... para probar una rica pasta con queso suave — se cantaba con una melodía de moda antes de la II Guerra Mundial. Y era justamente así. Porque el suburbio barroco de Óbuda, en las afueras del norte de Budapest, construido sobre los cimientos de la Aquincum romana, era el paraíso de los pequeños restaurantes bohemios, el refugio popular de artistas que se mezclaban con los acomodados lugareños en busca de buena comida y diversión; un pequeño Montmartre y Trastevere todo en uno. Ese mundo mágico vive para siempre en varias novelas de Gyula Krúdy (1873-1933), «el Proust húngaro» (The New York Times), «un escritor maravilloso que frecuentó las tabernas de Budapest y vivió en sus calles mientras iba gestando una serie de hipnóticas y reveladoras novelas que se cuentan entre las obras maestras de la literatura moderna» (New York Review of Books). Y sólo allí. Porque la villa fue borrada del mapa junto con sus mil pequeños restaurantes durante la construcción forzosa de edificios de diez pisos en la década de los 60. La romántica capital de la gastronomía húngara permanece ahora como una Atlántida en la memoria de los habitantes de la ciudad.
Uno de aquellos mil — Otra foto de Friedman
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