En esta región de Europa, si uno tiene más de noventa y nueve años, no será excepcional que haya sido ciudadano de cinco o seis países sin haberse movido de, digamos, Rimavská Sobota. Lo mismo vale, claro está, para los edificios.
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La puerta de la casa da a la plaza principal de Lwów; su patios, con unos túneles ratoneros de interconexión, se abren paso al fondo hasta la calle de la Judería. El edificio medieval convertido en el siglo
XVI en una casa de estilo renacentista lo compró en 1610 la familia de comerciantes armenios Wartanowicz. Allí, en las ventanas que dan al patio, dejaron inscripciones en grabar —antiguo armenio— que hasta ahora no hemos conseguido que nos las traduzcan en los foros armenios donde hemos preguntado. También dejaron encima del arco una cabeza de león con un racimo de uvas en la boca (esta foto no nos salió bien, pero habrá una próxima vez), lo que sugiere que el café polaco
«Pod niebieską butelką – Під синьою фляжкою» (a la botella azul), decorado según el gusto
Art Nouveau del Lemberg de la Monarquía, contempla una historia de varios siglos. Las puertas del gótico tardío alemán, los marcos armenios renacentistas de las ventanas, los pavimentos austro-húngaros, los carteles de estilo
Art Nouveau polaco, los pasadizos tipo
kommunalka soviéticos, los
graffiti y las pegatinas ucranianas a favor de
Bandera y
Shukevich se superponen unos a otros y a la vez marcan claramente sus distancias. Y en la jamba derecha de las puertas, todavía, el testimonio persistente de la
mezuzá.
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