército turco ocupó el monasterio de Msho Arakelots en mayo de 1915. Los monjes y el abad Yovhannes Vardapet Muratian fueron ejecutados y el monasterio saqueado y quemado. Los edificios que aún quedaron casi intactos fueron volados en 1960 por el entonces gobernador de Muş. Hoy solo quedan en pie los restos de la parte central de la iglesia principal dedicada a San Tadeo, primer apóstol de Armenia, en la árida colina cerca de Muş, sin vereda alguna que conduzca a ella. El monasterio vive solo en el recuerdo de los refugiados, como en la historia de Vigen Galstyan, donde la tía Angin después de mucho insistir desgrana con voz desprovista de emoción toda su vida.
“... habló de una familia próspera que vivía en un gran pueblo cerca de Mush no lejos del lago Van en una casa de piedra de dos plantas donde crecieron cinco hermanos jugando en un olivar después de regresar de la escuela que les enseñaba aritmética y costura para formar a las niñas como inteligentes amas de casa al igual que la madre que tejía alfombras y organizaba grandes fiestas cuando la familia iba al monasterio de Msho Arakelots durante las festividades donde los aldeanos cantaban y bailaban juntos hasta que un día en 1915 empaquetaron lo que pudieron en un carro y huyeron bajo la cobertura de la noche del ejército turco que los perseguía por las montañas peladas donde la madre de Angin tuvo que dejar a su recién nacido bajo una roca para que no los atraparan y de algún modo llegaron a Bagdad para encontrar refugio en huertos de palmeras datileras en los que dos de los niños murieron de fiebre antes de que el padre los llevara de nuevo de camino con otros sobrevivientes moviéndose de Irak a Irán hasta que su caravana llegó a Armenia Soviética en 1922 para reconstruir sus vidas destrozadas al otro lado de la Montaña Sagrada...”
El monasterio de Aghtamar también fue asaltado en mayo de 1915 por el ejército turco y por saqueadores kurdos. Los monjes fueron masacrados. A partir de entonces la isla fue usada como campo de tiro y los relieves externos y los frescos del interior fueron irreversiblemente dañados. En 1951 solo Yaşar Kemal, el escritor kurdo-turco nominado al premio Nobel, logró evitar la inminente demolición de la iglesia. Más tarde, en 2010, el estado turco tuvo la idea de restaurar la iglesia de manera grandilocuente, para enfatizar la tolerancia étnica y religiosa de los turcos y su respeto por los monumentos, cosa de la que pueden dar fe, aparte de los miles de pueblos e iglesias armenias, griegas y siríacas arrasados, tantos pueblos antiguos de nuestra Hungría. Varias entidades armenias y turcas han denunciado la naturaleza tendenciosa de esta restauración. Algunos relieves fueron completamente tallados de nuevo, pero los rostros de san Jorge y sus caballeros adláteres aún ilustran bien el tratamiento especial que recibieron estos monumentos armenios.
La reliquia del cráneo de san Jorge desapareció de la iglesia de san Jorge de Mughni en Tiflis en 1921, tras la entrada de los bolcheviques. Pero los armenios de Tiflis seguían venerando el templo y después de la independencia de Georgia, cuando la Iglesia georgiana reclamó todas las iglesias de Tiflis, se negaron a entregarla. La iglesia fue devastada por vándalos a principios de los 2000 y, como si esto no bastara, su cúpula fue alcanzada por un rayo en 2009. Aún así, allí sigue. Abierta como un cráneo partido en dos de un mandoble. Un bosque de árboles de zumaque brota de la hendidura.
A pesar de la destrucción del monasterio de Msho Arakelots, la puerta no pasó inadvertida a los arqueólogos alemanes que, como aliados del imperio otomano, permanecían en el país. Solicitaron permiso para llevársela a Berlín, al igual que treinta años después los buenos vecinos cristianos de los judíos deportados pedían permiso para encargarse de custodiar sus pianos. Sin embargo, la puerta solo llegó a Bitlis –en armenio, Baghesh–. La ofensiva del ejército ruso alcanzó la ciudad y los soldados turcos que habían saqueado el monasterio huyeron. La puerta quedó en la ciudad y junto con el botín fue encontrada por el destacado historiador y arqueólogo armenio Smbat Ter-Avetisian, quien acompañaba al ejército ruso para salvar el patrimonio cultural armenio que aún no había sido destruido. La transportó a Tiflis para un futuro museo armenio, y de allí fue en 1925 a Ereván, donde este museo al final quedó establecido.
«Salvó a otros, pero no pudo salvarse a sí mismo», se burlan de Jesús colgado del madero de la cruz en el Evangelio. San Jorge, entronizado triunfalmente en la puerta de madera de Msho Arakelots, no pudo salvar a otros, pero sí pudo salvarse a sí mismo. La puerta está hoy en la sección Armenia Occidental del Museo de Historia de Ereván.
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