Desde hace tres años Studiolum en colaboración con la Biblioteca de la Catedral de Kalocsa —una de las bibliotecas históricas más ricas de Hungría—publica cada Navidad un manuscrito medieval o algún incunable del que destaque su calidad o belleza. A fines del año pasado vio la luz en esta serie De Astronomica, es decir, De los astros, de Gaio Julio Higino, el que fuera bibliotecario del emperador Augusto.
La Biblioteca guarda varias ediciones de este libro. La editio princeps se imprimió en 1475 en Ferrara pero sin ilustraciones. Las xilografías de las cuarenta constelaciones y los siete planetas descritos por Higino solo aparecerán al cabo de diez años en la edición de Venecia de Erhard Ratdolt. Estas imágenes serían luego copiadas en la mejor edición del siglo XV, la de Tomás de Blavis, Venecia 1488. Y esta es la que hemos escogido para publicar ahora. Nuestro DVD incluye el facsímil completo del libro con la transcripción buscable del texto latino. Hemos señalado también todas las diferencias con el texto de la primera versión a partir de la edición crítica de 1983, y acompañamos cada ilustración con su correspondiente versión renacentista tomada de la edición de Basilea 1565. Este juego de ilustraciones ofrece un peculiar viaje en el tiempo: es evidente que las dos figuras representan lo mismo, pero viéndolas una al lado de otra queda igual de claro cuánto pudo cambiar el mundo en los cincuenta años transcurridos entre ambas.
Ya habíamos planeado este DVD como regalo de Navidad cuando supimos que 2009 era proclamado por la UNESCO Año Internacional de la Astronomía. Por este mismo motivo, la Biblioteca de Kalocsa empezó a organizar —tras su exposición de Biblias del año pasado con ocasión del Año de la Biblia— una nueva muestra que expusiera sus riquísimos fondos sobre astronomía. Ahora el objetivo es inaugurarla justo en el equinoccio de primavera, el 20 de marzo. Y en Studiolum nos hemos comprometido a preparar las primeras traducciones al español y al húngaro del De Astronomica, que se incluirán, junto con la versión inglesa, en la segunda edición del DVD a distribuir durante la apertura de la exposición.
El hispano Higino, jefe de la biblioteca imperal dedicó la mayor parte de su tiempo a compilar obras de referencia sobre temas muy variados para uso de aquellos ciudadanos de Roma que, al final de la guerra civil y con la llegada de la paz de Augusto, disfrutaban del sosiego necesario para adquirir una mejor educación. Realizó resúmenes sobre el origen de las ciudades de Italia, las familias de Troya, las historias memorables, la vida de personajes ilustres, los dioses e incluso sobre agricultura y apicultura, asuntos que también pertenecían al elenco de la literatura culta de entonces. Solo dos de sus libros han sobrevivido: las Fabulae, un compendio de mitología grecorromana, y la Astronomica que, aparte de una descripción del cielo estrellado, contiene también un sumario de los los mitos relacionados con cada constelación.
Hoy en día, rodeados de enciclopedias y diccionarios mitológicos, nos cuesta ver que no es algo tan normal el que determinados aspectos de la mitología clásica hayan llegado hasta nosotros de forma detallada. En la mayoría de otras naciones del mismo período, mientras sus religiones estaban vivas se consideró superfluo elaborar ciertos registros minuciosos, y aún más inútil era cuando aquellas quedaban sustituidas. De la milenaria mitología armenia solo sabemos lo que nos dijo en el siglo V, y a modo de ejemplo disuasorio, Movses Khorenatsi, su primer cronista cristiano. Y de la antigua religión húngara ni siquiera tenemos eso.
El conocimiento de la mitología grecorromana nos ha llegado justamente por medio de las compilaciones realizadas en aquel tiempo, la época de Augusto. En estos dos libros de Higino. En las Metamorfosis y Fastos de Ovidio, amigo de Higino, que son prácticamente resúmenes mitológicos en verso. En las notas recogidas por dos autores anónimos que se conservan en la Biblioteca Vaticana. Y esto es todo. El resto de fuentes son fragmentarias. Pero estas pocas obras bastan para componer un sistema en el que las otras fuentes se pueden insertar con comodidad. Estos libros fueron inspiración y modelo de los grandes manuales mitográficos del Renacimiento, empezando por la Genealogia Deorum, 1360, de Boccaccio.
Aquellos epítomes no se crearon solo como literatura de consumo popular. Jean Seznec cuenta en su pionero estudio Los dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento (1940; ed. española Madrid: Taurus, 1983) que los ciudadanos educados del imperio helenístico, justo en aquel tiempo, empezaron a abandonar su creencia en la existencia real de los antiguos dioses y a reinterpretarlos como personificaciones de fenómenos naturales o como figuras históricas que habían vivido en los albores de la humanidad. Estos tratados sobre los dioses escritos hacia el reinado de Augusto —donde también se incluye el De natura deorum— de Cicerón ya se enfocaban desde un nuevo ángulo desmitificador y obedecían a la nueva necesidad de elaborar recapitulaciones.
Higino dedicó su De Astronomica a un tal M. Fabius. Según Jérôme Carcopino (1963), podría identificársele con el aristócrata y culto ciudadano romano Paulo Fabio Máximo, cuya estrella se elevó súbitamente en el año 11 a.C al emparentar por matrimonio con la familia imperial y que, en el 3 a.C., cayó en desgracia de manera igualmente abrupta. De ser así, Higino tuvo que escribir su obra entre el 11 y el 3 a.C. En ella, a la vez que desmitificaba las constelaciones celestes, se despedía de los dioses, relegados a un papel de meros símbolos. Casi al mismo tiempo tres astrólogos orientales emprenderían la investigación acerca de una nueva estrella aún no incluida en el discurso de Higino.
La Biblioteca guarda varias ediciones de este libro. La editio princeps se imprimió en 1475 en Ferrara pero sin ilustraciones. Las xilografías de las cuarenta constelaciones y los siete planetas descritos por Higino solo aparecerán al cabo de diez años en la edición de Venecia de Erhard Ratdolt. Estas imágenes serían luego copiadas en la mejor edición del siglo XV, la de Tomás de Blavis, Venecia 1488. Y esta es la que hemos escogido para publicar ahora. Nuestro DVD incluye el facsímil completo del libro con la transcripción buscable del texto latino. Hemos señalado también todas las diferencias con el texto de la primera versión a partir de la edición crítica de 1983, y acompañamos cada ilustración con su correspondiente versión renacentista tomada de la edición de Basilea 1565. Este juego de ilustraciones ofrece un peculiar viaje en el tiempo: es evidente que las dos figuras representan lo mismo, pero viéndolas una al lado de otra queda igual de claro cuánto pudo cambiar el mundo en los cincuenta años transcurridos entre ambas.
Ya habíamos planeado este DVD como regalo de Navidad cuando supimos que 2009 era proclamado por la UNESCO Año Internacional de la Astronomía. Por este mismo motivo, la Biblioteca de Kalocsa empezó a organizar —tras su exposición de Biblias del año pasado con ocasión del Año de la Biblia— una nueva muestra que expusiera sus riquísimos fondos sobre astronomía. Ahora el objetivo es inaugurarla justo en el equinoccio de primavera, el 20 de marzo. Y en Studiolum nos hemos comprometido a preparar las primeras traducciones al español y al húngaro del De Astronomica, que se incluirán, junto con la versión inglesa, en la segunda edición del DVD a distribuir durante la apertura de la exposición.
El hispano Higino, jefe de la biblioteca imperal dedicó la mayor parte de su tiempo a compilar obras de referencia sobre temas muy variados para uso de aquellos ciudadanos de Roma que, al final de la guerra civil y con la llegada de la paz de Augusto, disfrutaban del sosiego necesario para adquirir una mejor educación. Realizó resúmenes sobre el origen de las ciudades de Italia, las familias de Troya, las historias memorables, la vida de personajes ilustres, los dioses e incluso sobre agricultura y apicultura, asuntos que también pertenecían al elenco de la literatura culta de entonces. Solo dos de sus libros han sobrevivido: las Fabulae, un compendio de mitología grecorromana, y la Astronomica que, aparte de una descripción del cielo estrellado, contiene también un sumario de los los mitos relacionados con cada constelación.
Hoy en día, rodeados de enciclopedias y diccionarios mitológicos, nos cuesta ver que no es algo tan normal el que determinados aspectos de la mitología clásica hayan llegado hasta nosotros de forma detallada. En la mayoría de otras naciones del mismo período, mientras sus religiones estaban vivas se consideró superfluo elaborar ciertos registros minuciosos, y aún más inútil era cuando aquellas quedaban sustituidas. De la milenaria mitología armenia solo sabemos lo que nos dijo en el siglo V, y a modo de ejemplo disuasorio, Movses Khorenatsi, su primer cronista cristiano. Y de la antigua religión húngara ni siquiera tenemos eso.
El conocimiento de la mitología grecorromana nos ha llegado justamente por medio de las compilaciones realizadas en aquel tiempo, la época de Augusto. En estos dos libros de Higino. En las Metamorfosis y Fastos de Ovidio, amigo de Higino, que son prácticamente resúmenes mitológicos en verso. En las notas recogidas por dos autores anónimos que se conservan en la Biblioteca Vaticana. Y esto es todo. El resto de fuentes son fragmentarias. Pero estas pocas obras bastan para componer un sistema en el que las otras fuentes se pueden insertar con comodidad. Estos libros fueron inspiración y modelo de los grandes manuales mitográficos del Renacimiento, empezando por la Genealogia Deorum, 1360, de Boccaccio.
Aquellos epítomes no se crearon solo como literatura de consumo popular. Jean Seznec cuenta en su pionero estudio Los dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento (1940; ed. española Madrid: Taurus, 1983) que los ciudadanos educados del imperio helenístico, justo en aquel tiempo, empezaron a abandonar su creencia en la existencia real de los antiguos dioses y a reinterpretarlos como personificaciones de fenómenos naturales o como figuras históricas que habían vivido en los albores de la humanidad. Estos tratados sobre los dioses escritos hacia el reinado de Augusto —donde también se incluye el De natura deorum— de Cicerón ya se enfocaban desde un nuevo ángulo desmitificador y obedecían a la nueva necesidad de elaborar recapitulaciones.
Higino dedicó su De Astronomica a un tal M. Fabius. Según Jérôme Carcopino (1963), podría identificársele con el aristócrata y culto ciudadano romano Paulo Fabio Máximo, cuya estrella se elevó súbitamente en el año 11 a.C al emparentar por matrimonio con la familia imperial y que, en el 3 a.C., cayó en desgracia de manera igualmente abrupta. De ser así, Higino tuvo que escribir su obra entre el 11 y el 3 a.C. En ella, a la vez que desmitificaba las constelaciones celestes, se despedía de los dioses, relegados a un papel de meros símbolos. Casi al mismo tiempo tres astrólogos orientales emprenderían la investigación acerca de una nueva estrella aún no incluida en el discurso de Higino.
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