20 junio, 2024

Lección moral de una sandía

 Hace tiempo me llamó la atención cómo los poetas del Barroco italiano mencionaban con frecuencia el calor del estío, la canícula abrasadora del Mediterráneo, el chirrido de las cigarras, el sopor, la sequía y el ansia de un rincón fresco donde aliviar el sofoco meridiano. Hoy, leyendo el grueso tomo de Marino e i marinisti (La letteratura italiana. Storia e testi, R. Ricciardi, vol. 37) he sacado una buena selección de poemas. Los iré traduciendo.

Y hoy, exactamente a las 22:51, y tras una espesa lluvia de barro sahariano que cayó anoche sobre Mallorca, empieza un verano que anuncian especialmente bochornoso, así que le he hincado el diente en primer lugar a este soneto de Bartolomeo Dotti (1651-1713) donde hace hablar a una sandía, la fruta refrescante por excelencia en estas fechas (con lección escatólogica –en ambas acepciones del término– incluida).

El calor del Barroco hacía sudar hasta a los crucifijos de las iglesias, como le ocurrió unas cinco veces desde 1661 al Sant Crist dels Paraires, en Ciutadella (Menorca, en la foto de arriba). Pero también sudaron el Santo Cristo de Calpe en 1682, el Cristo del Sudor de la Alberca (Salamanca) en 1665, el de Malón (Zaragoza) en 1601, el de Cabra del Santo Cristo (Jaén), en 1698 o el de Valdeavero (Madrid).

Que el poema sea mediocre no significa que sea más fácil de traducir y debo confesar que no creo que me haya quedado mal.

L'anguria

lo, di palustre suol frutto nativo,
d'una madre pigmea figlio gigante,
vivace umidità, gel vegetante,
ebbi fascie le foglie e balia il rivo.

Solo a forza d'umore io nacqui e vivo,
travestita di scorze onda costante,
da cui mèndica poi labro anelante
liquido refrigerio al foco estivo.

Pascendoti di me, deh, mira ormai
in che se stesso il mio tumor risolve,
o tu, che più di me gonfio ten vai.

Uomo, al principio suo tutto si volve:
come torno, così ritornerai,
io d'acqua in acqua e tu di polve in polve.
La sandía

Fruto agraz de mi ciénaga nativa,
de una madre pigmea hija gigante,
agua vivaz, escarcha vegetante,
envuelta en hojas me nutrió la riba.

Crecí a fuerza de humor y de agua viva,
encerré en mi corteza el flujo errante
y ahora demanda en mí el labio anhelante
con mi linfa apagar la llama estiva.

Tú, que en mí te has saciado, ya verás
cómo mi propia vanidad disuelve
con gran lección el satisfecho sorbo:

Hombre, a su origen toda cosa vuelve;
yo así lo haré, mas tú también lo harás,
del agua al agua yo, tú polvo al polvo.

Tomás Yepes (Valencia, h. 1610 – 1674). Bodegón en un paisaje, h. 1650-1660.

Dejadme aun añadir unas líneas sobre Bartolomeo Dotti (Brescia, 1651 - Venecia, 1713) a quien apenas se conoce en España por más que su vida, realmente agitada hasta el final, daría para una buena novela. Fue un poeta de no poca obra y de cierta presencia en la literatura barroca italiana pero cuyo aprecio crítico no es unánime y su vida corre llena de sombras. Nació en Brescia, en una familia procedente de Erbusco. Su mal genio y su capacidad de ofender por igual a amigos y enemigos con insinuaciones, maledicencias y burlas hirientes y subidas de tono le forzaron a ir de acá para allá buscando protección –y perdiéndola con notable rapidez–. En Venecia pasó largas y agitadas temporadas, escribiendo en sus canales gran parte de sus primeras Odas, mal acogidas por los lectores. Su excesivo barroquismo postmarinista y el ambiguo carácter encomiástico con que homenajeaba a sus dedicatarios hizo que no se publicaran hasta 1997 (!). Su primera estancia en Venecia acabó con un turbio asunto de sangre: acoge en su casa a unos paisanos suyos que llegaron a la laguna para vengar la muerte de un familiar que había sido asesinado allí. Al descubrirse el hecho, Bartolomeo es desterrado y residirá unos años en Milán, ciudad que manifiestamente aborrece. En Milán se verá pronto envuelto en otro altercado: un noble bresciano que parece haber mantenido relaciones poco correctas con las monjas de Santa Catalina sufre un intento de asesinato mientras paseaba en su coche. A nuestro poeta le acusan de haber proporcionado informaciones útiles a los sicarios que atacaron al noble y es encarcelado. Mueve sus influencias para que lo liberen pero al poco tiempo vuelve a  la cárcel acusado de poseer armas ilegales. Lo encierran en la prisión de Tortona durante más de un año. Allí dará rienda suelta a su malicioso verbo en versos donde se queja amargamente e intenta pasar como un mártir. Aunque también insinúa planes de venganza. De hecho, vive bastante bien recibiendo visitas, organizando tertulias y disfrutando de un telescopio con el que se dedica a fisgar las calles y plazas milanesas. Finalmente, una noche, escapa descolgándose por un muro y cruzando a nado el Scrivia (hoy seco).

Luis Egidio Meléndez (Nápoles, 1716 - Madrid, 1780),

Planea ir a luchar contra los turcos para congraciarse con los venecianos y que le dejen volver a la ciudad. Pero no logra ponerlo en práctica. Intenta de nuevo publicar aquella primera colección de versos. No le disuaden ahora los pésimos comentarios que recibe al enseñar el manuscrito atestado de laboriosos sonetos y acaba publicando algunos de ellos. Al fin, decide cambiar completamente de poética y se lanza ya sin tapujos a escribir sátiras. Ahí sí que está a sus anchas. Produce cientos de estrofas breves y agudas que atacan costumbres, vicios, personajes y tipos sociales, y que fustigan especialmente a la aristocracia decadente y corrupta. Todo ello con más mal humor que gracia y fuertes tendencias chocarreras. Se convierte así en un personaje muy conocido y activo en el mundillo académico y en los cenáculos literarios. Por estas fechas, entre broncas y discusiones, en una ocasión tendrán que acabar por reducirlo y llevarlo preso a bastonazos. Y en 1711, con sesenta años ya y viviendo de manera relativamente plácida en Brescia –siempre acababa consiguiendo favores y mecenas, tenía éxito entre las damas y era, por cierto, según se deduce de sus versos, un gran fumador…– intentarán matarlo en mitad de una plaza por encargo de una conocida víctima de su ingenio mordaz. Sobrevivió a este primer atentado y volvió a Venecia pero en enero de 1713, al retirarse a su casa hacia las cuatro de la madrugada, lo asesinaron de tres puñaladas en el pecho. No se ha revelado el móvil. Una hipótesis bastante aceptable menciona a un familiar del músico Alessandro Scarlatti a quien había ofendido. Durante muchos meses tras su muerte corrieron pasquines anónimos y versos burlescos alegrándose de su desaparición. Está enterrado en la iglesia de San Vitale de Venecia.

Descanse en paz.

José López Enguídanos (1760-1812), Bodegón con sandía y liebre.

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