Ya hemos dicho algo de los glosarios o libros de frases durante la Guerra, pero nada de uno tan curioso como este. Esta máquina de traducir Stummer Dolmetsch, o «Intérprete silencioso», de 13 × 18 cm, no lleva fecha, pero según la tarjeta del catálogo de la casa de antigüedades Fünkchen —vendida aunque rescatada de la caché— fue impresa en 1940; es decir, al menos medio año antes de que pudiera empezar a cumplir su misión prevista en el Frente Oriental.
Las dos ilustraciones son del excelente blog de Sprachfuehrer: Военный разговорник и переводчик до 1945 г. (Diccionarios e intérpretes de guerra antes de 1945), sobre el cual vamos a escribir más, y donde también se pueden comprar estas máquinas; los datos provienen del Übersetzerportal
“Man zeige dem Russen die Übersetzung des Wunsches, Befehls usw., gegebenenfalls zur Ergänzung auch das passende Bild. Auf diese Art kann man nach kurzer Orientierung Hunderte von Wünschen und Befehlen ohne Sprachkenntnisse ausdrücken.” | «Mostrar al ruso la traducción de los deseos, órdenes, etc., en ocasiones complementada con una imagen apropiada. De este modo, después de una breve orientación se pueden expresar cientos de deseos y órdenes sin ningún tipo de destrezas lingüísticas». |
«Cientos de órdenes» suena excesivo, o debe entenderse incluidas las combinaciones con las imágenes. De hecho, los dos lados de la máquina muestran sólo veinte-veinte Befehle, Fragen, Verhör, Erkundung y Quartier, o sea, orden, pregunta, examen, recopilación de información e instrucciones sobre el acuartelamiento. El usuario gira la parte superior visible del disco interior hasta el número correspondiente a la orden requerida, y su equivalente en ruso aparece en el troquelado, enmarcada en rojo. Un fallo de la máquina es que uno eventualmente tenía que señalar con el dedo la imagen suplementaria, pero estamos seguros de que en caso de un uso prolongado el espíritu teutón también habría dado con la correcta automatización de esto.
El ingenio de la máquina impresiona. Pero, ¿qué clase de plus (Gebrauchsmehrwert) añade a los simples glosarios alemán-ruso que ya hemos visto? Quizá que el usuario no tuviera que enfrentarse al mar ignoto de la lengua extranjera, sino que —aparte de la pequeña zona de peligro, bien delimitada en rojo— se sintiera siempre, en ambos lados de la hoja, en su propio medio lingüístico. Quizá la sensación infantil de girar la rueda, la seguridad habitual ante una máquina que responde o que, por así decir, industrializa la producción de términos extranjeros. Esto tenía que fascinar también al compañero de interacción, en cuya lengua no existía aún un equivalente apropiado para «eficiencia». Ay, quién sabe cuánto más adelantada estaría hoy en día la informática si la guerra hubiera durado un poco más.
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