29 junio, 2016
23 junio, 2016
Mi vida
Bulat Okudzhava murió un 12 de junio, hace ahora 19 años.
Bulat Okudzhava: Песенка о моей жизни – Cancioncilla sobre mi vida
А как первая любовь – она сердце жжет. А вторая любовь – она к первой льнет. А как третья любовь – ключ дрожит в замке, ключ дрожит в замке, чемодан в руке. А как первая война – да ничья вина. А вторая война – чья-нибудь вина. А как третья война – лишь моя вина, а моя вина – она всем видна. А как первый обман – да на заре туман. А второй обман – закачался пьян. А как третий обман – он ночи черней он ночи черней, он войны страшней. |
cuando el primer amor te quema el corazón
cuando el segundo amor se pega al primero
cuando el tercero pone una llave en la cerradura
una llave en la cerradura y una maleta en la mano
cuando la primera guerra no es culpa de nadie
cuando la segunda guerra es culpa de alguien
cuando la tercera guerra es culpa mía
y mi culpa está clara a todo el mundo
cuando el primer desengaño es la niebla del amanecer
cuando el segundo es un revulsivo
cuando el tercero es la noche negra
una noche negra, más terrible que la guerra
|
13 junio, 2016
Ángel de la luz, ángel de las tinieblas
Así, con esta doble y enfática denominación se alude a Góngora desde que Marcelino Menéndez Pelayo (Historia de las ideas estéticas, 1940 –Madrid, 1993. I, p. 808–), citando de memoria al preceptista Cascales, ahondara en la presunta diferencia, a la postre inexistente, entre una primera etapa «clara» de la poesía del cordobés y otra de oscuridad impenetrable. Francisco Cascales no habló de ningún ángel, utilizó la palabra «príncipe» («de príncipe de la luz [Góngora] se ha hecho príncipe de las tinieblas», Cartas filológicas, Madrid, 1961, p. 189); pero quizá el lapsus de don Marcelino, más allá de acomodarse mentalmente a una más familiar e incluso más coherente imagen de la lucha radical entre la luz y las sombras, revelaba una inquietud de lector ortodoxo y severamente formado en la tradición escrituraria que no podía acabar de resolver.
El recuerdo insidioso podría estar, pensamos, en el conocidísimo villancico de Góngora –que sin duda don Marcelino se sabía de memoria– «Al nacimiento de Cristo Nuestro Señor», cuyo estribillo reza:
Caído se la ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
Robert Jammes, en su edición del texto (1980), se alegra de que después de tres letrillas llenas de «complicaciones dogmáticas», ésta, más clara y ligera, demuestre que «en cuanto Góngora logra evadirse de la teología, sigue siendo Góngora». Justo aquí reviviría, pues, el poeta ángel de la luz que aparece para disipar sus propias sombras.
Pero la aludida contradicción que se oculta como un áspid en estos versos y que podría haber afectado a Menéndez Pelayo en un nivel más profundo que el del mero debate sobre el culteranismo es que en la tradición bíblica solo hay un hijo de la Aurora: Lucifer. Y, además, el participio «caído», tan remachado en la estrofa, no hace sino reforzar este fantasma subliminal. A la mente de don Marcelino tenían que acudir volando las palabras de Isaías 14: 12-15: «¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora...», con las que se refiere al ángel maldito despeñado en la oscuridad.
Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo
y coronada de hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tiniebla tan crüel,
caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
No insinuamos que Góngora estuviera llevando a cabo ningún doble juego satánico, Dios nos asista. Y, obviamente, recordamos también que en el Apocalipsis 22:16, Jesús se presenta como estrella del alba («Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana»), lo que impulsa toda una tradición imaginaria de Cristo como luz del amanecer de un nuevo mundo... Pero hijo de la Aurora, caído, solo hay uno: un ángel de la luz, primero, y ángel de las tinieblas, después. Y no es un clavel, precisamente.
10 junio, 2016
Cartas triangulares
Hace unos días mirábamos con curiosidad esta imagen con unas cartas plegadas en triángulo. Nos llamaba la atención el pliegue en diamante de la carta en el borde de la mesa, y aún más las formas triangulares que están detrás, sobre el cartapacio. Pero hubo un momento en que estos pliegues no eran en absoluto inusuales. Es más, los correos así plegados eran los más valiosos que el cartero podía entregar. Y, tal como nos cuenta la historia que deducimos a partir de los pocos objetos de la imagen, siguieron siendo lo más valioso que jamás entregó el cartero a sus destinatarios en toda su vida. Son письма-треугольники, «cartas triangulares», la forma estándar de la correspondencia de los soldados en la Segunda Guerra Mundial.
Durante la Guerra, los correos desde el frente se enviaban gratis. No podía ser de otra forma porque, sin duda, los sellos serían la última prioridad logística en llegar allá. Aparte, escaseaban las postales y los sobres. Pero el ingenio de los soldados solucionó el problema justo empezada la guerra con un formato que a la vez era la carta y su propio sobre. El plegado es muy similar a cómo, de niños, doblábamos el chacó de nuestros soldados —sin tener entonces ni idea de la existencia de tales cartas fascinantes.
Para escribir la carta servía cualquier hoja arrancada de un folleto, el sacrificio de un papel de fumar, los márgenes de un periódico, más el rato de inactividad de cualquier pausa en el servicio. Su contenido no es más complicado que eso: reiterar el amor a los de casa, un rápido dibujo para los más pequeños que aún no saben leer, o la promesa de volver al acabar la guerra. Cosa que no dependía de ellos.
El plegado tenía otra ventaja: era fácil comprobar el contenido. Estaba prohibido cerrar de modo permanente las misivas. Al parecer, los censores del frente no interceptaban las cartas injuriosas hacia el sistema —según el análisis de las que quedan, apenas ninguna incluye referencias políticas ni tan solo el nombre de Stalin—, sino aquellas con indicaciones de las que se pudiera inferir algún movimiento o plan militar. Si eso se encontraba, era tachado con tinta negra y luego la carta podía seguir su camino. Lo cuenta el oficial de correos del frente Valya Uvarova, por entonces de diecisiete años, en el número de de 7 Mayo de 2008 de Аргументы и факты :
Había una avalancha de cartas fluyendo en ambas direcciones, al frente y desde el frente. Al lado de los servicios postales, en una sala especial «secreta», estaba el censor: su trabajo era abrir y leer las cartas triangulares. Valentina Antonovna recuerda que los censores por lo general tenían una actitud muy humana hacia las cartas del frente. Si sólo unas pocas líneas de ellas contenían indiscreciones militares –como el nombre de la base ocupada o el nombre del cuerpo–, entonces, tras haberlas tachado las dejaban seguir hacia su destinatario. Sólo se prohibía el envío si todo el contenido era de este tipo, pero esto sucedía raramente.
De estas cartas, que durante un tiempo viajaron por millones de oeste a este, aún se conservan miles en colecciones, en manos privadas, en carpetas como la de primera foto. También pueden encontrarse muchas en la web rusa, unidas generalmente a una historia similar a tantas otras y, sin embargo, siempre únicas e irrepetibles • • • • • • • • •
Nos apasiona una colección en especial, las cartas de Yakov Lazirovich Ashurov desde Azerbaiyán. Él nació en Bakú en 1924; alistado a la edad de diecisiete años, murió en Stalingrado en 1942. Sobrevivieron las cartas dirigidas a sus padres en la lengua Tat (juhuri, relacionada con el persa y el kurdo), iraní, de los judíos europeos de montaña, así como otras escritas en hebreo bíblico.
También se mandaban cartas triangulares al frente. Éstas, por supuesto, iban estampilladas. Y hasta se mandaban al Gulag, como atestigua está carta en letón que vemos abajo, enviada desde Letonia al campo de Pechora en la región de Komi, el 19 de marzo de 1945. La carta se subastó por solo 33 dólares.
El 9 de mayo de 1010, 65º aniversario de la victoria, el estado ruso distribuyó entre los veteranos de guerra un juego de cartas triangulares impreso para la ocasión, ahora ya con sobre, pero se podían mandar así, sin sello a cualquier lugar dentro de Rusia.
Y, finalmente, estas cartas fueron inmortalizadas en famosas canciones contemporáneas de soldados tales como 'Полевая почта, «Correo desde el campo» de Mark Bernes. Estamos buscando una versión que podamos escuchar aquí. Cuando la tengamos la colocaremos enseguida.
В селе далёком плачет Мать от счастья, Узнав, что сын здоровый и живой. Ей эту весть сквозь битвы и ненастья Приносит треугольник полевой. | La madre en el lejano pueblo está llorando de alegría, sabiendo que su hijo está sano y salvo: lo supo a través de batallas y tormentas por la carta triangular llegada desde el frente. |
04 junio, 2016
Los recuerdos de los otros
No, nunca los hemos visto así, bañados en esta luz como de bodegón flamenco, con tan calculado desorden y tan épicas composiciones. Pero los recordamos con exactitud, con la misma fidelidad con que juraríamos recordar el aroma de aquella magdalena. Durante setenta años estos objetos se han empapado de la historia y de los significados que ahora exhalan, como a través de aquellos «cristales lentos» que nos acompañarán a lo largo de toda la vida, tanto tiempo como sepamos guardar la sensación.
Fotos de bodegones soviéticos de Alexander Sennikov, de su galería photosight.ru, donde nos esperan hasta diez veces más.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)