24 agosto, 2024

Los acaloramientos barrocos y el puro calor

XIV signo del Apocalipsis: la tierra y el
cielo consumidos por el fuego. Livre de la Vigne
de Nostre Seigneur 
(1450-70)
. Ms.
Douce 134, Bodleian Library, Londres
  En el inicio justo del verano tradujimos un soneto de Bartolomeo Dotti –de quien dimos también allí un repaso a su malaventurada vida y peor carácter (Brescia, 1651 - Venecia, 1713)–. Lo hicimos como anticipo de una antología de aquellos poemas dedicados al calor del estío que, llamativamente, surgen con tanta abundancia en los poetas italianos del siglo XVII. La estamos preparando. Mientras tanto –more symmetrico–, ahora que la canícula empieza a remitir y se notan unos tímidos golpes de aire fresco, publicamos otro soneto del mismo autor. Éste, más galante que el moralismo escatológico con que entonces nos aleccionaba una sandía parlanchina, se queja de que la frialdad de la hermosa amada ha absorbido todo átomo de aire fresco que pudiera quedar en la atmósfera veraniega. Así son los poemas del Barroco.

Trattenedosi bella donna su la sera
in un giardino a prender aria

 Sorgea la notte, e per gli adriaci liti
parea l'aria sgroppar tremoli accenti,
che del sol moribondo eran lamenti,
o de gli astri nascenti eran vagiti;

quando cercava entro sentier fioriti
a l'estivo calor soffi clementi,
e spiriti di gel volea dai venti,
colei che chiude in petto i ghiacci sciti.

Ma de l'arida està l'atroce arsura
accresceano quaggiù di Sirio i rai,
né de le brame altrui prendeansi cura.

 Allora: – O bella, o cruda, – io le gridai
–se non ritrovi gel, non è sventura:
 l'aure non l'han; ché tutto in sen tu l'hai.
Deteniéndose a la tarde en un jardín una hermosa a tomar aire

 El Adriático engulle el día ido,
duda en el aire un tembloroso acento,
que del sol moribundo es el lamento
o de estrellas que nacen el vagido,

cuando se adentra en un jardín florido,
a aliviar el calor, tomar aliento
y rogarle de frío un soplo al viento
quien hielo escita alberga en pecho ocluido.

Mas los rayos de Sirio son tizones
que el verano abrasante aviva aquí
sin atender de nadie las pasiones.

Así que «oh bella, oh cruda –le advertí–,
no por azar no hay frío. La razón es:
nada en los aires queda, todo en ti».

Giuseppe Arcimboldo, Fuego (1566), de la serie Los cuatro elementos

En el mundo real, el calor sigue. Y ya ha pasado el día de san Bernardo. En Mallorca era antes cierto un refrán bien conocido: «Per sant Bernat, tapau-li es cap» para señalar el fin de los calores más severos; o aquel otro que responsabilizaba a santa Margarita y san Bernardo del intervalo exacto de ardor canicular: «Sa monja l'encén i es frare l'apaga» (20 de julio a 20 de agosto). Desde hace años las cosas ya no van así y el verano se extiende como una mancha de aceite. O de sudor. Cubre ahora, como mínimo, el período en que antiguamente los carboneros de la Serra de Tramuntana se emboscaban en los encinares y cuidaban de las sitges o carboneras, es decir, desde la semana después de Pascua hasta el día de san Mateo (21 de septiembre), sin apenas bajadas al pueblo. Solo en los bosques de la zona de Planícia, cerca de donde vivo, se contaban más de ciento cincuenta rotlles de sitja (la plataforma circular con un perímetro de piedras donde se apilaba y ardía la leña de la carbonera). Había muchas cancioncillas y glosses:

 – Carboner, bon carboner,
què duis en aquest sarró?
– Jo hi duc sa meva suor
d'onze dies de sitger.
 – Carbonero, buen carbonero,
¿que lleváis en este zurrón?
– Yo llevo aquí mi sudor
de once días de sitger.

Ahí sí que nos habría gustado ver al bueno de Bartolomeo Dotti haciendo galanuras.


En esta grabación de Alan Lomax (Sóller, 6 de julio de 1952), entremezclada con los compases mucho
más famosos de «Sa ximbomba», pueden oírse dos fragmentos de la canción «Es carboner» (1'50-2'46
y 3'32-4'02). Leed la letra y valorad el elogio idealizado que hace el carbonero de su vida de
privaciones, contento en su cabaña de piedra con su mujer y su pequeño hijo. También
aquí podemos acercarnos más a la realidad viendo la extraordinaria película
Tasio (1984), de Montxo Armendáriz, o su Nafarrako Ikaskinak (1981)
sobre los carboneros de los montes de Urbasa (Navarra), donde
el calor, por cierto, no azota como en Mallorca. 

Familia de sitgers de la Serra de Tramuntana (c. 1915)