02 septiembre, 2024

Sa Galera

Hay edificios que acumulan desde sus cimientos hasta la azotea las distintas capas de la historia de una ciudad, con sus necesidades, desgracias, conquistas, modas. No hablamos de grandes monumentos, sino de aquellos rincones que pasan desapercibidos y a los que la propia ciudad observa de reojo porque complican la vida a los urbanistas y especuladores inmobiliarios. Esto ocurre, por ejemplo, en este bloque de Estambul, que hace unos meses todavía estaba en venta.

Quizá aún pueda comprarlo Sir Norman Foster
y añadirle una terraza high-tech

Pero si estas cuatro plantas, una sobre otra, mantienen viva a una criatura de 1.800 años, en el islote de Sa Galera que mencionamos hace unas semanas, en mitad de la bahía de Palma, late agazapado un organismo de más de 4.000 años que ha visto prácticamente toda la historia de Mallorca.

Vista cenital de Sa Galera, con los restos de las construcciones y los pozos


Es increíble que la densidad de esta balsa de piedra haya pasado inadvertida hasta casi ahora mismo. Primero tuvo que dejar de utilizarse como diana en los ejercicios militares de la batería antiaérea del Carnatge, a principios de los años 60, para que algunos arqueólogos se acercaran tímidamente.

En 1967, casi al azar, se encontró allí este pequeño molde talayótico de fundición de objetos de bronce. Pero hace tan solo unos diez veranos que un equipo entusiasta de investigadores va desvelando, poco a poco, un microcosmos fascinante

El islote de Sa Galera, a la izquierda, ante la playita de Son Caios (c. 1920)
La ciudad de Palma queda al fondo.



Cualquier asentamiento humano, por un simple principio de economía, tiende a la consolidación de lo construido. El sueño de una ciudad es de orden, crecimiento y beneficio intra muros. Un islote rocoso a la entrada a una pequeña cala que, a su vez, es una puerta al interior de otra isla, es un punto de advertencia donde clavar una señal, alertar al navegante que llega del exterior ignoto, marcar la propiedad y la identidad del territorio, sea con una construcción fortificada o con un templo bien visible. La violencia, por tanto, y el miedo están en su raíz y afloran a la menor crisis. La sedimentación es imposible. Mirando a mar abierto hacia el sur, de donde vienen las naves que nunca se sabe si traerán devastación o ánforas de vino, la historia del pequeño islote de Sa Galera empieza con los primeros pobladores de Mallorca

Cueva funeraria pretalayótica –a la izquierda– de planta circular con nicho,
puerta y corredor de acceso




Primer homínido en que se documentan
lesiones sufridas por la agresión
de un semejante (Atapuerca,
c. 430.000 años)

Mallorca es una de las islas del Mediterráneo que más tardaron en albergar una población humana mínimamente estable. Las fechas que se tenían por ciertas cubrían un intervalo inicial que va desde hace 4600 hasta hace 4200 años. Sin embargo, algunos descubrimientos muy recientes –concretamente en la llamada Cova Genovesa o d'en Bessó, cerca de las turísticas Coves del Drac– retrasarían este lapso hasta hace unos 5.600 o 6.000 años. En todo caso, aquella población tuvo que ser muy escasa y solo a partir del 2.200 a.C. empezamos a documentar asentamientos firmes de pobladores procedentes, al parecer –por similitudes entre las construcciones navetiformes– del golfo de León. De ahí también llega la cerámica campaniforme tardía, propia de esta zona del Mediterráneo y relacionada con la difusión de la metalurgia del Bronce Antiguo (2.250-1.900 a.C.). Es decir, Mallorca se puebla claramente en el Calcolítico final, momento en que, según A. González Ruibal (en su apasionante Tierra arrasada. Un viaje por la violencia del Paleolítico al siglo XXI) podemos ya utilizar con propiedad el término «guerra» –con sus normas, ritos y panoplia de armas– para definir una de las instituciones favoritas de nuestra especie.

Cerámica calcolítica o navetiforme de Sa Galera. Son los fragmentos más antiguos del islote, de unos 3000 años de antigüedad, hallados cerca de los restos de una construcción de planta oblonga de  la misma época, apenas visible por quedar bajo una esquina de las construcciones púnicas del s. III a.C.







En un día ventoso y de nubes raras, desafié a Lord Byron cruzando el Helesponto y salvé a nado los 4.000 años que separan los antiguos vestigios de Sa Galera de la reciente urbanización en la calita más cercana (Caló de Son Caios). La mención explícita más antigua del islote se encuentra en la Descripció particular de l'Illa de Mallorca e viles, de Joan Binimelis (1595). Y después apenas suele decirse nada de él. En cambio, si atendemos a la representación cartográfica, llama la atención que se le dé una importancia visual desproporcionada en relación a su tamaño real y a su aparición en las fuentes escritas. La bahía de Palma y otros puntos de la costa mallorquina contienen un buen número de islotes más extensos, de mejores condiciones o de cierta relevancia histórica y, sin embargo, están peor representados. Los islotes de Illetes (que pueden ser las Menariae romanas o el puerto que denomina Rodum el Liber maiolichinus..., donde se narra la devastadora razia pisano-catalana de 1113-14), los Malgrats, Portals..., y hacia el sur, en la zona de las salinas tan frecuentada por fenicios y romanos, los importantes islotes de na Moltona y na Guardis, frente a Cabrera, aparecen con frecuencia infrarrepresentados respecto a Sa Galera. Nos preguntamos, pues, si esto es debido a una transmisión cartográfica velada, algo así como un recuerdo o reconocimiento tácito de su peso siglos atrás. Valgan estas pocas imágenes:

Keulen, Nieuwe afteekening van het eyland Maiorca, 1680 (detalle). Sa Galera aparece claramente sobredimensionada, mientras que en Illetas no vemos los islotes

 
Insula Maioricae - D. Vicentius Mut deli., 1683 (detalle)
 
 
Baleares seu Gymnesiae et Pityvsae insulae, dictae Maiorca, Minorca et Yvica... – auctae a R. et I. Ottens, 1720 (detalle)

Homann Erben & J-N Bellin, Carte des isles de Maiorque, Minorque et Yvice, 1823 (detalle)


 Su uso funerario más primitivo atestigua un carácter sagrado que debió durar en época talayótica conviviendo –como ocurre en otros islotes, señaladamente en el de Na Guardis– con su uso como punto de encuentro e intercambio entre los comerciantes púnicos de Ibóshim (la ciudad de Bes: Ibiza) y la población local. 

Moneda púnica ebusitana hallada, junto con otras siete, en el islote y muy escasas en Mallorca. Representa al dios Bes, con faldellín y penacho de plumas, una maza en la mano derecha y una serpiente en la izquierda. En la otra cara un toro embiste hacia la izquierda. Corresponde al último cuarto del s. III a.C., el período de la II Guerra Púnica. El dios Bes, un ser protector a pesar de su grotesca figura, corrió amonedado o en amuletos y estatuillas por todo el Mediterráneo, desde Egipto y Persia hasta la cercana Cerdeña

De este momento inicial son una serie de cabañas de madera que al final los púnicos destruirán para levantar un templo. A su alrededor, desde un depósito y por medio de una serie de tres cisternas rituales, unas canalizaciones hacían correr el agua. A partir de ahora el islote adquiere el carácter de santuario con una presencia púnica continuada.

Estado del templo durante los trabajos de excavación

El registro estratigráfico cuenta la agitadísima historia de este templo, destruido y reconstruido numerosas veces. La primera en el contexto de la Primera Guerra Púnica (264 a.C.), para luego rehacerlo no mucho más tarde, con más medios y de manera que fuera más visible, levantando una alta torre cuadrada con sillares extraídos de la piedra del propio islote (en la zona sur se ve la huella de la cantera, como un gran mordisco). 

Hueco dejado por la cantera de donde se extrajeron los sillares para la construcción del templo

En todo este tramo de costa vemos canteras de marés usadas durante siglos. Al fondo, Sa Galera

Ligadas a este templo se excavaron un par de tumbas, con restos incinerados. Cerca de la puerta oeste se sitúan estos espacios de cremación. Los restos humanos se sepultaron en vasijas cerámicas. Uno de estos pozos lo ahondaron en la roca hasta casi dos metros y colocaron los huesos en una jarra ebusitana. Pero esta sólida torre –la única edificación púnica conocida en toda la bahía de Palma y seguramente la marca orgullosa del poder cartaginés en Mallorca– también fue arrasada antes del 241 a.C. No más allá del 225, el templo se reconstruye aún mayor. El espacio sagrado y la torre central se encierran ahora con un muro de diez por diez metros, adosados al cual, en el interior, quedan restos de algunos altares.
 
Cisterna votiva púnica de la primera mitad del s. III a.C.. Detrás, el templo



Y todavía será destruido dos veces más hasta el 200 a.C. No sabemos las causas de la primera pero los responsables de la segunda sin duda fueron los romanos, ahora durante la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.). Son especialmente numerosos y excepcionales los restos cerámicos hallados tal como quedaron tras esta destrucción del templo.

Punta romana probablemente de una catapulta de escorpión, de la II Guerra Púnica


La conocida tenacidad de los púnicos ibicencos todavía les hará levantar el templo una última vez, ya en el s. II a.C., y durante unos años seguirán haciendo aquí ofrendas y enterramientos. De este último período tenemos restos cerámicos importantes.

Askos púnico ebusitano, votivo, decorado con dos ojos en el cuello. Se halló dentro de una cisterna.
Es de un tipo bastante escaso, incluso en Ibiza 


Guttus ebusitano con embocadura en forma de cabeza de león


Cuenco ebusitano con una roseta estampillada en el centro. Buen ejemplo, junto a los anteriores, de la gran cantidad de cerámica y otros objetos dejados tras el abandono posterior a la II Guerra Púnica

Tras la Tercera Guerra Púnica, ahora ya sí (Carthago delenda est, había repetido hasta el aburrimiento Catón el Viejo), el templo se abandona y aprovechando sus piedras los baleáricos, antes de la conquista romana de Mallorca el 123 a.C., edifican un recinto defensivo que ofrece ciertas condiciones de habitabilidad permanente, horno, hogar de fuego..., con un torreón desde donde vigilar el acceso a la playa y el puerto de son Caios. Se han encontrado restos destruidos de una cabaña de madera del s. I d.C. –posteriores a la conquista romana– ligados a la muerte al parecer violenta de diez personas, hombres, mujeres y niños, probablemente familiares, dejados luego sin enterrar de manera regular.
 
Esqueleto de una mujer embarazada que fue arrojada dentro de una de las cisternas

Esquina sureste del recinto


Después de la agitadísima historia antigua del islote, sobre todo durante su uso por parte de los visitantes púnicos como pequeña colonia a las puertas de Mallorca, pasarán siglos de relativa paz. Los conquistadores romanos a las órdenes de Cecilio Metelo no parecen estar interesados en mantener la edificación de Sa Galera. El motivo principal de Roma para controlar Mallorca y Menorca era someter a unos habitantes calificados por el propio Metelo como «homines feros atque silvestres» (en palabras de Floro, que recogerá también Paulo Orosio). Aparte de incorporar al ejército romano a los temidos honderos, antes del lado púnico, básicamente se trataba de mitigar la intensa piratería que infestaba el Mar Balear –aunque para Estrabón esos piratas no eran los propios baleares, sino gente externa–. Tampoco la ocupación musulmana dejó huellas de construcción aunque hay fragmentos cerámicos de esta época que obedecerían a ocupaciones ocasionales. Algo parecido ocurrirá durante el medievo cristiano, si bien de esta época se puede distinguir algún menor movimiento de tierra y fragmentos de cerámica pisana del s. XII (también, luego, del XVII –marmorizzata– y XVIII), levantina del XIV y catalana del XV. Medio real de Felipe V es el resto más notable del s. XVIII, junto con fragmentos de cerámica vidriada y loza italiana. Cuando el antiguo puertecito de son Caios deja de tener utilidad, el islote pierde interés. El siglo XX convierte toda esta zona de costa en teritorio militar, incluyendo Sa Galera. Esto favoreció la conservación de una parte del territorio, que quedó fuera de la urbanización salvaje actual. Pero también significó un uso destructivo durante décadas como zona de tiro y de ejercicios de artillería.


El trabajo del grupo de investigación que ha excavado el islote ha sido tenaz y de resultados extraordinarios. José Jorge Argüello Menéndez, el alma de este proyecto, me ha pasado muy amablemente la mayoría de las imágenes reproducidas. ¡Gracias! Quien quiera conocer hasta los menores detalles de la vida del islote deberá consultar obligatoriamente su estudio «Las fases cronológicas del yacimiento de Sa Galera. Una lectura estratigráfica» (en el magnífico volumen Sa Galera. Más de 4000 años de historia, Palma, 2020). Por mi parte, he vuelto unas cuantas veces este verano a ver el islote, ahora remando sobre una tabla. He aprendido mucho. Invito a venir conmigo a quien quiera acompañarme antes de que vuelva a crecer la maleza sobre los sillares púnicos.