02 junio, 2013

Poesía y prosa contra España


A punto para la Feria del Libro ha salido el último título de «Medio Maravedí», publicado en coedición con el College of the Holy Cross (Worcester, Massachusetts). Se trata de otra indagación en unos textos que, aunque separados del eje de la gran literatura, iluminan —mejor que muchos otros— aspectos centrales de nuestra historia y nuestras actitudes culturales; sin renunciar, por supuesto, al uso de un denso bagaje literario.

Reflejo en palabras e imágenes de las largas tensiones entre Francia y España en el Siglo de Oro, las Rodomuntadas españolas y los Emblemas del perfecto español, olvidados desde el siglo XVII, caricaturizan con virulencia a los españoles y exhiben la agresividad mordaz de las mejores «guerras de papel» libradas entre ambos países.

Ambas obras, nacidas en universos retóricos y literarios diversos, el de los emblemas y el de los dichos, después de una primera vida editorial independiente empezaron a ofrecerse juntas en 1634 (el mismo año de la sonada victoria española en Nördlingen). Aunaban así su sarcasmo antiespañol y mantuvieron su presencia cáustica, ciertamente emparentada con la Leyenda Negra, en numerosas impresiones hasta los umbrales del siglo XVIII. Hoy volvemos a leerlas arropadas por los estudios y traducciones de Mª Carmen Marín y Víctor Infantes que desmenuzan las causas y razones de aquel mundo de caricaturas grotescas.

Aquí tenemos como muestra una de las series de grabados de los Emblesmes sur les actions perfections et meurs du Segnor Espagnol. En esta edición de «Medio Maravedí» se detalla también minuciosamente la compleja historia editorial de la obra. Copiamos los titulillos de cada emblema; basta verlos para imaginar el tenor de los correspondientes poemas burlones e infamantes que les siguen.

1.- Un ange en l'Eglise. 2.- Un diable en la maison. 3.- Un loup en table.
4.- Un pourceau en sa chambre.

5.- Un paon en la rue. 6.- Un renard pour les femmes. 7.- Un lyon en garnison.
8-. Un lievre estant assiegé.

9.- Un mouton quand il est prins. 10.- Avaricieux. 11.- Convoiteux d'honneur.
12.- Tyran & sanguinaire.

13.- Vindicatif. 14.- Perfide, en traitant la paix. 15.- Vie esclave, d'estre a la misericorde du Segnor. 16.- Heureux estat d'estre delivré des mains du Segnor.



21 mayo, 2013

Karl-Ludwig Selig


It is with sadness that we note the recent passing of the eminent Hispanist Karl-Ludwig Selig, Professor Emeritus of Columbia University, who died in New York on December 1st, 2012 after a long illness. A prolific scholar who published in many areas, Selig's notes and brief articles, many bibliographic in nature, can still be profitably mined by scholars today for research directions that still need to be further explored. Selig will be best remembered for his contributions to two main areas of scholarly inquiry: Cervantes studies and Spanish emblematics. One of the founding members of the Cervantes Society of America, Professor Selig published many important notes and articles on Cervantes and contributed constantly to the CSA, whether in the form of information included in its newsletters, or through his generous financial support that continued unabated until his death. A student of Mario Praz at the University of Rome, Selig's pioneering 1955 PhD Dissertation at the University of Texas, Studies on Alciato in Spain, (published in facsimile by Garland Press, 1990), blazed an important trail for the study of Spanish emblematics. Other publications authored by Karl-Ludwig on emblematics or related fields are listed below.

Recibimos ayer con dolor la noticia del fallecimiento, el primero de diciembre pasado, en Nueva York, del eminente hispanista Karl-Ludwig Selig, profesor emérito de la Universidad de Columbia. Como investigador prolífico y que prestó sus esfuerzos a diversas áreas culturales, firmó a lo largo de su vida numerosas notas y breves artículos, muchos de carácter bibliográfico, que han servido de fecundos puntos de partida para los estudiosos en ámbitos que todavía merecen seguir profundizándose. Selig será recordado entre nosotros en especial por sus contribuciones a dos zonas relevantes de la literatura española: la obra de Cervantes y la literatura emblemática. Fue miembro fundador de la Cervantes Society of America, con la que siempre colaboró por medio de sus investigaciones, reseñas y boletines de noticias pero, además, con una generosa ayuda económica que mantuvo hasta el día de su muerte. Fue alumno de Mario Praz en la Universidad de Roma y presentó en la Universidad de Texas, en 1955, una tesis, Studies on Alciato in Spain (hay facsímil de Garland Press, 1990), que desbrozó el camino de los estudios de emblemática en España Damos aquí una lista de sus obras relacionadas con este campo. 


- «Emblèmes Religieux». En Dictionnaire De Spiritualité: Ascétique Et Mystique, Doctrine Et Histoire, París: G. Beauchesne et ses fils, 1932-1995, 605-609. 

- «The Spanish Translations of Cesare Ripa's Iconologia». Itálica XXVIII, no. 4 de diciembre (1951): 254-256. 

- «Góngora and Numismatics». Modern Language Notes 67 (1952): 47-50. 

- «A Note on Cesare Ripa’s Iconologia». Italica 29 (1952): 108-09. 

- «Poesías olvidadas de Alonso de Ledesma». Bulletin Hispanique 53 (1953): 191-199. 

- «On a passage in Fray Luis de Leon's La Perfecta Casada». Modern Language Notes LXIX (1954): 102-103. 

- «La Teoria dell'emblema in Spagna: i testi fondamentali». Convivium XIII, no. 4 (julio-agosto) (1955): 409-421. 

- «The Spanish Translations of Alciato's Emblemata». Modern Language Notes LXX, no. mayo (1955): 354-359. 

- «Addenda to Praz, Bibliography of Emblem Books». Modern Language Notes 70 (1955): 599-601. 

- «Lastanosa and the Brohers Argensola». Modern Language Notes LXVII (1955): 429-431.

- «La Teoria Dell'emblema In Ispagna: I Testi Fondamentali». Convivium (Societä Editrice Internazionale) 3 (1955): 409-421. 

- «The commentary of Juan de Mal Lara to Alciato´s Emblemata». Hispanic Review XXIV, no. 1 (1956): 26-41. 

- «Gracián and Alciato's Emblemata». Comparative Literature VIII (1956): 1-11. 

- «Concerning Solórzano Pereyra's Emblemata Regio-Politica and Andrés Mendo's Príncipe Perfecto». Modern Language Notes LXXI (1956): 283-287. 

- «Due temi mitologici nel Rinascimento Spagnolo». Convivium (1956): 553-559. 

- «Pero Mexía's Silva de varia lección and Horapollo's Hieroglyphica, Venezia 1605». Modern Language Notes LXXII (1957): 351-357. 

- «Philostratus Imagines and Alciato's Emblemata». Modern Language Notes 72 (1957): 427-428.

- «Sulla fortuna spagnola degli Adagia di Erasmo». Convivium 25 (1957): 88-91.

- «Notes on Spanish Renaissance Lexicography». Convivium XXV (1957): 742-744. 

- «Una traduzione spagnola degli Emblemata di Alciato». Convivium XXV (1957): 215-219. 

- «A Spanish Collection of Emblem Books». Romance Notes 1 (1960): 131-132. 

- The Library of Vicencio Juan de Lastanosa, Patron of Gracián. Ginebra: Droz, 1960. 

- «The Blemata of Luis Tribaldos de Toledo». Hispanic Review 29 (1961): 52-53. 

- «An Anti-Machiavellian Emblem». Italica 38, no. 2 (1961): 134-35. 

- «Emblem Literature: Directions in Recent Scholarship». Yearbook of Comparative and General Literature XII (1963): 36-41. 

- «Antonio Palomino y la tradición de la literatura emblemática en España». En Actas del I Congreso Internacional de Hispanistas, editado por Frank Pierce y Gril A. Jones, Oxford: The Dolphin Book, 1964, 443-446. 

- «Three Spanish Libraries of Emblem Books and Compendia». En Essays in History and Literature Presented by Fellows of the Newberry Library to Stanley Pargellis, editado por Heinz Bluhm, Chicago: The Newberry Library, 1965, 81-90. 

- «Some Remarks on Jan van der Noot». En Homenaje a Antonio Rodríguez Moñino, Madrid, 1966, 185-188. 

- «Curiosa Bibliographica Greeniana». En Friendship's Garland: Essays Presented to Mario Praz on His Seventieth Birthday, editado por V. Gabrieli, Roma: Edizioni di storia e letteratura, 1966, 203-205. 

- «Some Remarks on Gracián's Literary Taste and Judgements». En Homenaje a Gracián, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1968, 155-162. 

- «Algunos aspectos de la tradición emblemática en la literatura colonial». En Actas del III Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, México: El Colegio de México, 1970, 833-837. 

- «A Spanish Manuscript Translation of Alciato's Emblemata». Romanische Forschungen 82 (1970): 584. 

- «Garcilaso and the Visual Arts. Remarks on Some Aspects of Visualization». En Interpretation und Vergleich. Festschrift für Walter Pabst, editado por Eberhard Leube y Ludwig Schrader, Berlín: Eric Schmidt Verlag, 1972, 302-309. 

- «Persiles y Sigismunda: Notes on Pictures, Portraits and Portraiture». Hispanic Review 41 (1973): 305-312. 

- «The Celestina and Literary Portraiture: Prolegomenon». En Estudios literarios de hispanistas norteamericanos dedicados a Helmut Hatzfeld con motivo de su 80 aniversario, editado por Josep M. Sola-Solé, Alessandro Crisafulli y Bruno M. Damiani, Barcelona: Ediciones Hispam, 1974, 471-575. 

- «The Battle of the Sheep (Don Quijote I, xviii)». Revista Hispánica Moderna 38 (1974-75): 64-72. 

- «The Heraldic Devices in the Battle of the Sheep (Don Quixote, I/18): Source vs. Convention». Revista Hispanica Moderna 39 (1976-1977): 139-40. 

- «Gracián un Alciatos Emblemata». En Emblem und Emlematikrezeption, Darmstadt, 1978, 122-139. 

- «Don Quijote, I/8-9 y la granada». En De los romances-villancico a la poesía de Claudio Rodriguez: 22 ensayos sobre las literaturas espanola e hispanoamericana en homenaje a Gustav Siebenmann, editado por José Manuel López de Abiada y Augusta López Bernasocchi, s.l.: José Esteban, 1984, 401-407. 

- «Don Quixote II, 16-17: Don Quixote and the Lion». En Homenaje a Ana María Barrenechea, editado por Lía Schwartz y Isaías Lerner, Madrid: Castalia, 1984, 327-332.

- Studies on Alciato in Spain. Nueva York: Garland Publishing (Garland Studies in Comparative Literature), 1990.

- «Don Quixote and the Game of Chess». En The verbal and the visual. Essays in Honor of William Sebastian Hecksher, editado por Karl-Ludwig Selig y Elizabeth Sears, New York: Italica Press, 1990, 203-211. 

- «La Agudeza y el arte de citar». En El mundo de Gracián. actas del coloquio Internacional de Berlín 1988, Berlín, 1990, 67-74. 

- «Gracián y la emblemática: Nota de un emblematista de antaño». Anthropos. Documentos A: Genealogía Científica de la Cultura 5 (1993): 138.

- «George Richardson and the 'fame' of Ripa's Iconologia». Zeventiende eeuw 11, no. 1 (1995): 27-28. 



El laberinto frente al mar



Es un consuelo dar, en estos tiempos oscuros, con textos que aún nos recuerdan la importancia real de las humanidades, al modo de los maestros Poggio Bracciolini, Leon Battista Alberti, Lorenzo Valla, Leonardo Bruni...
Si tú también, como todo ser viviente, te riges por el deseo de ser feliz, querido Francesco, repite conmigo: «Rana, rana, ranam, ranae ranae, rana». Familiarízate con los intríngulis de las proposiciones temporales: «Ubi, ut, ubi primum, ut primum, simul, simulac, simulaque, dum, donec, quod, antequam, priusquam, cum...». Y, sobre todo, aprende la estructura de las oraciones condicionales para que no quepan en ellas el engaño, el chantaje y la mentira.
 Bolesław Miciński, Respuesta a la carta de Francesco, ciudadano de Roma –1947– (citado por Zbigniew Herbert, El laberinto junto al mar –2013–).
...Y sobre todo aprende la estructura de las oraciones condicionales para que no quepan en ellas el engaño, el chantaje y la mentira.

02 abril, 2013

Cola de león


León del manuscrito griego del Physiologus (ver más abajo), copiado en Venecia en el s. XVI, y que en 1587 pasó de las manos del gran humanista y médico húngaro Johannes Sambucus (János Zsámboki) a la Biblioteca de la Corte Imperial Vienesa (hoy Biblioteca Nacional de Austria) (Cod. Phil. gr. 290)

Ya hemos contado cómo el traductor de Umberto Eco ha de vadear a veces pasajes donde el maestro (y su editor), al igual que el buen Homero, se adormila; y hay otros lugares en que llevado por el ímpetu del relato no comprueba si lo que le dicta la memoria se ajusta a la realidad. Al principio solíamos añadir las observaciones en notas a pie de página hasta que el editor, sorprendido por su elevado número, prefirió que corrigiéramos directamente el texto, considerando que Eco habría escrito lo mismo de haber realizado él la comprobación. Así lo hacemos pero para mejor guardar registro del proceso anotamos algunos casos complejos también aquí. La última vez fue el pozo de Eratóstenes, y hoy es la cola del león.

La cola del león ha llegado hasta nuestra mesa –o mejor dicho hasta el capítulo sobre los bestiarios del nuevo libro de Eco– desde el Physiologus. El Physiologus, compilación en lengua griega elaborada en los siglos segundo y tercero, traducida luego a varios idiomas y convertida en uno de los best-sellers de la Edad Media, es la matriz de todos los bestiarios posteriores. Describía cuarenta animales, plantas y minerales, siempre sobre la base de la tradición helenística pero interpretada ya en clave cristiana. Eco menciona un ejemplo:

Dopo avere descritto questi esseri, il Fisiologo mostra come e perché ciascuno di essi sia veicolo di un insegnamento etico e teologico. Per esempio il leone che, secondo la leggenda, cancella le proprie tracce con la coda per sottrarsi ai cacciatori, diventa simbolo di Cristo che cancella i peccati degli uomini.
Después de describir a estos seres, el Physiologus muestra cómo y por qué cada uno de ellos conlleva una enseñanza ética y teológica. El león, por ejemplo, que según la leyenda borra sus propias huellas con la cola a fin de esconderse de los cazadores, se convierte en símbolo de Cristo, que borra los pecados de la humanidad.

El león borra el rastro de sus huellas con la cola. Physiologus, Codex Sambucus

Un paralelo atractivo, en efecto, que une significante y significado por la asociación ingenua de «borrar» –tal como hace san Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, citado con cierto desdén por Eco– pero que no desarrolla la analogía apuntada (huellas de Cristo =/= pecados de la humanidad). Sin embargo, al abrir el Physiologus por la página correspondiente leemos algo bien distinto: una metáfora mucho más expandida que recoge una doctrina cristológica viva a lo largo de toda la Edad Media:

Las dos primeras páginas sobre el león en la edición del Physiologus de 1588 impreso por Plantin (el original griego y latino del texto citado se ve en la segunda página)


«Cuando el león vaga por las montañas y nota el olor del cazador, borra sus huellas con su propia cola para evitar que le persigan, que encuentren su morada y lo capturen ... De la misma manera nuestro Señor Jesucristo, el león espiritual ... enviado por el Padre, borró sus huellas espirituales, es decir, su divinidad; se despojó totalmente y descendió al vientre de María para salvar a la humanidad engañada».

El autor desconocido (identificado en la Edad Media con el obispo de Chipre del siglo IV y Padre de la Iglesia san Epifanio) relaciona la «observación empírica» aceptada por Plutarco y Eliano, con una doctrina teológica popular que exponen varios Padres de la Iglesia –Atanasio, Gregorio Nazianzeno, Dionisio Areopagita, e incluso el propio Epifanio– y, citando a éstos, otros escritores posteriores: que Cristo asumió un cuerpo humano con el fin de engañar al diablo, el engañador de la humanidad, que así, sin tener conocimiento de su divinidad, querría matarle como hombre y como un Mesías exclusivamente humano, contribuyendo de esta manera activamente a su muerte en la cruz y por tanto a la salvación de la humanidad.

Los teólogos cuentan este truco con gran placer y vívidos detalles. Rufino de Aquilea, también en el siglo IV, traductor de Orígenes y amigo (aunque luego entablarían una fuerte disputa) de san Jerónimo, conecta esta doctrina con la metáfora del anzuelo en su comentario sobre el Credo de los Apóstoles.

«El objeto del misterio de la Encarnación era la virtud divina del Hijo de Dios como anzuelo oculto en la forma de la carne humana. Estando Él bajo la condición de hombre (Fil. 2:8), atrajo al Príncipe de este mundo hacia una celada, ofreciendo su carne como cebo ... Como el pez que se traga el anzuelo no sólo no separa el cebo del gancho sino que él mismo sale fuera del agua para convertirse en comida para otros, así él, que tenía el imperio de la muerte, se apoderó del cuerpo de Jesús en la muerte, sin ser consciente de que el gancho de la divinidad estaba encerrado dentro, y se lo tragó y fue capturado. Al romperse las barras del infierno se vio arrastrado, por así decirlo, desde el abismo para convertirse en alimento de otros. Ezequiel profetizó esto bajo la misma figura, diciendo: «Voy a sacarte con mi anzuelo, y te extenderé sobre la tierra. Las llanuras se llenarán de ti, y dispondré sobre ti a todas las aves del cielo, y saciaré a todas las bestias de la tierra contigo» (Ez 29:4-5, 32:3-8) ... Job de la misma manera dice, en la persona del Señor que le habla: «¿Podrás tú atrapar con anzuelo al Leviatán, y le pondrás una anilla en las narices?» (Job 41:1-2)


Vemos una versión de la metáfora en una de las mejores muestras de la miniatura parisina del siglo XIII, el Misal de Reims (1285-1297) conservado en San Petersburgo, cuya compleja iconografía estudiamos durante un semestre en la universidad. En el folio 59v –también ilustración del Credo– Cristo pesca desde una barca con Job y le plantea la misma pregunta. Pero con la caña tendida ante el diablo ya le está demostrando cómo es capaz de atrapar al Leviatán. Y la larga filacteria del profeta Oseas, a la derecha, nos dice cómo interpretar el conjunto: O mors ero mors tua, morsus tuus ero inferne, «oh, muerte, seré tu muerte; seré tu dolor, oh, infierno». En consecuencia, este versículo se convirtió en la primera antífona de las laudes del Sábado Santo, en el oficio matutino.


Guillaume Bouzignac (ca. 1587 – 1641): O mors ero mors tua, Les Arts Florissants, William Christie


Otras veces se alude a la trampa tendida al diablo con un instrumento diferente. Dice san Agustín: «La cruz de Cristo fue ratonera del diablo; el cebo que lo atrapó, la muerte del Señor». Es esto lo que vemos en el Retablo de Mérode, de Robert Campin (entre 1425 y 1428): mientras que en el centro tiene lugar la escena de la Anunciación, es decir, de la Encarnación de Cristo, en el batiente derecho san José arma unas trampas para ratones (y fijémonos cómo se cruzan sus herramientas, la presencia de los clavos... sobre su banco de carpintero).



Apoyados en la autoridad de toda esta tradición hemos cambiado así el texto de Eco en la traducción al húngaro, cuidando de borrar las huellas del desliz:

Después de describir a estos seres, el Physiologus también muestra cómo y por qué cada uno de ellos conlleva una enseñanza ética y teológica. El león, por ejemplo, que borra sus propias huellas con la cola a fin de esconderse de los cazadores, se convierte en símbolo de Cristo que esconde al diablo su naturaleza divina.

Pasada la Edad Media, este motivo de Satanás engañado por la naturaleza humana de Cristo y amargamente burlado, quedaría en segundo plano. Pero no desapareció del todo. Sus ecos lejanos se escuchan hasta en lugares tan inesperados como esta sorprendente Sunday’s on the Way (el domingo está en camino) de Carman.


The demons where planning on having a party one night.
They got beer and Jack Daniels and pretzels, a little red wine, and some white.
They were celebrating how they crucified Christ, on that tree.
But Satan, the snake himself, wasn’t so at ease.
He took his crooked finger and he dialed the phone by his bed,
To call an old faithful friend, to know for sure, that he was dead.

He said, “Grave, Grave tell, did my plan fail?”
Old Grave just laughed and said, “Oh man, the dude is dead as nails.”

Chorus:
Well hey, hey, hey on Friday Night, they crucified the Lord at Calvary,
But He said, “Don’t dread, in three days, I’m gonna live again, you’ll see.”
When problems try to bury you and make it hard to pray,
It may seem like Friday night, but Sunday’s on the way!

A tranquilizer and a horror flick could not calm Satan’s fear.
So Saturday night, he calls up the grave… scared, of what he’d hear.
“Hey, Grave, what’s goin’ on?” Grave said, “Man, you called me twice,
and I’ll tell you, once more again boss, the Jew’s on ice!”

Devil said “Man grave, do you remember when old Lazarus was in his grave?
You said everything’s cool and four days later, BOOM, Ol’ Lazarus, he was raised!
Now this Jesus, He is much more trouble than anyone has ever been to me.
And look Grave he’s got old Devil shook cuz He said, he’s only gonna be dead for three!”

Chorus

Sunday morning Satan woke with a jump, ready to blow a fuse.
He was shaking from the tips of his pointed ears, to the toes of his pointed shoes.
He said “Grave tell me is He alive? I don’t want to lose my neck!”
Grave said, “Your evilness, maintain your cool. You are a wreck!”
Grave said, “Now just cool your jets, Big D, my sting is still intact,
You see, Jesus is dead forever, he ain’t never coming back,
so just mellow out man, just go drink up or shoot up, but just leave old Grave alone,
and I’ll catch you la… la… oh no! OH no! OH NO! OH NO…
SOMEBODY’S MESSING WITH THE STONE!

Then the stone was rolled away and it bounced a time or two,
and an Angel stepped inside and said, “I’m Gabriel, who’re you?
And if you’re wondering where the Lord is, at this very hour,
I’ll tell you he’s alive and well, with resurrection power!”

«Tercera característica del león: cuando la hembra da a luz, el cachorro viene al mundo muerto, y así permanece hasta que, al tercer día, se le acerca el padre y, echándole su aliento en el rostro, lo resucita» Physiologus, Codex Sambucus.

03 marzo, 2013

Emblemata


Emblemata es una colección de estudios sobre literatura emblemática que emana de las múltiples actividades que alrededor de este punto de enlace entre las letras y las artes desarrollan los investigadores del Proyecto Mundus Symbolicus en el Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán, en México. Bárbara Skinfill Nogal y Herón Pérez Martínez son las cabezas visibles y los responsables de la última publicación de la serie: Creación, función y recepción de la emblemática (2012), que recién acaba de llegar a nuestra mesa.

Como en todas las publicaciones que provienen de El Colegio de Michoacán, la factura y el cuidado editorial son máximos. Y, si bien es cierto que este ejemplar aparece tras una larga espera desde que empezó a gestarse, todos conocemos cuánto puede costar sacar a luz un libro, y más si su carácter es tan exigente y especializado. Su origen lejano está en el conjunto de reflexiones interdisciplinarias que tuvieron lugar durante el IV Seminario Internacional de Emblemática realizado en El Colegio entre el 29 y el 31 de mayo de 2002: que lo podamos ver ahora encarece la tenacidad y perseverancia de los editores para superar todos los problemas y entregar finalmente este valioso instrumento de trabajo a la comunidad.


Al iniciarse el proceso editorial Bárbara Skinfill nos solicitó a John T. Cull y a Antonio Bernat Vistarini la redacción de la «Presentación» del volumen. Las líneas que siguen a continuación son una parte de este texto, donde comentamos brevemente los trabajos que componen la obra.

Al abrir el libro, encontramos una primera sección dedicada fundamentalmente a cuestiones teóricas de alcance general. David Graham, primero, ofrece un cuestionamiento perturbador de algo tan fundamental y canónico como la estructura tripartita del emblema. Graham postula de manera muy convincente que la definición del emblema que siempre se ha utilizado, a partir de la edición de 1534 de Alciato publicada por Wechel, es inadecuada ya que la gran mayoría de libros de emblemas la viola. Puesto que la estructura de emblema triplex no se corresponde con la práctica mayoritaria observable en los libros de emblemas, y dado que la terminología empleada por Daly y otros muchos de inscriptio, subscriptio y pictura es demasiado restrictiva —incluso en la definición de sus funciones—, Graham sugiere un nuevo modelo para entender esa colaboración entre texto e imagen que solemos denominar emblema. Esta hipótesis tan atractiva nos invita a aproximarnos al análisis del emblema mediante cuatro categorías de funciones (miméticas, semióticas, sintácticas y retóricas) que deben coincidir en una representación de texto e imagen para que se constituya como tal emblema. El presente trabajo de Graham complementa otro anterior suyo sobre el mismo tema: «Emblema Multiplex: Towards a Typology of Emblematic Forms, Structures and Functions», en Peter M. Daly (ed.), Emblem Scholarship. Directions and Developments. A Tribute to Gabriel Hornstein, Turnhout: Brepols, 2005, 131-158.

 En su estudio sobre «Emblematismo discursivo en la paremiología hispánica», Herón Pérez Martínez profundiza una línea de investigación que ha seguido a lo largo de fructíferos ensayos. Aquí se concentra en lo que denomina el «emblematismo discursivo de los refranes entimemáticos hispánicos». Puede resultar polémica la afirmación del autor de que la emblemática de Alciato era algo «que podríamos llamar artística: era predominantemente visual y tenía como función principal el adorno», sobre todo si tenemos en cuenta que los epigramas se elaboraron originalmente sin el componente pictórico. No obstante, la distinción que traza Pérez Martínez entre la emblemática visual y la discursiva, surgida esta última a comienzos del siglo XVII y resultado de una progresiva popularización, es muy útil. El crítico mexicano se vale de los emblemas de Picinelli para ejemplificar este nuevo modo emblemático, creado más para ser oído que visto, y cuya estructura es duplex y no triplex. En este tipo de emblema el elemento más importante viene a ser el lema o mote, cuyas palabras «deben significar una verdad general en relación con el objeto al cual se aplican», e indaga el autor en la similitud de las relaciones refrán/contexto y mote/imagen. El ensayo pasa, a continuación, a establecer las relaciones íntimas entre el modo argumentativo de los refranes y los emblemas, para probar que ambos apelan a la experiencia en su voluntad de expresar verdades de una manera sentenciosa. Finalmente, señala Pérez Martínez la existencia de un tipo de refrán hispánico fundamentalmente emblemático, los refranes exempla, cuyas dos partes son la figura y su aplicación o moraleja.

El artículo con que Federico Revilla contribuye a este primer núcleo no puede calificarse de teórico en el mismo sentido que los anteriores, pero tampoco encajaría cómodamente dentro de las clasificaciones que agrupan los otros ensayos. En su «Horizonte de valores de Sebastián de Covarrubias en sus Emblemas morales», el distinguido historiador de arte ofrece unas observaciones muy sugerentes sobre las peculiaridades del pensamiento y la personalidad de Covarrubias deducidas de este extraordinario libro de emblemas. Cabe destacar el afán por la brevedad, la tendencia moralizante, el interés ocasional por la innovación (sobre todo en la iconografía), el manejo algo torpe de los temas mitológicos, el consejo práctico sobre asuntos cotidianos, el atrevimiento en la crítica social, la preocupación por la educación de los niños y jóvenes, la actitud negativa hacia la mujer, el uso de una erudición vasta y variada a pesar del número tan alto de menciones explícitas de Ovidio, etc. Federico Revilla lleva a cabo una lectura de conjunto de los emblemas de Covarrubias al modo como ya hiciera con otro relevante libro hispánico en «Las Emblemas Moralizadas de Hernando de Soto. Horizonte y retrato de un intelectual laico bajo los Austrias» (Goya, 187-188 (1985), pp. 113-119) o, más recientemente, en «Los emblemas de Juan de Horozco: un ejemplo de moderación» (en Bárbara Skinfill y Eloy González (eds.), Las dimensiones del arte emblemático, Zamora: El Colegio de Michoacán / Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2002, pp. 305-317).

Este apartado teórico termina con un breve pero iluminador artículo de Alberto Carrillo Cázares: «Antecedentes de la emblemática en la cultura jurídica». En él, el autor desarrolla el parentesco entre los motes emblemáticos y las Reglas del Derecho, arguyendo que ambos demuestran un culto al texto, una forma concisa y un contenido moral además del estrictamente jurídico. Para ejemplificar su tesis, Carrillo Cázares acude a un texto poco conocido del siglo dieciocho: el Cursus Iuris Canonici, Hispani et Indici del jesuita Pedro Murillo Velarde. De especial interés son las frecuentes alusiones directas a los emblemas del jurisconsulto Andrea Alciato en este tratado de derecho.

La «interrelación entre texto e imagen con la cultura símbolica» es el tema alrededor del cual se  organizan los estudios del segundo núcleo del libro. Pablo Escalante Gonzalbo abre la sección con brillantez: «Nuevas exploraciones sobre la influencia de la literatura emblemática en obras realizadas por artistas indígenas en el siglo XVI, y particularmente en el Códice Florentino». Arguye de manera convincente —en la senda de algunos trabajos iniciados por Santiago Sebastián— que varias expresiones artísticas realizadas por manos indígenas en México en el siglo XVI se inspiran en fuentes emblemáticas. El estudio enfoca las semejanzas entre el túmulo funerario levantado en México para Carlos V y las pinturas que decoran las salas del ayuntamiento en Tlaxcala, por una parte, y por otra, los motivos emblemáticos en el Códice Florentino que se inspiran, probablemente, en los libros de Alciato y Valeriano.

Desde la historia del arte colabora con la descripción e interpretación de un lienzo emblemático Patricia Andrés González: «Una serie eucarística en la Iglesia de San Miguel de Valladolid y su relación con la Victoria de San Ignacio de Diego Díez de Ferreras». En continuidad explícita con un trabajo anterior («Lectura emblemática de la apoteosis de la Eucaristía de Felipe Gil de Mena», en Víctor Mínguez –ed.–, Del libro de emblemas a la ciudad simbólica, Castelló: Universitat Jaume I, 2000, vol. I, pp. 925-954), se establece aquí que la iglesia en la que se halla este lienzo, con su complejo programa iconográfico en torno a un carro triunfal de San Ignacio, era originalmente Casa Profesa de la Compañía y que gozó del patronazgo de doña Magdalena de Borja Óñez y Loyola, hija de Juan de Borja y sobrina-nieta de san Ignacio de Loyola. La autora especula que este lienzo se inspira en una estampa, desconocida o perdida, de las utilizadas por los jesuitas para ayudar en la composición de lugar durante la meditación. Defiende que el uso del carro triunfal deriva probablemente de los tapices encargados a Rubens para el convento de las Descalzas Reales de Madrid y concluye de manera muy documentada que, en su totalidad, el lienzo viene a ser «una representación no sólo del triunfo de san Ignacio, sino una referencia a la gloria de la misma Compañía de Jesús».

 Lucero Enríquez aporta al libro un ensayo erudito e ingenioso: «De la hermenéutica a la impudicia, o los cambiantes destinos de un artefacto del siglo XVIII». Con un rigor de investigación admirable y digno de un detective de novela, Enríquez analiza el lenguaje secreto de una decoración emblemática, El Almacén, obra de Miguel Jerónimo Zendejas y José Ignacio Rodríguez Alconedo, que decoraba originalmente un espacio privado de la botica de la cofradía de San Nicolás Tolentino en la Calle de los Miradores en Puebla, México, y que posteriormente sufrió varias mutilaciones y traslados, quedando 12 de las 18 puertas originales en el Museo Nacional de Historia de Chapultepec. Enríquez sostiene que de los varios discursos complementarios del programa iconográfico, el más importante, relacionado con la figura de la Medicina-Farmacia situada muy cerca de Dios, representa una apología en alabanza y defensa de la nueva ciencia de la farmacopea, y una aseveración política de que esta nueva profesión debía de gozar de plena igualdad con la de los médicos.

Si Enríquez ve en El Almacén la reivindicación de la profesionalidad de los farmaceúticos, María Esther Aguirre Lora revisa en su artículo «Juan Amós Comenio: aproximaciones a la cultura de las imágenes del siglo XVII», cómo el reformador checo dedica gran parte de su obra a defender y realzar el arte de la pedagogía. Sobre todo, analiza las obras Didactica Magna y Orbis sensualium Pictus (El mundo sensible en imágenes) para demostrar la importancia que Comenio consigna a las imágenes como herramienta mnemotécnica para ayudar al alumno a aprender y a organizar su memoria. La segunda parte del estudio se centra en el análisis de un emblema concreto que se repite con variaciones en la obra de Comenio: «la imagen de un bosque donde fluye libremente un riachuelo, enmarcada en el lema: Omnia sponte fluantAbsit violentia rebus». La armonía y amenidad con que la naturaleza va formando y guiando sus creaciones le enseña el camino al maestro, y cómo debe proceder en la formación del alumno. Comenio creía plenamente que la educación era la clave para lograr «el advenimiento de la Edad de Oro del Cristianismo».

De sumo interés es asimismo el estudio breve y certero de Linda Báez sobre «La fórmula Pathos  (Pathosformel) en los programas emblemáticos de la casa editorial de Cristóbal Plantin». Valiéndose de las teorías de Aby Warburg en torno a ciertas imágenes-formula que llegan a formar parte de la conciencia colectiva y que se proyectan en el presente mediante la pervivencia en la memoria humana, la autora estudia concretamente la función de la gesticulación de las manos (elemento importante en la pronuntiatio, una de las cinco partes de la retórica) en emblemas originados en la casa editorial de Cristóbal Plantin.  Estos emblemas son invención del español Benito Arias Montano, residente en Flandes entre 1568-1575 y seguramente seguidor de la secta Familia Charitatis, cuyo «objetivo se centraba en fundar una nueva era mediante la renovación espiritual del hombre a través del amor o la caridad hacia Dios y por lo tanto a sus semejantes». Báez postula que en los emblemas en cuestión, Montano transforma sutilmente el gesto clásico del pronus al acompañarlo de otro nuevo, el de las manos juntas, para transmitir en un lenguaje visual y hermético su mensaje político de imponer la paz sin el uso de la violencia, aplicable tanto a las guerras en Europa como a la conversión evangélica en el Nuevo Mundo.

El tercer núcleo temático del libro reúne cuatro estudios sobre la emblemática en las solemnidades novohispanas. La presencia de la emblemática en los sermones hispánicos es un tema que ha generado mucho interés en años recientes y una densa bibliografía impulsada por críticos como Francis Cerdan, John T. Cull, Giuseppina Ledda, Judi Loach, Fernando Rodríguez de la Flor o Hilary Dansey Smith. Montserrat Galí Boadella se inserta en esta rica vena con su contribución, «Presencia de la emblemática en los sermones fúnebres para el obispo Fernández de Santa Cruz (Puebla, 1699)». El sermón impreso fue un género muy cultivado en México durante el siglo diecisiete. No cabe duda de que «muchas de las imágenes verbales utilizadas en la oratoria sagrada provienen del mundo de la emblemática». Los sermones fúnebres que Galí Boadella ha estudiado presentan claras alusiones y estructuras emblemáticas en el uso de tales motivos como el sol, el corazón, la antorcha y las piedras preciosas. Y por más que resulte casi imposible precisar influencias directas (aunque la autora establece que las bibliotecas de Puebla durante esta época albergaban ejemplares de Ripa, Alciato, Nieremberg y Picinelli), este estudio añade mayor evidencia de hasta qué punto la emblemática permeaba toda la cultura del barroco hispánico.

María Dolores Bravo Arriaga, siguiendo el ejemplo de Víctor Mínguez, que tanto ha ampliado nuestro entendimiento de la función de la emblemática en los programas iconográficos en el arte efímero montado para el recibimiento de nuevos virreyes en las Américas, aporta un estudio sobre «El ojo como espejo-reflejo de las virtudes de un príncipe». Estudia, concretamente, el arco triunfal construido en 1756 para celebrar el nombramiento de un nuevo virrey de Nueva España: Agustín Ahumada y Villalón, Marqués de las Amarillas. Obra de José Mariano de Abarca, los emblemas que adornan el arco triunfal, tal como se describen en el escrito que se imprimió en México en 1756 con el título de Ojo Político / Idea Cabal, / Y ajustada Copia / de Prtíncipes, / que dio a Luz / La Santa Iglesia Metropolitana / de México […], se construyen con motivos emblemáticos harto conocidos en la época, y que se relacionan con el ojo y la imprescindible virtud en el gobernante de vigilancia: Argos, Sansón, el castigo ejemplar del rey Sedecías a quien Nabucodonosor sacó los ojos, el león que duerme con los ojos abiertos, el águila bicéfala de los Habsburgo que vigilaba las posesiones en ambos hemisferios, el grifo que custodia los tesoros, el lince, etc.

 La intención de Salvador Cárdenas Gutiérrez en «La imagen de Felipe V en las festividades de las corporaciones novohispanas (1700-1712)» la resume perfectamente el autor cuando propone el estudio de «esas imágenes que acompañaron como propaganda a los alegatos en defensa de la legitimidad de Felipe V de Borbón … [en] algunas fiestas celebradas en esa época, en las corporaciones civiles y eclesiásticas, que fueron recogidas en impresos en los que se reproducen los sermones del día, y en ocasiones se describen los emblemas y rituales: la ceremonia del Real Acuerdo de México en la Basílica de Guadalupe, las fiestas de la Real y Pontificia Universidad de México, los festivales de la Catedral Metropolitana, y por último […] algunas imágenes del rey contenidas en la homilética de la Catedral de Guadalajara». La iconografía empleada en estos actos públicos novohispanos, destinados a reconocer la legitimidad del nuevo monarca y poner de manifiesto la lealtad de sus súbditos de ultramar, es la típica que encontramos en estos programas propagandísticos. El rey se exalta como guerrero ejemplar e invencible mediante el empleo de símbolos como el león, el sol, y comparaciones con figuras como Hércules, Aníbal, Neptuno, Sansón, Minerva con su olivo y Salomón. Especialmente interesantes son los emblemas inventados para la decoración de la Real y Pontificia Universidad de México, que refuerzan la representación del monarca como hombre dedicado a las armas y las letras. De innegable validez es la conclusión de Cárdenas Gutiérrez, en la que afirma que estas imágenes emblemáticas de Felipe V «constituyen un instrumento de control social tendente a activar los mecanismos de identidad por vía de participación, de entusiasmo y contagio. Las imágenes son, dicho en términos de la época, parte esencial de la ‘razón de estado’, por cuanto se espera de ellas una reacción en pro de la lealtad al gobierno instituido».

Este tercer apartado del libro se cierra con la descripción de un arco triunfal que nunca llegó a verse realizado. Se trata de «El arco triunfal en El Sol Triunfante… de los Hermanos Larrañaga», analizado por Mª Isabel Terán. Se da el caso curioso de que este manuscrito del siglo dieciocho, cuyo paradero actual se desconoce, llegó a imprimirse en una edición facsímil en 1990 sin que los editores se dignaran a indicar su procedencia. Terán especula que el arco nunca se construyó debido, quizás, al «cambio de paradigma literario que se estaba efectuando en la época». El arco se concibió para conmemorar la llegada a México en 1785 del nuevo virrey, Bernardo Gálvez. La autora señala que el texto que estudia se estructura alrededor de la alegoría solar, un recurso bastante común en el arte efímero de Nueva España, aunque no cita el libro que Víctor Mínguez Cornelles dedicó al tema, Los reyes solares. Iconografía astral de la monarquía hispánica (Castelló de la Plana: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2001. Colecció Humanitats 7). Entre las posibles fuentes que Terán postula para el programa iconográfico ideado por los hermanos, figuran los libros de Saavedra Fajardo, Solórzano Pereira y Alciato, y establece que los motes se toman principalmente de Virgilio. Uno de los hermanos, Bruno Francisco Larrañaga, llegó a publicar otra obra de este tipo: Colección de los adornos poéticos, distribuidos en los tres tablados que la N.C. de México erigió y en que solemnizò la proclamación y jura de nuestro amado soberano Don Fernando séptimo el día 13. de agosto de 1808 ... México: Imprenta de Arizpe, 1809.

La cuarta y última sección de Creación, función y recepción de la emblemática versa sobre la  presencia de la emblemática en la literatura. Una característica muy atractiva de este apartado es que los estudiosos indagan especialmente en la influencia de la emblemática en la literatura hispanoamericana. Édgar García Valencia titula el primer ensayo «Arte efímero para una historia perpetua: el Coloquio V de Fernán González de Eslava». Dicha obra sobre la guerra chichimeca (1531-1585) caracteriza la lucha contra los chichimecas como una guerra contra el demonio. El coloquio V de los Coloquios espirituales y sacramentales lleva el vasto título «De los siete fuertes que el virrey don Martín Enríquez mandó hacer, con guarnición de soldados, en el camino que va de la ciudad de México a las minas de Zacatecas para evitar los daños que los chichimecos hacían a los mercaderes y caminantes que por aquel camino pasaban». En el programa simbólico del drama, cada fuerte representa uno de los siete sacramentos que los peregrinos visitan de camino al cielo. García Valencia, que ya ha estudiado los emblemas o jeroglíficos que González de Eslava empleó en otros coloquios de esta colección, los ve incluidos en el V de manera algo más embrionaria. Aquí, el lema es el sacramento. Hay una breve descripción de la imagen que se ve en el escenario, y el diálogo de los peregrinos constituye el epigrama emblemático. El autor sugiere la atractiva posibilidad (aunque reconoce la dificultad de establecerlo con certeza) de que «el Coloquio V sea una aplicación, una especie de ekphrasis dramatizada» de un emblema de Georgette de Montenay, cuyo libro de emblemas cristiano, Emblemes, ou devises chrestiennes, salió en 1571.

El título del ensayo de Eugenia Revueltas, «Variaciones sobre un mismo tema», nos deja vislumbrar  su temática principal: el papel de la música en el teatro barroco. Concretamente, la autora estudia la función de la música en dos autos de Sor Juana Inés de la Cruz (El Divino Narciso y Amor es más laberinto) y añade algunas observaciones sobre otro auto sacramental de Calderón de la Barca (La hija del aire). La presencia de la emblemática en Sor Juana ha sido el objeto ya de muchos y excelentes estudios, entre ellos los de Jorge Alcázar, Agustín Boyer, Edmond Cross, Margo Glantz, Sagrario López Poza, Frederick Luciani, Rocío Olivares Zorrilla y Dario Pucini, entre otros. La relación de los emblemas con la música también ha despertado reciente interés, y pueden consultarse con provecho los trabajos de G. Durosoir, Jörg Krämer, Paul P. Raasveld o Luis Robledo. Este estudio trata sobre «una serie de estrategias de recodificación emblemática en torno a los personajes» de Sor Juana, y alcanza especial valor el análisis perceptivo de «la música como signo acústico […] en el teatro del barroco».

Margarita Peña aporta al libro un breve pero fascinante estudio sobre «Emisión y función de un oráculo emblemático del siglo XVI». La autora, que editó en México (Martínez Roca-Planeta, 2002) el Libro del juego de las suertes. Oráculo de Lorenzo Spirito siguiendo la versión castellana de Valencia (Francisco Díaz Romano, 1534), describe el contenido de este curioso y popular libro italiano, redactado como un entretenimiento cortesano y aristocrático hacia finales del siglo XV. Después de explicar su deuda indiscutible con la literatura emblemática, Peña resume la larga historia editorial del Libro del juego de las suertes en muchos países europeos y concluye analizando el interés italiano en la astrología y la adivinación, haciendo hincapié en el número de emblemas astrológicos incluidos en el libro.

Por su parte, Jorge Alcázar suma a la creciente bibliografía sobre la influencia de la emblemática en las obras de Cervantes el estudio, «Una alusión emblemática en El coloquio de los perros», que continúa la línea abierta en «El sustrato alegórico de El coloquio de los perros» (Los días del alción. Emblemas, literatura y arte del Siglo de Oro, A. Bernat Vistarini y John T. Cull, eds., Palma de Mallorca: Olañeta-UIB, 2002, 37-44). Alcázar arguye que el trasfondo del comentario de Cipión cuando afirma que «la sabiduría en el pobre está asombrada; que la necesidad y miseria son las sombras y nubes que la escurecen, y si acaso se descubre, la juzgan por tontedad y la tratan con menosprecio», está empapado de una larga tradición emblemática que presenta la figura del astro rey. Entre los ejemplos aducidos en apoyo del argumento, figuran emblemas de Ruscelli, Ortí y Solórzano. En este caso de «emblematización de la literatura», Alcázar concluye que «el motivo solar está ausente, mas implícito por las palabras contextualizadoras subsecuentes».

 Rocío Olivares Zorrilla, que ha publicado ya relevantes estudios sobre Sor Juana y la emblemática, entre ellos su espléndida tesis doctoral, La figura del mundo en «El Sueño», de Sor Juana Inés de la Cruz. Ojo y «spiritus phantasticus» en un sueño barroco (Editorial Académica Española), nos ofrece otro acertado análisis en «El enigma emblemático de El Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz». Su punto de partida aquí es un resumen de la historia del género de la silva en la poesía hispánica, una forma métrica adecuada a la ekphrasis. La autora pasa luego a la consideración del uso de la forma piramidal por la poetisa «para emblematizar el vuelo del alma». Esta forma se ajusta perfectamente a la intención de Sor Juana de presentar un enigma y una dimensión alegórica en El Sueño, estrategia que realiza mediante el uso de las «imágenes nocturnas del principio del poema, del tempo poético (festina lente), Harpócrates, la noche, y su sentido pitagórico, el consilio de los animales diurnos en sueño, los emblemas predilectos de la orden jesuita organizados en el cuerpo humano (balanza, reloj y espejo), la oficina del estómago, la dialéctica entre luz y oscuridad, la nave en el mar proceloso, la cadena del ser, Hércules y Faetón y el Sol. Entre todas ellas se encuentra la pirámide misma». Como recuerda Olivares Zorilla, el enigma en la época de Sor Juana se asociaba con la impresa o divisa, donde algo del significado se oculta y exige un desciframiento por parte del lector.

Con el artículo de José Quiñones Melgoza, «Minerva, simbolo y emblema en tres escritores novohispanos: Cervantes de Salazar, Sigüenza y Góngora, y Eguiara y Eguren», se cierra el libro que presentamos. Estos tres autores mencionados marcan tres hitos de la historia de la Universidad de México y coinciden en recurrir a la diosa Minerva (o, en el caso de Sigüenza, a su equivalente Palas Atenea) como símbolo apropiado de la sabiduría en artes y ciencias con que el alma mater dota a sus discípulos. Y si para Eguiara, Minerva es una diosa guerrera que guía a sus soldados recién formados en las aulas universitarias, Quiñones Melgoza se permite el juego de completar con su invención propia las carencias de Eguiara y ofrecer a su Universidad otro emblema que lleva por mote: MINERVA-ATENAS-UNIVERSIDAD; «el grabado o dibujo que vendría debajo lo describe sin duda Eguiara con la figura central de la ‘belicosa y armígera Minerva’, rodeada de sus doctores literatos…» Y lo remata finalmente Quiñones con un epigrama de su propia invención.

A la vista de este conjunto de magníficas páginas, que se remata con tres índices (de imágenes,  onomástico y toponímico), solo queda desear que sus editores y colaboradores sigan dando muestras de su perseverancia y nos ofrezcan en los años venideros muchas más pruebas de buen hacer en un campo de estudio tan complejo como fascinante.

Todos los grabados de la entrada provienen de esta edición del Mondo simbolico

24 febrero, 2013

Digitus impudicus


Últimamente en España, entre corruptos y presuntos corruptos, vemos a mucha gente dedicando este gesto a los periodistas que les persiguen o al público en general. Parece que su significado es claro y explícito en todo Occidente y no hace mucho, justo cuando la crisis batía con todo su peso sobre Grecia, hablamos de esta imagen de la revista alemana Focus.


Nuestra amiga Poly Hatjimanolaki publicó un comentario sobre esta Venus de Milo dedo en ristre y cubierta, además, por la bandera griega. «Tramposos en la familia euro», clama la portada, y el artículo ofrece un resumen sencillo de entender para cualquier lector alemán: «Los griegos se han instalado muy bien en el triángulo de trabajo en negro, fraude fiscal y fakelaki (Φακελάκι, en griego, literalmente «sobrecito»). Es obvio que el soborno, la corrupción y la evasión de impuestos los llevan en la sangre» (y extienden la opinión a España, Portugal e Italia). Poly ilustra su análisis de estos estereotipos, que se remontan hasta el astuto Ulises, con otras versiones «modificadas» de la Venus de Milo, cliché visual para identificar a Grecia usado tópicamente en la portada.

Gino Boccasile: Sello de propaganda fascista que representa a un soldado americano llevándose a rastras a la Venus de Milo; y el mismo sello pegado en un sobre de la Italia del norte ocupada por los alemanes, 1944


Gran parte de estas ilustraciones basan su comicidad en completar el antiguo torso mutilado de mármol con elementos anacrónicamente modernos: un garfio, una guitarra eléctrica, una raqueta de tenis. Sin embargo, la portada de Focus es bien distinta a esta serie. El gesto del dedo medio levantado no es más moderno, sino muy anterior a la estatua, y fácilmente podríamos encontrarlo si no en una estatua clásica, tanto en un antiguo ídolo priapeo (y en los versos 1-2 del himno priapeo 56), como en un graffiti de Pompeya.

Internet rebosa de una curiosa explicación etimológica del «saludo con el dedo del medio», situándolo en la batalla de Angincourt, en 1415, donde los franceses amenazaron a los famosos arqueros ingleses con cortarles el dedo con que tensaban las cuerdas (como en efecto habían hecho los espartanos con los atenienses cautivos, según Tucídides). Pero la batalla, como se sabe, acabó en una victoria aplastante de los ingleses, y los arqueros lo festejaron mostrando triunfalmente a los prisioneros franceses cómo sus dedos aún podían «pluck yew» (arrancar o tirar del tejo –yew–, pues los arcos estaban hechos de la madera de este árbol). Con el tiempo, el grupo «pl» inicial se transformaría en «f», y «yew» pasaría a escribirse con otra ortografía y he aquí cómo, con este birlibirloque, el gesto pasó a tener una interpretación bastante diferente...

Varios sitios dedicados a desmentir leyendas urbanas no se cansan de oponerse a este mito e insistir en más plausibles orígenes del gesto del «digitus impudicus» (dedo impúdico) o «digitus infamis» (dedo infame). Hemos citado a Marcial, pero también se aduce a Suetonio o Aristófanes (hace unos años se publicó en español un libro divulgativo sobre gestualidad, obra de nuestra amiga M. Antònia Fornés y de Mercè Puig, donde se habla también de este ademán y otros que todavía usamos: El porqué de nuestros gestos, Barcelona: Octaedro, 2008). Nosotros, sin embargo, en lugar de traer aquí todos estos textos podemos hacer una limpia referencia a una preciosa fuente que hace ya quinientos años los mencionaba, aun añadiendo otras citas poco recordadas. Sorprende que nunca se mencione el texto en estos foros. Hablamos de los Adagia de Erasmo, la monumental colección de proverbios antiguos ampliada con sus referencias y comentarios.

Adagia 2.4.68. Medium ostendere digitum. Medio item digito porrecto, supremum contemptum significabant. Martialis lib. 2: Et digitum porrigito medium. Nam hunc digitum Martialis impudicum vocat: Ostendit digitum, sed impudicum. Persius infamem: Infami digito & lustralibus ante salivis. Huc arbitror pertinere, quod apud Laërtium Diogenes, ut alibi diximus, hospitibus quibusdam Demosthenem videre cupientibus, non indice digito, sed medio porrecto demonstravit, parum virum innuens & effoeminatum. Ac paulo post, eodem in loco, satis indicat porrectione digiti medii quippiam obscoenum significari, cum ait, insanos haberi, qui medium porrigant digitum, qui indicem, non item. Itaque eodem in carmine duobus adagiis extremum contemptum indicavit Satyricus: Mandaret laqueum, mediumque ostenderet unguem. Elegantius fiet utrumque, si longius detorqueatur. Ut Philosophicis praeceptis laqueum mandes, tu tuo vivito more. Et Theologorum decretis negociatores medium unguem ostendunt, id est, plane contemnunt ridentque.

Adagia 2.4.68. Señalar con el dedo del medio. 
El dedo del medio levantado era el signo del mayor desprecio para los antiguos. Marcial, Libro 2. [Ep. 2,28]: Muéstrale su dedo medio. El mismo dedo es llamado «impúdico» por  Marcial [Ep. 6,70]: Muestra su dedo, pero el impúdico. Y es el «infame» para Persio [Sat. 2,33]: ... ella lo santifica con su dedo infame y con la saliva [es decir, la abuela a su nieto romano recién nacido, contra el mal de ojo]. En mi opinión pertenece aquí lo que leemos en Diógenes Laercio: que cuando alguien era preguntado por extranjeros acerca de Demóstenes, se le señalaba, no con el índice, sino con el dedo medio, como indicando que se le consideraba una mala persona y un afeminado. El mismo autor sugiere algo más abajo que el dedo medio levantado significa algo indecente, porque llama locos a quienes señalan con el dedo medio, contrariamente a aquellos que señalan con el dedo índice. Y el Maestro de las Sátiras [Juvenal, Sat. 10,53] cita dos adagios en un verso para tratar del desprecio: mandaba a la horca [Demócrito a la Fortuna que le amenazaba] y le mostraba el dedo del medio. Ambos adagios son más elegantes si se insertan en una frase más larga, por ejemplo: Manda a la horca los preceptos de los filósofos, tú vive a tu manera. O: Los comerciantes muestran sus dedos del medio a las prescripciones de los teólogos, es decir, los desprecian y ridiculizan por completo.

En el adagio 3.3.87. Ἐσκιμαλίχθαι Erasmo también habla de las apariciones griegas del gesto, en Aristófanes y Suda, y dedica todo un adagio, el número 2.4.67, a la expresión «mandar a la horca a alguien». Quien tenga curiosidad podrá encontrarlos todos en el CD de la edición de los Adagia hecha por Studiolum.

Los ejemplos de Erasmo fueron tomados principalmente de la literatura clásica en la que se utiliza el gesto para expresar desprecio, igual que hoy. Pero también, como indica el verso de Persio, en tanto que símbolo fálico pudo tener originalmente una función apotropaica de protección contra el mal de ojo. Con tales representaciones, como vemos en las planchas IX, X y XI de The Worship of Generative Powers, de Thomas Wright (1865), se formaron amuletos, monedas, colgantes o fíbulas. Y si en una emergencia no se llevaba ninguno encima, entonces se representaba con la mano: generalmente con el pulgar entre los dedos índice y medio (en el gesto de la «higa», del que hablaremos más adelante pues tiene tanta presencia en la literatura española) o con el «digitus impudicus» levantado. Así es como lo hace la Venus de Milo en la portada de Focus. Los alemanes, por tanto, no deberían sentirse ofendidos. No hay desacato «a la familia del euro» sino más bien una alegre reminiscencia del viejo símbolo apotropaico justificado por la situación actual de la economía griega.

Al mismo tiempo, tenemos que estar plenamente de acuerdo con Takis Theodoropoulos, de cuyo libro Το αριστερό χέρι της Αφροδίτης (La mano izquierda de Afrodita, 2008) cita Poly esta frase tan oportuna:

La mano es un artilugio erótico. Una mano femenina sin encanto, un dedo feo, puede alterar la armonía de las propiedades hasta de la persona más hermosa.

Pero no es el caso de las personas que aparecen al principio de esta entrada.

17 febrero, 2013