En un tratado bastante divulgado a lo ancho de la Europa renacentista, el Modus epistolandi (1488), Francesco Nigro daba unas pautas retóricas precisas y detalladas para la escritura de hasta veinte géneros de cartas. El primero de ellos es el commendatitium o de recomendación que, a su vez se divide en dos tipos, y cada uno de ellos en cuatro partes de obligado cumplimiento. Otros muchos humanistas, recogiendo igualmente y adaptando las ideas y ejercicios propios de los progymnasmata antiguos, echarán después su cuarto a espadas alrededor de estas normas retóricas. No solo Erasmo, Vives o Lipsio, la lista es larguísima: Gasparino Barzizza, Juan Lorenzo Palmireno, Giulio Cesare Capaccio, Bartolomé Bravo, Juan Vicente Peliger, Badius Ascensius, Sulpizio di Verola, Gaspar de Tejeda, Henri Estienne, Basin de Sendacourt, Heinrich Bebel, Valentinus Erythraeus, Pietro Bembo, Tomás Gracián Dantisco, Espinosa de Santayana, Moravus de Olomouc… Pues bien, aunque en ninguno de estos autores se encuentre una guía para escribir cartas de recomendación al Más Allá, éstas existen y se escribían regularmente con sus fórmulas justas. Y selladas y lacradas se debían entregar en mano nada menos que a san Pedro.
La noticia llegó a España desde Rutenia a mitad del siglo XVI y nos la cuenta en su cartapacio de notas manuscrito el humanista, numismático, arzobispo de Tarragona y hombre extraordinariamente curioso don Antonio Agustín (1517-1586). Vale la pena leer en el folio 23 de dicho cuaderno —conocido como Alveolus y escrito alrededor de 1555— esta tradición de la «iglesia rutena»: *
La noticia llegó a España desde Rutenia a mitad del siglo XVI y nos la cuenta en su cartapacio de notas manuscrito el humanista, numismático, arzobispo de Tarragona y hombre extraordinariamente curioso don Antonio Agustín (1517-1586). Vale la pena leer en el folio 23 de dicho cuaderno —conocido como Alveolus y escrito alrededor de 1555— esta tradición de la «iglesia rutena»: *
Rutheni populi Moschouitarum sunt Polonis contigui, quorum regem adgnoscunt; et in religione Patriarcham Constantinopolitanum, cuius ritum, ceremonias et instituta sequuntur. Eorum prouincia nunc Russia nuncupatur. Lingua Dalmatica loquuntur, cuius per uniuersum orientem magnus usus est; characteres mixti Grecis atque Barbaris Sclauonicis quos appellant. Hi populi ridiculam consuetudinem exequiarum obseruant. Mortuorum enim parentes affines propinquí et amici, litteras ab Archiepiscopo prouintiae suae accipiunt, et sigillo et subscriptione firmatas: quibus Archiepiscopus sancto Petro scribit, mortuum propinquum et amicum commendans; rogans mortuo liceat in consortium coelitum adscribi. Quae littere mortui manui inseruntur; unaque cum iis, tamquam eas diuo Petro Vitae Innocentiaeque suae testes redditurus, sepelitur. Emuntur autem magno tales littere; neque cuiquam nisi soluenti pecuniam conceduntur. Quo fit, ut pauperes eas non accipiant, scribuntur lingua Dalmatica. Earum formulam, ex ea lingua translatam in Latinam a Georgio Ticinensi Lithphano, infra suscribi iussimus:
MACARIVS Dei gratia Ecclesiarum Domini Dei nostri in hoc corruptibili mundo uicarius, tibi Petro qui olim summus Christi in terris uicarius extitisti, notificamus: quod nuper non sine ingenii moerore, Dilecti filii Ecclesiae Dei, nobis rettulerunt; quendam Nicolaum Gregorii Filium, hanc miseriis plenam uitam reliquisse; in aliumque felicem ac deliciis plenum mundum commigrasse. In quo fidelium omnium animulae, omnibus desiderato Domini nostri Jesuchristi, eiusque matris incorruptae intuitu frui ac gaudere numquam cessant. Quas opera tua in regnum coelorum, cuius ianitor et clauiger existis, esse admissas receptasque nemo ambigit. Nam eam clauium potestatem, ipse humani generis restauratos, tibi iam in coelis uero in terris indubie concessit, quos suarum Ecclesiarum in hoc mundo presides esse uoluit.
Cum igitur officii nostri sit ad te, de conuersatione eorum qui relicto hoc mundo istuc commigrant, rescribere, ideo, indubiam tibi litteris his nostris fidem facimus Nicolaum Gregorii Filium, toto tempore uitae suae pie ac christiane uixisse, neminem offendisse, ac omnia Ecclesiarum Dei praecepta, diligenter obseruasse. Quem, prius quam deo conditori suo spiritum commodaticium reddidisset, ab omnibus suis peccatis, quibus diuinam Maiestatem aliquando offendit, absoluimus. Et, propterea iustum esse censemus, quod in conspectum Domini Dei conditoris nostri admittatur; electorumque Dei numero tuis meritis precibusque adiutus, adscribatur. Quod ut pro more officioque tuo facias, supplices petimus. Datum, etc. Sub manu, et sigillo nostro.
«Los rutenos, pueblos moscovitas, son vecinos de los polacos a cuyo rey reconocen, y en materia religiosa al Patriarca de Constantinopla, cuyo rito, ceremonias e instituciones siguen. Su territorio hoy se llama Rusia. Hablan el dálmata, de uso muy extendido por todo el oriente. Sus caracteres escritos son mezcla de los griegos y de bárbaros eslavos («sclavónicos»). Estos pueblos mantienen una ridícula costumbre en las exequias: los padres, parientes y amigos de los fallecidos reciben una carta del arzobispo de su demarcación, sellada y firmada por él. Es una carta de recomendación que el arzobispo dirige a S. Pedro, en favor del difunto, rogándole que sea inscrito en la compañía de los seres celestiales. Se coloca esa carta entre las manos del difunto, y con ella, como testimonio de su vida e inocencia ante S. Pedro, lo entierran. Esas cartas tienen un alto precio, y no se conceden sino a quien lo paga. Por ello no las reciben los pobres. Se redactan en dálmata. Hemos encargado la traducción de una de ellas al latín, que ha realizado Jorge de Pavía, y que sigue a continuación:
"Macario, por la gracia de Dios vicario de las Iglesias de Dios nuestro Senor en este mundo corruptible, a ti Pedro, que fuiste en un tiempo sumo vicario de Cristo en la tierra, notificamos lo que ha poco nos han referido, no sin enorme tristeza, unos hijos queridos de la Iglesia de Dios: que un tal Nicolás, hijo de Gregorio, ha abandonado esta vida llena de miserias y que ha emigrado al otro mundo feliz y lleno de delicias, en el que las pequeñas almas de todos los fieles no cesan de disfrutar y gozar de la visión, por todas ansiada, de nuestro Señor Jesucristo y de su madre incorrupta. Y nadie duda de que, por tu acción de portero y depositario de las llaves del reino de los cielos, se las admite y recibe en él; pues el poder de las llaves lo concedió claramente el Restaurador del linaje humano a ti ya en los cielos y a nosotros en la tierra, de cuyas Iglesias quiso fuéramos prelados (presidentes) en este mundo.
"Siendo pues deber nuestro escribirte sobre la conducta de los que han dejado este mundo y han emigrado ahí, damos con esta carta testimonio indudable de que Nicolás, hijo de Gregorio, vivió piadosa y cristianamente todo el tiempo de su vida, no ofendió a nadie, y cumplió con esmero todos los mandamientos de las Iglesias de Dios. Al cual, antes de entregar su espíritu sumiso a Dios su creador, absolvimos de todos los pecados, con los que alguna vez hubiera ofendido a la divina Majestad. Por tanto consideramos justo que sea admitido a la presencia de Dios el Señor, nuestro creador; y que sea inscrito en el número de los elegidos, con la ayuda de tus méritos y oraciones. Pedimos suplicantes que según tu acostumbrada condescendencia lo concedas. Dado en… De nuestra mano y sello."» (Alveolus. Manuscrito escurialense S-II-18, Madrid: FUE, 1982, 33-35. Trad. de C. Flores Sellés).
Dispara nuestra imaginación el alto precio que –se nos advierte– habría que pagarle al arzobispo ruteno por las cartas, cosa que las hacía inasequibles a los pobres: ¿cómo sería entonces el mercado negro, los robos en los cementerios para cambiar el nombre del difunto sobre el papel y ponerlo entre las manos de otro menos afortunado, los trabajos de los habilidosos falsificadores de firmas y sellos, tan expertos que podían engañar al mismísimo portero del Paraíso…? ¿O este modo de pensar es inimaginable en un ruteno y solo se nos ocurre a nosotros, tan maleados por la picaresca ibérica?
Pero, si así fuera, ¿cómo es que había llegado una de estas cartas hasta las manos de don Antonio?
Todas las imágenes de estandartes y banderolas procesionales de esta entrada provienen de varios pueblos rutenos y se custodian en el Museo de Iconos de Leópolis/Lemberg/Lwów/Lviv.
Dispara nuestra imaginación el alto precio que –se nos advierte– habría que pagarle al arzobispo ruteno por las cartas, cosa que las hacía inasequibles a los pobres: ¿cómo sería entonces el mercado negro, los robos en los cementerios para cambiar el nombre del difunto sobre el papel y ponerlo entre las manos de otro menos afortunado, los trabajos de los habilidosos falsificadores de firmas y sellos, tan expertos que podían engañar al mismísimo portero del Paraíso…? ¿O este modo de pensar es inimaginable en un ruteno y solo se nos ocurre a nosotros, tan maleados por la picaresca ibérica?
Pero, si así fuera, ¿cómo es que había llegado una de estas cartas hasta las manos de don Antonio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario