Calle Fedor 8, Lwów. Los pasos de alguien que baja retumban por la escalera de madera mientras ajusto la cámara. Un hombre se retira detrás de la columna —ahí, ¿veis?— y se queda quieto hasta que disparo. «Kommen, Madonna!», me dice enseguida con entusiasmo. «Hablo ruso», le digo, pero ya me está arrastrando al patio para mostrarme un relieve con cierto aire a Luca della Robbia. «¿Cómo ha llegado hasta aquí?» «Esta casa nuestra es muy vieja. Muy, muy vieja».
05 abril, 2012
Cortile della Madonna
Calle Fedor 8, Lwów. Los pasos de alguien que baja retumban por la escalera de madera mientras ajusto la cámara. Un hombre se retira detrás de la columna —ahí, ¿veis?— y se queda quieto hasta que disparo. «Kommen, Madonna!», me dice enseguida con entusiasmo. «Hablo ruso», le digo, pero ya me está arrastrando al patio para mostrarme un relieve con cierto aire a Luca della Robbia. «¿Cómo ha llegado hasta aquí?» «Esta casa nuestra es muy vieja. Muy, muy vieja».
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