Hace algunos años Pedro Campa publicó unas páginas que revelaban un aspecto cultural apenas observado desde el ámbito hispánico.
* Se trata de la literatura emblemática rusa, un género que a pesar de su tardío y poco abundante desarrollo en ese país, no careció en absoluto de atractivo e importancia. Revisando ahora las obras capitales de aquella producción literaria de marcado corte filosófico-moral, consideramos que podría ser de interés investigar el fondo de una imagen que entronca con un tópico vivo y notablemente privilegiado por la iconología moderna. Se trata, en esencia, de la representación de la Verdad encarnada en la fórmula
Veritas filia temporis (la Verdad, hija del Tiempo).
Иѳіка ієрополітіка (Ithika hieropolitica), Kiev, 1712.
Partimos de esta peculiar ilustración que entrevimos por primera vez en Moscú, en una exposición de impresos del siglo XVIII en la Biblioteca Lenin —luego Biblioteca Estatal Rusa— y que provenía de un libro de 1712 titulado Иѳіка ієрополітіка (Ithika hieropolítica). Allí aparece una mujer arropada en una túnica barroca, con un sol en la mano izquierda y un libro abierto hacia el que dirige la mirada en la otra mano. En el libro se lee СЛОВО БОЖIЕ — Palabra de Dios, y sobre la imagen gravita la palabra Истина — Verdad.
Por supuesto, cualquier observador avezado en este tipo de alegorías y figuraciones se orientará enseguida hacia la obra del perusino Cesare Ripa (Iconologia, 1593), cuya influencia en el ámbito de la literatura y la imaginación simbólica del Barroco europeo es difícil exagerar.
Cesare Ripa, Iconologia, Padua: Donato Pasquardi, 1630. Edición ampliada.
La Iconología se tradujo a ocho idiomas y fue publicada en cuarenta y tres ediciones diferentes hasta fines del siglo XIX, cuando su prestigio y su utilización como manual de referencia comenzó a decaer. Con todo y el éxito abrumador de este libro, es excepcional detectar su presencia en un libro ruso, y más aún en uno escrito en antiguo eslavo eclesiástico (primera lengua eslava con carácter literario), como éste que ahora comentamos.
El fuerte arraigo de la literatura emblemática y alegórica en la Europa católica y protestante no tuvo paralelo en los territorios ortodoxos. Pedro Campa solo menciona dos o tres intentos similares, siempre próximos a la órbita occidental y gestados en la esfera polaca o jesuítica.
* Propiamente, el primer libro de emblemas ruso,
Symbola et emblemata – Сѵмволы и ємблємата, fue encargado nada menos que por Pedro el Grande en persona, en 1705, al comerciante de Amsterdam Jan Tesing. Es una colección de 840 emblemas escogidos entre los más populares de la literatura emblemática occidental. Sus motes, mayoritariamente latinos, se traducen aquí al francés, italiano, español, holandés, inglés y —por vez primera— también al ruso.
* Por supuesto, este libro formaba parte de un programa más vasto de reformas occidentalizantes emprendido por el zar, deseoso ante todo de difundir un género de tanta potencia persuasiva entre sus súbditos rusos. Sin embargo, su esfuerzo apenas encontró seguidores.
Frontispicios de Сѵмволы и ємблємата – Symbola et Emblemata, Kiev, 1705 (arriba), y las dos primeras páginas con una muestra de los 840 emblemas multilingües.
El libro de donde procede la imagen de la Verdad que hemos reproducido arriba, la
Иѳіка ієрополітіка, aunque se publicó siete años después que el libro de emblemas comisionado por Pedro el Grande, es por completo independiente de éste. No toma inspiración de sus emblemas ni es, estrictamente hablando, un libro de emblemas, sino una obra filosófica y moral con grabados emblemáticos. Se atribuye a Afanasy Mislavsky y, aunque es bastante dudosa su autoría, el hecho de que éste fuera durante los años 1710-1714 (año de su muerte) archimandrita del Monasterio de Pechersk Lavra, donde el libro fue publicado, hace pensar que, como mínimo, tuvo ciertas responsabilidades como promotor de la obra.
*
Cada uno de sus breves capítulos presenta en dos o tres páginas un concepto bajo un desarrollo formal meditativo basado en la Biblia y en diversos autores eclesiáticos. Así lo describe el Catálogo de impresos antiguos ucranianos:
873. Ithika* ieropolitika ili filosofiya nravouchitelnaya symvolami i priupodobleniya izyasneniya… (Ética religiosa y política, esto es, una filosofía que enseña el bien mediante símbolos y semejanzas razonadas) … Kiev, Imprenta del Monasterio, 1712.
Grabados: Escudo de armas de Skoropadsky (frontispicio interior), 67 ilustraciones a toda página. Grabador: Nokodim Zubritsky.
Obra filosófica y moral que presenta las reglas básicas de la ética social, la filosofía y la educación en forma poética. Los grabados ilustran conceptos tales como son humildad, mansedumbre, paciencia, piedad, esperanza, parsimonia, valor, amor de los padres para con los hijos, igualdad, lectura de libros, la academia o escuela y así sucesivamente. *
Las ilustraciones que dan visibilidad a cada uno de los conceptos, desarrollados luego en una estrofa de cuatro versos, se relacionan usualmente con alguna fuente visual europea occidental: un emblema, una alegoría o una imagen bíblica. No es de extrañar que así sea desde el momento en que Kiev hacía aún pocas décadas que había dejado de pertenecer a la Unión polaco-lituana para integrarse en el Imperio Ruso. «Rutenia», como se conocía todavía por entonces a la provincia, disfrutaba de autonomía dentro del Imperio y mantenía conexiones culturales con Polonia y, a través de ella, con el resto de la Europa occidental. En la imprenta del mismo monasterio se publicaban también obras en polaco y latín, y la biblioteca guardaba un buen número de volúmenes de autores clásicos, tratados teológicos católicos y obras eruditas, así como libros de emblemas.
*
Este monasterio era el
Печерська лавра – Pecherska Lavra, o Monasterio de las Cuevas de Kiev, el más antiguo de Ucrania y uno de los centros de mayor peso específico de la Ortodoxia de Europa oriental. Era sede de una de las tres imprentas ucranianas activas por los mismos años. Las otras dos estaban en el Monasterio de la Trinidad, en Chernigov, y en la Hermandad de la Dormición —luego Hermandad Stavropigia—, en Lviv (Lvov en la pronunciación rusa, o Lwów en polaco, y Leópolis en español). El monasterio sustentaba la universidad más importante de la región, la
Academia de Kiev-Mohyla —establecida como tal desde 1658— donde se educaba la alta intelectualidad ortodoxa desde Lituania hasta Bulgaria y Serbia, pasando por Polonia y los principados rumanos. El nombre de la Academia derivaba de su fundador, el Metropolitano (arzobispo) de Kiev y Archimandrita de Pechersk Lavra,
Petro Mohyla (1596-1646), descendiente de una vieja familia boyarda de Moldavia, hijo del Príncipe de Moldavia
Ieremia Movilă (1595-1606, reconstructor del famoso
Monasterio de Suceviţa) y de la húngara Erzsébet Csomortány de Losonc. Su padre fue defensor de la alianza con Polonia, y su madre desempeñó un papel protagonista en el ascenso del catolicismo moldavo. Al amplio horizonte cultural heredado, Mohyla sumó estudios en universidades europeas y, como Metropolitano de Kiev, trabajó luego en favor de la difusión de la cultura, la educación y el sistema académico occidentales; asimismo, en relación con la iglesia ortodoxa, abogó por la teología escolástica, el uso del latín y el mantenimiento de los contactos con Polonia y el Oeste. Fue un teólogo ortodoxo sobresaliente que supo solventar una larga serie de conflictos entre las iglesias de Constantinopla, Rusia y Moldavia-Valaquia. Hoy se le venera como santo en las iglesias ortodoxas de Ucrania, Rumanía y Polonia.
Así pues, la génesis de la
Ithika y de un conjunto de obras de contenido similar se debe muy probablemente a la corriente de ideas occidentales que impulsó Mohyla. La
Ithika es una obra didáctica, dedicada a exponer los conceptos lisa y llanamente; hasta cierto punto es como un «catecismo en imágenes» del mismo orden que aquellos que se produjeron en Europa a raíz de las renovaciones filosóficas y eclesiásticas del primer tercio del siglo
XVI * —cuya línea afectará incluso a Ripa
*—; y la
Ithika será, además, el primer representante de este género en el mundo ortodoxo. Sergei Zagrebny, en su resumen de la historia de la Academia de Mohyla, menciona explícitamente la
Ithika entre las obras más importantes y representativas de los seguidores del legado espiritual de la escuela literaria fundada por Petro Mohyla.
*
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Escudo de armas de Iván Skoropadsky,
al inicio de la Ithika hieropolitica. |
La edición de 1712 de la
Ithika se abre con el escudo de armas del comandante en jefe (гетьман - hetman) cosaco
Iván Skoropadsky (1708-1722), el terrateniente ucraniano más poderoso de su época. Skoropadsky, que fue alumno y después benefactor de la Academia de Mohyla, se convirtió en líder supremo de los cosacos de Ucrania tras la caída del líder anterior, Mazepa, que se había rebelado contra Pedro el Grande. Aceptó el control ruso pero a la vez defendió la autonomía ucraniana de un modo similar al que propugnaban Petro Mohyla y su academia. Vale la pena mencionar que uno de sus descendientes, Pavlo Skoropadsky, sería el líder del malogrado estado ucraniano entre 1918-1920.
*
Mientras vivió Skoropadsky, que había dado tan buen servicio al Imperio, el zar respetó la autonomía de Ucrania. Pero después de su muerte se avivaron las tensiones. En un primer paso, se introdujo, ya en 1720, la censura: las imprentas solo podrían reimprimir antiguos y tradicionales libros eclesiásticos, mientras que las obras de los seguidores de Mohyla quedaban explícitamente prohibidas.
* De este modo acabó una prometedora aventura de medio siglo que quiso abrir a Occidente la iglesia ortodoxa e iniciar una revisión intelectual interna. De este modo también, el género literario inaugurado por la
Ithika quedó sin continuadores. Sin embargo, el libro se reeditó en 1718, en San Petersburgo, igualmente en antiguo eslavo eclesiástico pero ya con ortografía rusa. Probablemente, los nuevos aires occidentalizantes le devolvieron el público perdido. Pasadas unas décadas más, en 1760 volvió a ver las prensas en Lwów, ciudad que había permanecido bajo dominio polaco (hoy la Lviv ucraniana, como hemos dicho) y donde la iglesia ortodoxa conservaba su apertura hacia la cultura europea occidental. Siguieron dos ediciones más en las dos capitales rusas, en 1764 en San Petersburgo y en 1796 en Moscú. Ambas iban sin ilustraciones, de modo que el substrato emblemático, a partir de aquí, se perdió.
Un desarrollo colateral de la historia de la recepción de la
Ithika es la edición vienesa de 1774. Aquí reaparecieron las ilustraciones pero elaboradas de nuevo en estilo rococó. La historia de esta edición la comenta Ljiljana Stošić en su obra sobre los modelos occidentales de la escultura barroca serbia.
* Para la ortodoxia serbia, orientada hacia Occidente, una vez acabadas las guerras con los turcos a principio del siglo
XVIII las imágenes facilitaban la absorción de los modelos occidentales y su aplicación a los temas ortodoxos. Stošić menciona una gran cantidad de obras de arte en esta línea, desde Belgrado a Szentendre (Hungría). Estos artistas utilizaban mayoritariamente la edición de Kiev de 1712, llevada consigo a casa por los estudiantes serbios que habían pisado la Academia de Mohyla. A medida que estos ejemplares se fueron agotando o desgastando, empezó a ser necesaria una edición serbia. «Serbio» vale aquí obviamente por los compradores o usuarios del libro, puesto que el idioma seguía siendo el mismo eslavo eclesiástico antiguo, leído y escrito por todos los intelectuales ortodoxos desde Moscú a Tirana, pasando por Bucarest. Y como para el comerciante o burgués serbio que realizaba sus negocios a lo largo del Danubio los centros entonces más importantes de la cultura serbia eran Viena y Buda —no por casualidad
Vuk Karadžić emprendió la renovación del serbio en esta última ciudad—, era una decisión natural publicar el libro en la imprenta serbia de Viena.
Alegoría de la Verdad en las ediciones de Kiev 1712, San Petersburgo 1718 y Viena 1774. Las ediciones de San Petersburgo 1764 y Moscú 1796 no fueron ilustradas. El ejemplar de Lwów 1760 de que disponemos
carece de este grabado.
A pesar de que la
Ithika, como vemos, fue una obra importante por varios conceptos y original en su momento, la crítica la ha ignorado casi del todo. En Occidente —aparte del resumen de Pedro Campa ya mencionado, y de Anthony Hippisley
*— permanece prácticamente desconocida. La bibliografía rusa solo la nombra de pasada cuando aborda la historia de la imprenta en el siglo
XVIII. La crítica ucraniana ha empezado ahora a descubrirla como una muestra genuina de su literatura. Artículos recientes apuntan su papel transmisor del lenguaje alegórico occidental hacia Galitzia
* y su influencia en la conformación de la iconografía religiosa ucraniana
*, pero sin entrar en detalles y, en general, remitiendo siempre al mismo manual: El arte de Ucrania del siglo
XVI al siglo
XVIII*. Está por hacer el análisis detenido de su texto y sus ilustraciones, y la compulsa con sus modelos occidentales.
Teniendo presente el contexto delineado alrededor de la obra, volvamos ahora al punto de partida: la confrontación de las imágenes de la Verdad en la Ithika (Kiev 1712) y en la Iconología de Ripa (Roma 1603). ¿Por qué es esta alegoría una representación de la Verdad y a qué obedecen sus atributos? ¿Vemos realmente la misma Verdad en ambas obras?
II.
Podemos intentar establecer el significado de esta figura desde dos ángulos de aproximación, bien a partir de la imagen o bien leyendo los cuatro versos del epigrama que la acompaña. Como veremos, ambas vías tienen consecuencias no del todo coincidentes. Si miramos la imagen, acuden de inmediato en nuestra ayuda las páginas de la mencionada Iconología (1593) de Ripa, con abundantes detalles. Es conveniente la cita por extenso:
Una mujer bellísima y desnuda, que levanta en la diestra una imagen del sol, hacia el que está mirando, mientras con la otra sostiene un libro abierto y una rama de palma. Bajo su pie derecho se ve el globo del mundo. Es la verdad un hábito del ánimo dispuesto a no torcer el rumbo de la lengua del recto y propio ser de aquellos casos de los que habla o escribe, afirmándose solo lo que es y negándose aquello que no es, sin dar en mutación del pensamiento. Aparece desnuda, mostrándose con ello que la simplicidad le es connatural. Por ello dice Eurípides en Fenicios, que es simple cosa el hablar de la verdad, para lo cual no son menester interpretaciones vanas y complicadas, puesto que aquella es sola y oportuna. Lo mismo opina Esquilo, y también Séneca, en su Epístola V, diciendo que la verdad es simple enunciación. Por esto está desnuda, tal como antes dijimos, no debiendo dotársele del menor ornamento. Ha de ir sujetando un sol con una mano, simbolizándose con ello que la verdad es amiga de la luz, y aún que por sí misma es una luz clarísima, que nos lo muestra todo tal cual es. También puede decirse que va mirando al Sol, o sea, a Dios, sin el cual ni hay luz ni hay verdad alguna, puesto que solo él es la verdad en sí mismo; diciendo sobre esto Cristo Nuestro Señor: Ego sum Via, Veritas et Vita. El libro abierto muestra que en los libros se encuentra la verdad de las cosas, realizándose en ellos por lo mismo el estudio de las Ciencias. Con la rama de palma puede significarse su vigor y su fuerza, pues así como la rama no se quiebra ante el peso, así también la verdad no cede nunca a las cosas contrarias, y aunque muchos la opriman siempre acaba de nuevo por alzarse, creciendo hacia lo alto. Además se significa con lo mismo su fortaleza y victoria, pues Esquines sostiene contra Timarco, que la verdad posee tanta fuerza que sale victoriosa frente a todas las humanas opiniones. Baquílides llama a la verdad omnipotente, dándosele el nombre de sabiduría en Esdras, cap IV. Y se dice además en la sentencia de Zorobabel, el Judío, que la verdad es más fuerte que ninguna otra cosa, alzándose con su valor por encima de todo aun en la corte de Darío, que era rey de Persia. Mas ¿por qué he de alegar tan numerosas sentencias si los hechos conocidos de numerosos Cristianos ya han probado lo mismo abundantísimamente habiéndose expuesto tantos y tantos miles de personas de todas las edades y sexos y de casi todos los países a esparcir su sangre y aún a perder la vida por mantener la verdad de la fe Cristiana, con lo que lograron tan glorioso triunfo sobre cruelísimos tiranos, e infinitas palmas y coronas que han adornado siempre la gran verdad Cristiana? En cuanto al globo del Mundo que tiene bajo el pie, claramente significa que la verdad es superior a todas las cosas de este Mundo y más preciosa que ellas como cosa divina, diciendo in Nannis Menandro sobre esto que la verdad es ciudadana del Cielo y que solo se goza en la morada de los dioses. (Cesare Ripa, Iconología, Madrid: Akal, 1987, 2 vols. Trad. de Juan Barja y Yago Barja de la ed. de Siena: Matteo Fiorimi, 1613. págs. 391-392) *
Esta alegoría y su descripción dan buena muestra del método habitual utilizado por Ripa, la acumulación de atributos. Aunque tras su «redescubrimiento», hacia 1927, Ripa fue admirado como un «caballero de infinita erudición» que «parece haber tenido en las manos toda la Antigüedad, desde Homero a Ateneo y Boecio, sin ignorar a los Padres de la Iglesia, que citaba a los grandes autores medievales y poetas contemporáneos y que, cuando los libros callaban, consultaba las antiguas medallas y monedas»
*, en realidad el análisis cuidadoso de sus fuentes revela que compuso sus alegorías básicamente a partir de diez divulgadas obras enciclopédicas.
* En general, su procedimiento era tomar prestada la imagen central de una de estas obras e ir añadiéndole luego atributos presentes en las otras para acabar así de redondear los matices y variantes de la figura. En una primera impresión, parece que a la característica básica de la desnudez de la Verdad Ripa suma acto seguido el sol, el libro, la palma y la esfera del mundo.
Martine Vassellin, a la vez que subraya la desnudez como el atributo fundamental de la alegoría renacentista de la Verdad, también menciona que en el arte de los siglos
XVI y
XVII solo encontraremos unas pocas alegorías cuya desnudez sea signo moral positivo en lugar de una más o menos vaga referencia erótica
*. Es de sobras conocido el caso del
Amor sagrado y profano de Tiziano (1513-14, Galleria Borghese, Roma), donde a la elemental desnudez del Amor sagrado se oponen los lujosos ropajes y aderezos del Amor profano; y una relación similar vemos entre la Modestia desnuda y la riqueza del atavío de la Vanidad en el cuadro de Giovanni Stradano (Modestia y Vanidad, s.
XVI, Louvre).
Johannes Stradanus, Vanidad, Modestia y Muerte, 1569. Louvre.
En la Iconología de Ripa solo encontramos tres alegorías así: Verdad, Claridad y Belleza. Sin embargo, mientras las figuras desnudas de las dos últimas están sacadas directa y casi literalmente de los Hieroglyphica (1556) de Pierio Valeriano, el origen de la desnudez de la Verdad deriva de una composición de autoridad más elevada cuya versión mejor conocida es la Calumnia de Botticelli (c. 1494) que se guarda en los Uffizi.
Sandro Botticelli, La calumnia de Apeles, c. 1494. Galleria degli Uffizi.
Detalle de la Calumnia: Verdad y Penitencia.
Botticelli sacó su información de la descripción dada por Luciano (No debe creerse con presteza en la calumnia) de la pintura ejecutada por el efesio Apeles, que había sido condenado de manera tan injusta como precipitada ante Tolomeo IV, pero la verdad salió a luz a tiempo de salvarle de la sentencia de muerte. La pintura en concreto no sobrevivió, fue a causa de la detallada descripción que da Luciano que se convirtió en un tópico compositivo conocido como «La calumnia de Apeles», de enorme fortuna tanto por proceder del más famoso pintor de la Antigüedad como por haberlo elegido después León Battista Alberti como el mejor modelo de écfrasis en el Libro III de su De pictura (1435). *
A la derecha aparece sentado un hombre de orejas descomunales, casi como las de Midas, extendiendo su mano a la Calumnia, mientras ésta, aún a lo lejos, se le aproxima; en torno a éste permanecen en pie dos mujeres, a mi parecer la Ignorancia y la Sospecha. Por el otro lado avanza la Calumnia, mujer de extraordinaria belleza, aunque presa de ardor y excitación, transparentando ira y furor, con una antorcha encendida en la izquierda y arrastrando con la diestra, de los cabellos, a un joven que alza sus manos al cielo e invoca a los dioses. La dirige un hombre pálido y feo, de mirada penetrante y aspecto análogo al de quienes consume una grave enfermedad: podría suponerse que es la Envidia. Le dan también escolta otras dos mujeres, que incitan, encubren y engalanan a la Calumnia; según me explicó el guía de la pintura, una era la Asechanza, y la otra el Engaño. Tras ella seguía una mujer que se llamaba —según creo— el Arrepentimiento. En efecto, volvíase hacia atrás llorando y llena de vergüenza, dirigiendo miradas furtivas a la Verdad, que se aproximaba. *
A partir de Alberti, durante los próximos tres siglos, una serie de muy renombrados artistas elaboraron sus versiones del episodio: Mantegna, Brueghel, Rembrandt, Zuccaro… En buen número de estas imágenes se nos muestra a la Verdad desnuda, por más que el original griego no mencionara el rasgo. La causa, como apunta Franca Magnani
* es que tanto la versión latina (1435) como la italiana (1436) hechas del episodio por Alberti atibuyen la expresión pudica —que en el original va aplicada al Arrepentimiento— a la Verdad.
* Algunas ilustraciones que parten de una lectura más cuidadosa del original, como el influyente dibujo de Mantegna (1500-4) sí representan a la Verdad vestida, pero para entonces el
topos de la «Verdad desnuda» ya había arraigado firmemente, mateniéndose en pie hasta hoy como un dictado popular.
Giuseppe Cades: Alejandro el Grande en el taller de Apeles, 1792. Hermitage.
Andrea Mantegna: Calumnia de Apeles, 1504-6. British Museum.
Pieter Brueghel el Viejo: Calumnia, según Mantegna, 1565. British Museum.
Rembrandt: Calumnia, según Mantegna, 1565 k. British Museum.
Federico Zuccaro: Calumnia de Apeles, 1572.
La figura de la Verdad propuesta por Apeles tuvo también tanta fortuna e influencia en la iconografía moderna porque fue la primera composición alegórica de la verdad aparecida en el arte renacentista. En la Edad Media encontramos representaciones de las Virtudes. La Justicia, en especial, con las balanzas y la espada, se aproxima a la Verdad y así se verán luego en el siglo
XVI intentos de hibridación que quieren armonizar visualmente ambos conceptos.
* En el Ayuntamiento de Lille, por ejemplo, hay una figura de la Justicia con la inscripción «Veritas»
*. Y desde mitad del siglo
XVII varias cortes de justicia francesas se decoran —en una sutil advertencia a los jueces— con la escena en que Apolo presenta la Verdad a la Justicia.
*
Cuando comparamos la alegoría de la Verdad de Ripa con la imagen de la Ithika vemos que, aunque los motivos y símbolos principales concuerdan, difieren en algunos detalles notables, siendo el principal la opción por una Verdad vestida. Ignoramos si este arropamiento obedece al mínimo exigido por las costumbres locales de decencia —de hecho lleva un envoltorio más leve y ajustado al cuerpo que otras representaciones—, o si se ha hecho así porque la idea renacentista de una Verdad desnuda establecida dos siglos antes se ha perdido por completo en la tradición ortodoxa. No lleva palma alguna en la mano ni hay un globo bajo sus pies. Y el libro que en Ripa representaba el estudio y búsqueda del conocimiento se ha transformado sin ambigüedad posible en fuente de la verdad de la fe por medio de la inscripción «Palabra de Dios». Quizá esto se deba también a una asimilación de la alegoría por el mundo conceptual ortodoxo, pues en contraste con la época de Ripa, la civilización ortodoxa carecía casi por completo de una literatura académica de este tenor, de la cual la Ithika, primera obra rusa de filosofía, es una de sus más tempranas muestras (cf. la entrada «Философия» —Filosofía— del Русский Биографический Словарь —Diccionario Biográfico Ruso— ya mencionado). En este contexto, el libro, como fuente de la verdad, apunta directamente a la Palabra de Dios, al Evangelio.
En el frontispicio de Antonius a Burgundia (Antoine de Bourgogne), Mundi lapis lydius sive Emblemata moralia...,
1639 (pero aquí vemos la portada, casi idéntica, de la ed. de 1712) aparece la Verdad opuesta a la Vanidad. La
contempla la Fortaleza, armada de justicia, templanza y prudencia. La semidesnudez, el sol y un pie
sobre el orbe, junto a los libros y las palmas dispuestos más abajo, son sus conocidos atributos
III.
Veamos ahora qué aportan al significado de esta imagen de la Ithika las palabras de la cuarteta que la acompaña:
Вся время губит и вся покрывает
Вся тлит время и в конец превращает
Едину истину аки свое племя
Хранит блюдет и открывает время. | El tiempo todo lo destruye,
Todo se descompone y es llevado al fin por el tiempo.
Solo la verdad y sus descendientes
Son por el tiempo conservados, protegidos y revelados. |
En estos versos asoma otra cara de la Verdad renacentista. No se trata de la verdad que resplandece por sí misma como el sol, sino de aquella otra Verdad oprimida que tiene que ser revelada por el Tiempo, un Tiempo aniquilador de todo, que nada salva menos, justamente, la Verdad (a costa de mantenerla oculta, según paradoja que iremos viendo). El arte del Renacimiento desplegó esta idea en otra fórmula iconográfica específica conocida como «Veritas filia Temporis» (La Verdad hija del Tiempo). Así tituló Fritz Saxl un ensayo pionero y todavía fundamental para transitar este otro locus. * La fórmula se encuentra por primera vez en Aulo Gelio,
Noctes Atticae 12.11.7, pero la idea había nacido mucho antes en la literatura antigua. En las tragedias de Esquilo y Sófocles o en las odas de Píndaro siempre es el Tiempo quien descubre la verdad oculta, los pecados y los méritos. La noción se convirtió pronto en sentencia y así es como la encontramos desde Menandro, a través de Séneca y Tertuliano hasta las últimas colecciones bizantinas de proverbios. Todas estas fuentes fueron recogidas y popularizadas en el siglo XVI por Erasmo en el capítulo 2.4.17 de sus Adagia («Tempus omnia revelans» — el Tiempo que todo lo revela).
La idea tiene fácil rastreo en la literatura renacentista desde el siglo
XV, sin embargo no es tan sencillo encontrar su representación visual.
* Aparecerá asociada con otra fórmula de origen antiguo. Es aquella que expone Vincenzo Cartari en el que probablemente sea el repertorio iconográfico de mitología más popular del Renacimiento —
Le imagini de i dei degli antichi, Venecia 1556, ed. aumentada, 1571— dando una referencia a Demócrito (Fragm. B 117 Diels). Es la Verdad en el pozo:
Questa [la Verità] stà occulta, ne si lascia vedere ad ognuno: onde Democrito la pose nel profondo di vn pozzo, dicendo ch’ella quindi non vsciua mai, se il tempo, ouero Saturno suo padre, come dice Plutarco, non ne la traheua fuori alle volte. (CARTARI, Vincenzo. Le imagini de i dei de gli antichi, Venecia, 1571, cap. 10: «Minerva», 367-368). *
Cartari, dice Saxl, pudo tener a la vista en su descripción un grabado preexistente, en concreto la marca de su propio editor, el veneciano
Francesco Marcolini di Forlì.
Marca del impresor Francesco Marcolini.
Este emblema lo compuso Pietro Aretino para la edición de Marcolini de las
Cinque messe de Adriaen Willaert, en 1536. En su prólogo, el Aretino dedica la edición al príncipe Alessandro de Medici en la ocasión en que, tras derrotar a sus enemigos y recuperar el trono florentino, se casaba con Margarita de Austria, hija del Emperador Carlos V. La imagen de la Verdad desnuda liberada de su cautiverio por el Tiempo, adaptada a esta circunstancia histórica concreta, le gustó tanto a Marcolini que la adoptó como su marca de impresor, utilizándola en el frontispicio de todas sus obras.
Marcolini cierra la segunda y la tercera parte de su edición de I marmi del Doni, Venecia 1552, combinando nuestra conocida imagen de la Verdad con otra bien diferente, ahora enmarcada en una cita de Terencio (Andria, v. 88): «Obsequium amicos, veritas odium parit» (el servilismo produce amigos, la verdad, odio). Por supuesto, el desarrollo iconográfico de ésta no cabe aquí. Le dedicaremos otro comentario.
Esta fórmula visual añade un elemento no presente en el texto de Demócrito: una harpía que pugna por devolver la Verdad al pozo —o, según otras fuentes, a la cueva—. Saxl apunta que nos encontramos aquí delante de una original «abreviación» de la composición de la «Calumnia de Apeles» que, al destacar solo los dos elementos principales del poblado y complejo cuadro —la Calumnia/Envidia, y la Verdad, primero calumniada y después triunfante— dispuso el topos de manera susceptible de ser aprovechado para usos emblemáticos. De este modo, nosotros lo encontramos en
La Morosophie de Guillaume de La Perrière (Lyon: Matthias Bonhomme, 1553, nº 48, donde, curiosamente, es la figura del propio Demócrito quien señala al Tiempo el pozo en que la Verdad se oculta: «se cachoit pour n’avoir grandz appuys»); en
Pegma, de Costalius (Lyon: Matthias Bonhomme, 1555, 247), o en los muy influyentes
Emblemata (1565, 1ª ed.) de Hadrianus Junius, también aprovechados por Geoffrey Whitney en su recopilación
A Choice of Emblems (1586), con el mote
Veritas temporis filia. En Junius, «Veritas tempore revelatur»: el tiempo salva de su encierro a la Verdad mientras sus enemigas la Calumnia, la Envidia y la Discordia intentan destruirla.
*
Guillaume de La Perrière, La Morosophie, Lyon: Matthias Bonhomme, 1553, embl. 48 (izquierda). Hadrianus Junius, Emblemata, Amberes: Plantin, 1596, embl. 53 (derecha).
Por otra parte, Saxl también precisa que si bien la popularidad de la fórmula fue responsabilidad del Aretino, ya antes se la pudo ver en el frontispicio de
Goodly Primer in Englysshe (1535), de William Marshall, donde el Tiempo («Tyme reueleth all thynges»), con el gesto de Cristo que desciende al limbo de los ancestros, rescata a la Verdad de su cárcel-cueva («Truth, the doughter of tyme»). Al ser esta obra una publicación protestante, es más bien la «Hipocresía» y no la «Calumnia» quien intenta impedir que el Tiempo cumpla su cometido. La sentencia de Mt. 10:26 se dispone bajo la
pictura como mote: «Nothyng is couered that shall not be discouered. And nothing is hydde, that shall not be reueled». Y es este mismo lugar evangélico el que utiliza Erasmo en su mencionado repaso a la historia y la literatura del tópico en sus
Adagia (que, por supuesto, junto con todas las otras citas bíblicas, fue omitido de los
Adagia «católicos» de 1575), por lo que Saxl asume que las dos fórmulas de Aretino y Marshall, similares en concepto y próximas en el tiempo, remiten a una fuente común basada en el adagio de Erasmo.
William Marshall, Goodly Primer in Englysshe, Londres: Thomas Godfray,1535. Frontispicio.
Esta fórmula iconográfica, apoyada tanto en la autoridad de autores antiguos como contemporáneos y que entroncaba con paradigmas visuales bien conocidos —la «Calumnia de Apeles», así como el «Descenso de Cristo al limbo»— pronto se volvió popular en el arte contemporáneo y fue representada con frecuencia hasta finales del siglo
XVIII (Carracci,
Alegoría del Tiempo y la Verdad 1584-85 —cuadro con un fuerte influencia de Cartari—; Bronzino,
Alegoría de Venus y Cupido c. 1546 —composición de complejo significado, pero enmarcada por la Verdad y el Tiempo que todo lo descubre
*—; Rubens,
Triunfo de la Verdad 1622-25 —sobre la reconciliación de Maria de Medici y su hijo Luis
XIII—; Poussin,
Triunfo de la Verdad 1641 —encargo del Cardenal Richelieu—; François Le Moine, El Tiempo revela la Verdad 1737; Tiepolo,
El Tiempo revela la Verdad 1745, etc.).
Annibale Carracci: Alegoría del Tiempo y la Verdad, 1584-85, Londres, Hampton Court Royal Collection. La Verdad salvada del pozo y el Tiempo pisotean a la Calumnia tumbada en el suelo. Como señaló Tervarent, * el pintor sacó las dos figuras secundarias del tratado de Vincenzo Cartari: el «Bonus Eventus», mencionado por Plinio, a la derecha, y «Felicitas» a la izquierda.
Bronzino: Alegoría de Venus y Cupido, c. 1546, Londres, National Gallery. Esta imagen, de significado muy complejo, * está también enmarcada por la Verdad y el Tiempo que todo lo revela,
mientras al fondo el Engaño ocupa el lugar de la Calumnia.
Rubens: Triunfo de la Verdad, y abajo competo, 1622-25. Louvre. La imagen celebra la reconciliación
de María de' Medici y su hijo Luis XIII.
Poussin: Triunfo de la Verdad, c. 1641. La pintura fue encargada por Richelieu. Su modelo fue el mural mural de Domenichino en el Palazzo Costaguti de Rome, c. 1615.
François Le Moine: El Tiempo revela la Verdad, 1737. Londres, Wallace Collection.
Así, la alegoría de la Verdad de la Ithika combina dos fórmulas de la iconografía renacentista: la ilustración nos muestra la Verdad gloriosa, mientras que el poema habla de la Verdad oculta, revelada por el Tiempo. En el arte renacentista europeo las dos fórmulas brotaron de fuentes visuales y literarias diferentes, y enfatizaban dos aspectos diversos de la Verdad. El hecho de que el autor de la Ithika no apreciara la divergencia sino que las colocara superpuestas ha de explicarse por las circunstancias que rodearon el nacimiento del libro tal como arriba hemos delineado. El artista ortodoxo que acababa de asomarse a una iconografía renacentista y barroca que caía lejos de su cultura aún no podía aquilatar bien las sutilezas y volutas de algunos significados. Un desarrollo mayor del género iniciado por la Ithika habría, ciertamente, abierto el camino para un conocimiento más profundo de aquellos juegos de sentido aún ajenos y de sus aplicaciones, si no fuera porque la política cultural imperial rusa detuvo la prometedora apertura hacia el oeste de la ortodoxia ucraniana muy poco después de la publicación del libro.
Con todo, quizá entendamos un poco mejor el contraste entre el significado del poema y el de la pictura si profundizamos algo más en los matices de ésta última, retrocediendo más allá del tópico renacentista de la «verdad desnuda» para ver su trasfondo iconográfico medieval.
IV.
No por casualidad Fritz Saxl, en el artículo citado, dedica especial atención a registrar las apariciones iconográficas de la Verdad revelada por el Tiempo en Inglaterra. De hecho, en el siglo XVI dos reinas consecutivas consideraron que esta imagen resumía la esencia de su reinado —en oposición al precedente— y así se la apropiaron. Cuando en 1553, tras el breve gobierno del infante Eduardo VI (y Jane Grey), y salvando todos los esfuerzos en contra del Consejo Protestante de Regencia, María Tudor llegó al trono, este giro inesperado sorprendió a toda Europa, maravillada ante el cambio de fortuna de la reina y, en consecuencia, de la Cristiandad. Saxl recoge las palabras de felicitación del Cardenal Pole:
And see howe miraculouslye God of hys goodness preserved her hyghnes contrarye to the expectation of manne. That when numbers conspyred agaynste her, and policies were devised to disherit her, and armed power prepared to destroye her, yet she being a virgin, helpless, naked, and unarmed, prevailed. *
De esta carta del Cardenal Pole sobresale la imagen emblemática de la Verdad oprimida pero prevaleciente; imagen que tendrá un papel importante en la representación real de María. En el drama presentado en la ocasión de su coronación se incluía la figura alegórica de la Verdad con un libro en la mano donde se leía:
«Verbum Dei». Ella eligió como motto personal para su blasón, sello y monedas las palabras:
«Veritas temporis filia».
* Lo que en el fondo el
motto expresaba lo dejaba más claro otra carta de Pole:
«Time is now come, in order that the true religion and justice return into the kingdom».
Penique de la reina María, con el texto VERITAS TEMPORIS FILIA en el reverso, de aquí.
Una representación de la Verdad que aglutina gran cantidad de matices –aplicados a un sentido político concreto– se encuentra en este recargado frontispicio de la relación que sacó en Londres el editor Michael Sparke en 1651: Truth Brought to Light and Discovered by Time or a Discourse and Historicall Narration of the First XIIII
years of King Iames Reigne. Vemos a la Verdad divina –identificable por su mano tocando el cielo–,
cuyo pecho transparente deja ver su corazón, pisoteando a la Mentira. Al alimón con
el Tiempo descorre unas cortinas que descubren a un empequeñecido rey Jaime, ya
difunto. Abajo, la Memoria y la Historia trabajan para que la Verdad triunfe.
Cinco años después, en 1558, era la hermanastra de María, la protestante Isabel, quien fue recibida con la misma alegoría mientras se procedía a su coronación. Es posible que los seguidores protestantes de Isabel usaran aquí combativamente la alegoría personal de María para «restaurar su verdad». De otro lado, la aparición de la Verdad en escena no era rara en la tradición inglesa,
* pero ahora se incluía en ella un elemento que todavía no se había mencionado. Donald Gordon, en el estudio citado más arriba se refiere a una obra titulada
Respublica, puesta en escena en 1553, el primer año de reinado de María. Nos presenta a la Verdad con un libro en la mano que, en lugar de la leyenda
Verbum Dei exhibe esta inscripción:
Veritas de terra orta est — I am sproong oute of the earth.
Saxl, al describir el grabado de Marshall, también alude a la marca de impresor de Johannes Knobloch, de Estrasburgo —editor de Lutero, Melanchton y Erasmo—, usada desde 1521, donde la Verdad, enmarcada por una orla de cabezas de ajo —en referencia al nombre del impresor:
knoblauch = ajo— surge bajo unas rocas o de la boca de una especie de cueva, con el mismo mote:
Veritas de terra orta est. * Este mote procede del verso undécimo del
Salmo 85 (84 en la Vulgata) que habla del reino glorioso de Dios que ha de venir:
Veritas de terra orta est, et iustitia de caelo prospexit (La verdad ha nacido de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo). El versículo anterior a éste también nombra a la Verdad en compañía de otros tres personajes:
Misericordia et veritas obviaverunt sibi, iustitia et pax osculatae sunt (Misericordia y verdad se han encontrado, justicia y paz se han besado). En la Edad Media estas cuatro figuras fueron protagonistas principales de una «moralidad» (
morality play) que, con el título de
The Reconciliation of the Heavenly Virtues or The Parliament of Heaven, se hizo muy popular desde el siglo
XII al
XVI, tanto exenta como incluida en otras obras. Estudió el
topos Hope Traver en su
The Four Daughters of God. * Sorprendentemente, sus orígenes se remontan a un midrash del siglo
XI, un tratado de un rabino llamado Simeón, del sur de Alemania, sobre un lugar del libro del Génesis. Según allí consta, antes de la creación de Adán, las virtudes celestiales —en el midrash, los ángeles— debatieron sobre si ésta sería una buena decisión:
Mercy said, «Create him; because he will practise mercy». Said Truth, «Create him not; for he will be full of lies». Justice spoke. «Create him; for he will be just». Peace opposed it because he would be contentious. Mercy and truth thrust at one another. Justice and peace fought together. (Midrash Rabba, Génesis 8.5)
El autor del midrash interpretó «creativamente» los dos verbos del versículo bíblico. Tomó «encuentro» en el sentido de «choque» a la vez que asociaba el verbo נשק nashaq al nombre de igual raíz nesheq, «arma». De este modo este verso del salmo se convirtió en un comentario del Libro de la Creación que, a través de Hugo de San Víctor, intérprete de la fuente hebrea, alcanzó a San Bernardo y a San Buenaventura. Desde sus meditaciones, extraordinariamente difundidas, sobre la Anunciación y la vida de Cristo, la historia se extendió por todo el mundo medieval. Su versión cristiana, que pasó a formar parte orgánica de la literatura medieval por la fuerza de las obras de Nicholas Love, Lydgate, Walter Kennedy y Grosseteste, el Piers Plowman, el Ludus Coventriae, la Gesta Romanorum inglesa y otros textos, era más o menos así: un rey poderoso tenía cuatro hijas, un hijo y un criado que cometió un delito. El criado es enviado a prisión, tras lo cual las hijas se reúnen para debatir los méritos, las faltas y el destino del prisionero, si debe ser condenado o perdonado. Para zanjar la discusión, reconciliar a las hermanas y respetar la naturaleza piadosa del padre, el hijo se ofrece a asumir el crimen del sirviente y sufrir su castigo. Mediante este sacrificio altruista, el hijo redime al mal criado, une a las hermanas y devuelve al criado al misericordioso rey. La paz reinará sobre el mundo, y la verdad brotará de la tierra y la justicia velará desde el cielo.
Marca del impresor Johannes Knobloch. Los textos en griego dicen: Ἡ ἈΛΉΘΕΙΑ —la Verdad— y ἄγει δὲ πρὸς φῶς τὴν ἀλήθειαν χρόνος – el tiempo sacará la verdad a la luz (Menandro, Monosticha 11). El hebreo: אמת מארץ תצמח (Emet me-erets titsmah) – De la tierra surge la fidelidad (Salmos 85:11, pero 'fidelidad' se traduce
habitualmente como 'verdad').
Esta imagen de la Verdad como «hija de Dios» se localizaba no solo en la literatura sino también en las artes visuales. Aparte de la divisa de Knobloch, Saxl menciona otro ejemplo. Tras un incendio en 1577,
Palma il Giovane pintó un gran cuadro para el vestíbulo del Magistrato della Quarantia Criminale, en el Palacio del Dogo de Venecia, ahora conservado en la Accademia. Esta imagen es buen ejemplo de tales pinturas en los ayuntamientos y cortes de justicia mencionadas anteriormente, donde se armonizaban las alegorías de la Verdad y la Justicia. En esta concretamente, la Justicia contempla desde el cielo a la Verdad que surge de la tierra, simbolizada por un globo, y vuelve la vista hacia los cielos simbolizados por el sol. Con su mano derecha señala al sol mientras sostiene un libro y una palma en la mano izquierda. En el libro abierto leemos este verso:
Veritas de terra orta est et iustitia de caelo prospexit.
Aquí tenemos, pues, el modelo exacto de la alegoría de la Verdad de Ripa y, a su través, el de la Ithika. Ripa, obviamente, vio esta pintura —o una copia o modelo de la misma— y la trasladó a la Iconología. Por esta razón las dos partes de la alegoría de la Ithika, la pictura y la subscriptio mantienen este agudo contraste, entre ellas y también con su significado original. El poema habla de la verdad y su progenie; una verdad oculta pero revelada gradualmente, la hija del Tiempo. El grabado presenta a la Verdad celestial, siempre en su gloria. La hija de un Dios que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16).
Con todo, quizá Ripa no acababa de ver los matices de significado de su propia alegoría, y así cambió la Verdad del Salmo, brotada de la tierra y avanzando triunfante hacia el cielo, con la desnuda Verdad de la Calumnia de Apeles y luego fue interpretando sus atributos uno a uno, como suele ser su procedimiento. Pero los lectores que conocían la «moralidad» de Las Cuatro Hijas restauraban sin problemas el significado primigenio. Esto queda bastante claro en las dos estatuas dedicadas a la Verdad que realizó Bernini con veinte años de diferencia.
La estatua de la Verdad de la Galleria Borghese de Roma, esculpida entre 1646 y 1652 copia cuidadosamente la alegoría de Ripa. Fue justamente esta estatua la que llevó a Émile Mâle a redescubrir la obra de Ripa en 1927. Como Saxl no tocó las alegorías de Ripa, trazó una línea recta de influencia de Bernini al modelo compuesto por Jacopo Palma il Giovane. Sin embargo, pensamos que el modelo de Bernini fue el grabado de Ripa y, al igual que Ripa, Bernini ignoró los antecedentes medievales y el trasfondo bíblico de la figura. Por esta causa la dotó de un reloj de arena y escribió en el pedestal Simulacrum Veritatis Tempore degendae (Estatua de la Verdad que es revelada por el Tiempo). Haciéndolo así, se estaba refiriendo a sus injurias personales, la derrota sufrida en la competición por la nueva fachada de San Pedro.
En pocos años la situación de Bernini cambió. En 1655 el gran Papa constructor, Alejandro VII, subió a la cátedra de San Pedro y nombró sin demora a Bernini artista de corte. Durante los doce años del reinado de Alejandro, Bernini llevó a cabo sus mayores creaciones; la última, el monumento sepulcral del Papa en San Pedro. El Papa empezó a planear su túmulo justo tras ser elegido;
* el plan prosigiuió hasta su muerte y se pueden distinguir en él al menos seis fases. Unas indicaciones del diario del Papa, de 26 de enero de 1660, atestiguan que por entonces ya se había establecido lo esencial de su iconografía: «Modestia et veritas obviaverunt, s’incontrino, iustitia et pax, si abbraccino, e la pace volti più in qua e la morte in cambio del libro habbia la falce» (Que Modestia y Verdad, se encuentren, Justicia y Paz se abracen, y la paz esté vuelta más hacia aquí, y que la muerte en vez del libro tenga la guadaña).
El Papa Alejandro quiso decorar su tumba con las cuatro alegorías del
versículo 10 del Salmo 85, de modo similar a como hizo con otras obras de arte que se inspiraban en este pasaje favorito suyo, desde su primera medalla papal, pasando por la Capilla Silva en San Isidoro, hasta la nueva fachada de su «iglesia familiar», Santa Maria della Pace.
* A pesar de todos los cambios y problemas —anotados también en el diario arriba citado— esta composición se llevó a cabo finalmente en 1671. La figura orante del Papa va acompañada de Las Cuatro Hijas de Dios, Justicia y Paz al fondo, y Piedad y Verdad al frente. Después de muchos años trabajando juntos, Bernini acabó por comprender bien la importancia de este verso y transformó en consecuencia la figura de la Verdad. Aquí, por fin, cubre con un velo su anterior desnudez; planta un pie sobre el globo terrestre —más precisamente: sobre Inglaterra
*— y abraza en su seno al sol como meta última de sus esfuerzos. Ahora ella, al ser eternamente manifiesta, no está de ningún modo revelada por el Tiempo. Al contrario: el velo tendido por las Cuatro Virtudes cubre a la Muerte y al Tiempo por toda la eternidad.
Bernini. Túmulo del Papa Alejandro VII. Basílica de San Pedro, Roma, 1671. A la derecha, la Verdad con un pie sobre el globo terrestre abrazando al sol. La Muerte, tapada por el velo tendido por las Cuatro Hijas de Dios, consigue apenas sacar su reloj a la luz del día.
V.
Valga como colofón de este trayecto el soneto que Lope de Vega dedica a la Verdad. El repertorio iconográfico y textual que hemos seguido hace patente ahora la densa hibridación de imágenes y alusiones que llega a cifrar Lope en sus catorce versos; el difícil ensamblaje de la filia Temporis y la filia Dei, similar al observado alrededor de la Ithika y la Iconologia de Ripa. La Verdad, hija del Tiempo y desterrada de aquel paraíso de la Edad de Oro, se convertirá entre los hombres en la ventana por donde Dios se asome, trasmutándose finalmente ella en el propio Dios que había estado oculto.
En aquella España católica, de contexto cultural bien diverso al de la
Ithika, Lope también había dibujado la figura compuesta de una verdad exiliada y solo visible en la beatitud del Paraíso, y –sin perder de vista la raíz paradójica del Salmo 85, comentada
supra– la dispuso sobre un fondo concomitante al que desplegaría abiertamente Torquato Accetto en su discurso sobre la
Dissimulazione ya mencionado (texto, a su vez, tan deudor de la literatura de imágenes –véase el capítulo «Come nel cielo ogni cosa è chiara»
*–). El engaño humano, con el que obligatoriamente ha de saber contender el hombre en la tierra, nos recuerda Accetto, cela las «ventanas del corazón», mientras Dios mantiene cerradas las «ventanas del cielo». Queda esperar que en el último aliento de la historia, en el mismo instante en que el Tiempo muera, la Verdad –casta y desnuda hija oculta de Dios y, al fin, Dios mismo– irrumpa precisamente por esas ventanas.
Augustin Chesneau Orpheus Eucharisticus, sive Deus absconditus…, París: F. Lambert, 1657 (hay luego una traducción abreviada al francés con el título Emblemes Sacrez sur les Tres-Saint et Tres-Adorable Sacrement de l'Eucharistie, París, 1667).
El siglo XVII occidental no cesó de preguntarse (Donne, Grozio, Descartes, Leibniz, Sor Juana Inés de la Cruz…) sobre la posibilidad de un Deus absconditus que incluso mintiera a los hombres.
* Así Lope busca disolver in extremis la sospecha apuntando a la magnanimidad y justicia de este Dios que, a pesar de disimularse o ausentarse de la historia, abrirá la «ventana cristalina» para el balance definitivo en la parusía el día del Juicio Final; un Dios que es la Verdad, pero siempre ulterior, un Dios de la conclusión. Solo de este modo la terrenal «hija del Tiempo» del primer verso podrá ser también, en el último, «el mismo Dios».
Hija del Tiempo, que en el Siglo de Oro
viviste hermosa y cándida en la tierra,
de donde la mentira te destierra
en esta fiera edad de hierro y lloro.
Santa Verdad, dignísimo decoro
del mismo cielo que tu sol encierra;
paz de nuestra mortal perpetua guerra,
y de los hombres el mayor tesoro;
casta y desnuda virgen que no pudo
vencer codicia, fuerza ni mudanza,
del sol de Dios ventana cristalina;
vida de la opinión, lengua del mudo;
mas ¿qué puedo decir en tu alabanza,
si eres el mismo Dios, Verdad divina? *