Tengo pruebas definitivas de que la amistad resiste el tiempo y la distancia. Incluso veinticuatro años sin apenas comunicación, como en un tango o un bolero. Todos esos años han pasado desde que nos despedimos. Ahora Jordi volvió unos días aquí, desde Cardiff donde encontró su casa y su trabajo. Durante dos días paseamos hablando y riendo como si la conversación la hubiéramos dejado ayer tarde tomando una cerveza, igual que tantas veces hace veinticuatro años. Luego se fue otra vez a Cardiff. Es probable que pase mucho tiempo hasta que nos volvamos a ver. O pocos meses. Tanto da.
Me dio su último libro de poemas. Intento una traducción.
Conjectures Potser la mort ens sorprendrà un migdia de llum eixelebrada als recs eixuts. O alguna tarda neguitosa i aspra de vent banal a les terrasses breus. O bé de nit, qualsevol nit, entre els lladrucs de l’ombra. Potser només serà com un paissatge gèlid de la ment, una frontera blanca on s’agrumollen els somnis capolats. O l’última derrota dels sentits: un pur desistiment del cos que avui a penes s’anuncia. La vida, mentrestant, ens ofereix un embull permanent de conjectures. | Conjeturas Quizá la muerte nos sorprenda un mediodía atónito en la luz de las acequias secas. O en una tarde inquieta y desabrida de viento insustancial en los balcones. O puede que de noche, cualquier noche, entre ladridos negros. Quizá tan solo sea como un paisaje helado de la mente, una frontera blanca donde cuajan los sueños triturados. O el fracaso final de los sentidos: la rendición del cuerpo que a estas horas apenas se adivina. La vida, mientras tanto, nos ofrece un permanente alud de conjeturas. |
Jordi Larios. El cop de la destral [El golpe del hacha], Barcelona, 2006.
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