Hoy Mallorca recuerda (es una forma de hablar) a Ramón Llull. Sin duda alguna, Llull es el intelectual más importante que haya nacido jamás en esta isla y no deja de ser sorprendente la nula atención que aquí se presta a su vastísima obra. Con todo, algunos grupos y personalidades mantienen núcleos de investigación y difusión del pensamiento, la literatura y la espiritualidad lulianas. Estos días atrás hemos asistido al seminario de Jordi Gayà sobre la Ars Magna, un excelente resumen de los pasos por los que Llull fue construyendo su gran edificio verbal y lógico. Allí, entre el público, estaba otro gran especialista que ha dedicado su ya larga vida a Llull, Antoni Bonner (ved estas páginas suyas y, sobre todo, el enlace a la base de datos bibliográfica). También, junto a Maribel Ripoll, la voluntariosa coordinadora de la Cátedra Ramón Llull, había un puñado escaso de estudiantes de la Universidad. Nadie más. Nos extraña que un mundo tan profundo y, a la vez, fascinante como el que rodea a Llull (incluidas las más variopintas mistificaciones) no atraiga en masa a los estudiantes, por ejemplo. Quizá nadie les ha hablado nunca en serio de este autor. Sin embargo, el nombre de Ramón Llull aparece luego por todas partes: nos tememos que solo forma parte del paisaje, como mero elemento decorativo e inadvertido de la esfera cultural (en efecto, hasta un asteroide descubierto en 1997 lleva su nombre). Cuando a un exceso icónico se une la absoluta indiferencia real, queda rota cualquier posibilidad de memoria. Tenemos la esperanza de que nuestro trabajo –que comentábamos en la entrada anterior– en la Biblioteca del Monasterio de La Real pueda aportar un mínimo movimiento en la dirección que nos parece justa. Lo veremos.
27 noviembre, 2006
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