En todas las ocasiones en que vamos a Galicia nos admira el granito de los edificios, la solidez de la piedra áspera que, cortada a grandes bloques, da una sensación de peso y aposentamiento eterno a las construcciones y los pavimentos. El moho que la recubre, bajo la lluvia incesante, acentúa la idea de que esos muros brotaron de la tierra en el principio de los tiempos, y que ahí permanecerán, bajo la misma lluvia, después del Juicio Final. En Mallorca, en cambio, los bloques de marés de las casas tradicionales, lábiles como la arena, se deshacen al pasarles la mano.
Sobre estas piedras gallegas queda el registro humano, como en la Pedra da Serpe, en Corme. Al granito que guardaba la memoria de un viejo culto a la serpiente le colocaron esta cruz cristiana. Por lo que sabemos, el relieve con la serpiente ha de ser de época romana o, incluso, medieval, y se encuentran otros similares en la costa atlántica del norte de la Península Ibérica, los más abstractos se remontan a la época megalítica. En la foto de arriba leemos: «Cuenta la leyenda que fue San Adrián, patrón de esta parroquia, quien libró a esta tierra de una plaga de serpientes al patear fuertemente con el pie en el suelo y hacerlas desaparecer a todas, quedando encantadas debajo de esta piedra. Dicen que en la playa próxima a la Ermita aún se ven los tocones de los árboles, entre la arena, de la antigua y rica villa de Valverde, quemada por los romanos para ahuyentar a las serpientes». La cruz es relativamente moderna, pues la antigua se destruyó. La serpiente grabada en esta roca es alada, cosa poco habitual en la iconografía occidental.
Aeropuerto de Lavacolla, Santiago de Compostela |
Ayer anduvimos por los tejados de la catedral de Santiago de Compostela. Llovió sin parar y soplaba un fuerte viento mientras ya empezaba a anochecer.
En efecto, esto es lo que parece. En los mismos tejados de la catedral, una muestra del humor escatológico que animaba de vez en cuando a los canteros y escultores medievales. Finis Terrae |
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