26 junio, 2024

Dos cartas inéditas de Gabriel Alomar

Son dos cartas escritas con sinceridad y confianza y por ello, aun en su brevedad, reflejan claramente la personalidad de su autor, 
Gabriel Alomar i Villalonga (Palma, 1873 - El Cairo, 1941). Los momentos en que ambas se escribieron, 1930 y 1933, eran tan decisivos para él como para la historia del país. Y sin duda lo fueron también para la destinataria, Antonia Suau (Palma, 1908 - Valldemossa, 2003), antigua alumna suya en el Instituto de Bachillerato de Palma. Una joven de veintidós años –en la fecha de la primera carta– que había ido a acabar los estudios en Madrid y que empezaba –en la fecha de la segunda– una prometedora carrera de profesora de literatura en el prestigioso Instituto Escuela madrileño.


· Esta es la primera carta, de 1930:


Palma, 18 - 11 - 1930

Molt distingida amiga i deixebla: abans de tot, mil perdons per la meva tardança en contestar-li. El canvi sobtat de la política m'ha omplert de feines.

La seva carta va produir-me una gran satisfacció, per dos motius: perquè era la prova d'una amistat i consideració a les quals corresponc ben cordialment, i perquè me demostrava que vostè, una jove amiga, persistia ben [2] visiblement en la seva completa alliberació espiritual.

Estam presenciant el pas de Clio… Les hores d'una intensitat magnífica. Però no sé si Espanya hi sabrà correspondre. Falta el rabo por desollar… I la feina que manca és la més difícil. La gran batalla amb el Parlament serà d'una intensitat incalculable. Molt m'agradaria que vostè pogués assistir-hi, i que jo li facilitàs l'entrada.

Li tenc enveja. Vostè, en els inicis d'una vida plena de prometences, lluminosa d'ideal, podrà [3] veure, tal volta, el redreçament de la nostra Espanya morta. Jo no tendré temps de presenciar el descapdellament total d'aquesta evolució, que serà l'obra de aqueixes joventuts generoses, a les quals vostè pertany.

Aquí he tengut llargues conferències amb Sbert, i a través d'ell he pogut compenetrar-me en l'estat d'esperit d'aqueixes colles estudiantils, que ja són un motor considerable de l'història espanyola.

[4] Me l'imagin en les seves passejades per Madrid, on voldria acompanyar-la. Les sales solemnials del Prado, curulles d'història; els capvespres romàntics del Retiro i el Parque del Oeste; les divagacions pels ponts de Toledo i Segovia, per la Bombilla i la Moncloa, per la Pradera; pels barris de Ramón de la Cruz…

Escrigui. Molta salut, molta força d'ideal, i mani a son amic afm.

Gabriel Alomar.

Traducción: Muy distinguida amiga y discípula: ante todo, mil perdones por mi tardanza en contestarle. El cambio repentino de la política me ha llenado de trabajos.
Su carta me produjo una gran satisfacción, por dos motivos: porque era la prueba de una amistad y consideración a las que correspongo bien cordialmente, y porque me demostraba que usted, una joven amiga, persistía bien visiblemente en su completa liberación espiritual.
Estamos presenciando el paso de Clio… Las horas de una intensidad magnífica. Pero no sé si España sabrá corresponder. Falta el rabo por desollar… Y la tarea que queda es la más difícil. La gran batalla con el Parlamento será de una intensidad incalculable. Mucho me gustaría que usted pudiera asistir, y que yo le facilitara la entrada.
Le tengo envidia. Usted en los inicios de una vida llena de promesas, luminosa de ideal, podrá ver, quizás, la reparación de nuestra España muerta. Yo no tendré tiempo de presenciar el desenmarañarse total de esta evolución, que será la obra de esas juventudes generosas, a las que usted pertenece.
Aquí he tenido largas conferencias con Sbert, y a través suyo he podido compenetrarme en el estado de espíritu de esos grupos estudiantiles, que ya son un motor considerable de la historia española.
Me la imagino en sus paseos por Madrid, donde querría acompañarla. Las salas solemnes del Prado, atestadas de historia; los atardeceres románticos del Retiro y del Parque del Oeste; las divagaciones por los puentes de Toledo y Segovia, por la Bombilla y la Moncloa, por la Pradera; por los barrios de Ramón de la Cruz…
Escriba. Mucha salud, mucha fuerza de ideal. Y mande a su amigo afmo. Gabriel Alomar.

*

Hay una fuerte conciencia de estar viviendo en primera persona un momento irrepetible. A Alomar le gustaba superponer la experiencia del presente sobre el gran telón de la mitología y el mundo clásico («estam presenciant el pas de Clio...», la musa de la historia y la poesía épica), así como subrayar siempre la necesidad de un idealismo activo capaz de mover las reformas profundas que iban a exigir los primeros pasos de la Segunda República, ya en ciernes. La imbricación de sus convicciones republicanas y socialistas y su catalanismo integrador con la exigencia de un cambio pedagógico extenso y unas juventudes transformadoras, la deja clara con esa alusión a las conversaciones con el también mallorquín Antoni Maria Sbert, líder de los movimientos estudiantiles, que entonces estaba confinado en Mallorca. La actividad política de Alomar en aquel momento debía ser frenética. En pocos meses iba a ser elegido diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (por Barcelona) y, a la vez, del Partit Republicà Radical Socialista (por Baleares) y marcharía, a mediados de 1931, a Madrid donde en más de una ocasión pudo verse con su antigua alumna, Antonia Suau.

· Y esta es la segunda carta, de 1933:


Embajada de España
Palazzo Barberini
                                        Roma 12 de noviembre de 1933

Muy querida amiga y discípula:

Su carta me alegró muchísimo. He tardado en contestar porque quería hacerlo con alguna detención, como usted se merece.

Le escribo a Madrid aunque la supongo en Palma. Espero que de todos modos mi carta le será trasmitida.

¡Cuánto agradezco sus confidencias espirituales! Yo en cambio le haría otras algo más sombrías, porque [2] cuanto más avanzan los años me siento más triste; porque siento lo que llamaba Leopardi l'infinita vanità del tutto. Me habla V. de Goethe. Aunque yo no tengo predilección por esa frialdad narcisista, le diré que es terrible volver a leer Faust cuando declina la vida, y se aprende a descubrir la horrible verdad encerrada en aquella tragedia, apelación desesperada a la ilusión y a la inmortalidad.

La supongo a usted hecha ya una profesora; aunque estoy seguro de que no tendrá usted nunca el empaque [3] cerrado de una doctora, y que por encima flotará su gracia juvenil y su espíritu alado.

Cuando nos veamos, le contaré muchas cosas. Mi cargo, como todos, tiene sus rosas y sus espinas. Pero el mundo es atroz y el contacto con las personas me vuelve misántropo. Y se oscila entre el temor y el deseo de la última y terrible jornada…

Alegrémonos todavía. ¿Quién sabe? Usted, dulce amiga, me comunica con su carta un contagio [4] de su juventud llena todavía de promesas.

Con todo afecto le estrecha la mano

Gabriel Alomar.

*

Han pasado tres años desde la carta anterior, el tono de Alomar es muy otro. Ha sido nombrado embajador en Roma y lo siente como un fracaso de sus aspiraciones de intervención en el núcleo de la política republicana. Sabemos cómo le hería el desgaste del idealismo en la mezquindad del día a día, de las peleas, los pasillos, las zancadillas. El ambiente tenso de Madrid –tan distinto «dels capvespres romàntics del Retiro» y las visitas al Prado con que había soñado tres años antes– junto con la deriva violenta de la vida española, prácticamente le han derrotado. Se hace patente, entre líneas, el contraste con la joven profesora que vive en la burbuja excepcional del proyecto educativo de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Señoritas, cuyo entusiasmo forma el claroscuro de la carta.

Pero también para ella las cosas iban a torcerse pronto. En 1937, en plena Guerra Civil, Antonia tiene que dejar Madrid. Pasará un año en el Instituto Obrero de Valencia. En ese año vertiginoso se casará con el cineasta italiano Antonio Vistarini, tendrá una hija y quedará viuda. Despojada por los vencedores de la guerra de su recién ganada cátedra de literatura, ha de volver a Mallorca, donde ve deshacerse todos aquellos proyectos en los que había puesto su vida. Podemos imaginar, pues, el dolor con que recibió en Palma, en 1941, la noticia de la muerte de su maestro Gabriel Alomar en el exilio de El Cairo. Con todo, Antonia recuperará la cátedra en las oposiciones de 1943 y tomará posesión de ella en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao, donde vivirá los siguientes veinte años (de su estancia allí y la correspondencia con Samuel Gili Gaya, hablamos hace un tiempo).

María del Mar Bonet musicó un poema de Gabriel Alomar. Lo grabó en el disco Raixa, de 2001.
«Estrofa al vent». Damos también el texto con nuestra traducción.


Estrofa al vent

Jo escric al vent aqueixa estrofa alada
per a que el vent la porti cel enllà,

jo vull seguir-la amb ma candent mirada,
plorós de no poder-la acompanyar.

Entre els hiverns quan vibri la ventada,
el meu vers per l'espai ressonarà,
i sobre els homes sa brunzent tonada
durà el so d'un incògnit oceà.

I cantarà en la lira de les branques
i de la lluna en les crineres blanques
o en l'arquet de silenci de la nit.

I eternalment la maternal Natura
l'espargirà per la infinita altura
quan el meu nom, obscur, serà extingit.
Estrofa al viento

Yo escribo al viento este poema alado,
que el viento se lo lleve cielo arriba,
que mi mirada ardiente lo persiga,
triste de no poderle acompañar.

Cuando el viento estremezca los inviernos,
mi verso en el espacio vibrará
y el clamor de su son sobre los hombres
será la voz de un mar por explorar.

Y cantará en la lira de las ramas
y entre las crines de la luna blanca
o el arco de silencio de la noche.

Lo esparcirá la maternal Natura
eternamente en la infinita altura
cuando se extinga, oscuro ya, mi nombre.

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