Ayer aprendimos la sonora palabra «huehuetlahtolli» en la colección de estudios que ha publicado Roxana Recio: Traducción y humanismo: Panorama de un desarrollo cultural (Soria: Vertere. Monográficos de la revista Hermeneus, 2007). Es náhuatl y está compuesta de huehue (viejo, en el sentido de antiguo) y tlahtolli (palabra, discurso, relato, refrán, amonestación), así que su traducción literal sería «antigua palabra». Quizá sea más adecuado traducirla por «la palabra –o el testimonio– de los ancianos» porque designa unos textos didácticos simples –aunque de una poesía directa, hermosa y cuajada de delicadas metáforas– con que se adoctrinaba a los jóvenes y se les enseñaban los principios morales de la civilización. Así lo explica el trabajo de Librado Silva Galeana, «Los huehuetlahtolli recogidos por fray Andrés de Olmos, publicados después por fray Juan Bautista. Algunas dificultades que presentó su traducción» (págs. 173-185 del libro citado).
Don Andrés, notario azteca: Techialoyan land records, en Nahuatl (s. XVII)
En estos textos se encuentra lo poco que nos ha quedado de la cultura de los antiguos mexicanos. En las recopilaciones que han sobrevivido vemos los esfuerzos de la última generación precolombina esmerándose en dejar constancia del viejo saber cuando ya había ocurrido la aniquilación de su mundo y se hacía presente la imposición del de los conquistadores.Desde aquí, lejos en tiempo y espacio, creeemos que los viejos náhuatl también son «nuestros mayores». Lo empezaron a ser en el mismo momento en que España llegó allá y se mezclaron los pueblos, y su palabra debe ser escuchada con la misma atención que dedicamos a nuestros antepasados europeos. En los estudios universitarios españoles, desgraciadamente, se tiende a ignorar por completo estos temas. Después de la gran operación publicitaria y grotesca que montó el estado español alrededor de las celebraciones del Quinto Centenario, en 1992, hemos caído en el desprecio más absoluto hacia la cultura americana (siempre hay pequeñas excepciones, claro está). Sin duda, lo que mejor pervive son los escritos críticos, a veces furiosamente atrabiliarios, que dedicó Rafael Sánchez Ferlosio a aquellos festejos y a la relación española con América.
Y ahora nos mueve a escribir estas líneas el estremecimiento sufrido hoy al ver la ambigua lección de historia perpetrada por Mel Gibson en su film Apocalypto. Es especialmente irritante porque con los medios de que ha dispuesto y los temas que apunta podría haber resultado una película muy valiosa. Nos ha gustado oír los diálogos en maya, pero estas espectaculares simplificaciones de la historia crean tópicos como garrapatas en la mente de la mayoría de espectadores, y luego ya no es posible matizar nada.
Y ahora nos mueve a escribir estas líneas el estremecimiento sufrido hoy al ver la ambigua lección de historia perpetrada por Mel Gibson en su film Apocalypto. Es especialmente irritante porque con los medios de que ha dispuesto y los temas que apunta podría haber resultado una película muy valiosa. Nos ha gustado oír los diálogos en maya, pero estas espectaculares simplificaciones de la historia crean tópicos como garrapatas en la mente de la mayoría de espectadores, y luego ya no es posible matizar nada.
Diego Rivera (1886-1957): «La Creación». Ilustración para el Popol Vuh, ca. 1931
Bien. Buscaremos este libro: Fray Juan Bautista Viseo, Huehuetlahtolli: testimonio de la antigua palabra. Ed. Miguel León-Portilla. Trad. Librado Silva Galeana. México: Comisión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, 1988 (y México: Fondo de Cultura Económica, 1991).
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