Hace ahora cien años, en Nochebuena de 1911, el semanario milanés Letture della Domenica. Settimanale Illustrato daba la noticia de que por fin, tras muchos intentos fallidos, gracias al ingenio de unos hermanos turineses era posible cruzar cualquier río o lago sin apearse de la bicicleta. Nos sorprende que la noticia se diera a conocer en fechas tan frías a orillas del Po. Obviamente, dada la importancia de su logro tecnológico, los hermanos Bosio no pudieron esperar hasta la llegada del buen tiempo para difundir la buena nueva.
«El hecho de transformar una bicicleta común en una motonáutica flotante y que navegara sobre el agua, de modo que el ciclista, tras haber recorrido nuestras calles principales, pudiera también atravesar un río o un lago, ha tentado a muchos mecánicos experimentados sin que ninguno consiguiera vencer en la práctica las dificultades reales del pedaleo en las demasiado móviles pistas acuáticas.Sin embargo, la brillante victoria, porque así se ha demostrado, la han conseguido dos geniales pero modestos trabajadores turineses, los hermanos Bosio.El aparato consta de tres flotadores fijados a la bicicleta con sus respectivos tubos y tirantes de acero; el primero bajo la rueda delantera tiene la función de timón; los otros dos, a los lados de la rueda posterior, están unidos entre ellos de manera que mantienen la bicicleta sobre el agua.La propulsión se obtiene por el pedaleo normal, que mediante una cadena pone en movimiento una hélice sumergida en el agua, bajo la rueda posterior.»
Muchas veces hemos estado en Turín y nunca hemos visto, lamentablemente, ninguno de los artilugios de los hermanos Bosio, ni Po arriba ni Po abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario