13 octubre, 2018

Poéticas de la obsesión




Hangares abandonados, fábricas, búnkeres, campamentos de pioneros y cementerios de óxido hay de sobra en toda la Europa post-industrial, post-guerra fría y, especialmente, post-socialista. En general no es difícil adentrarse en estos sitios. Pero salir de ellos con unas imágenes que representen ajustadamente la pesadilla del lugar, lo absurdo de unos objetos atrapados, como Danaides jubiladas, en los bucles infinitos de su función ya sin sentido —y que a la vez revelen el toque fantasmal de la propia función que un día tuvieron; como escribe Michal Ajvaz, «la cara de los monstruos», mientras las cosas tiene un orden, «nos la oculta el brazo protector del cuidadoso y pérfido dios de la gramática»—: hacérnoslo ver así sí que tiene mérito. Cultiva este arte a un alto nivel y con todo el esfuerzo de un obsesivo artesano saoirse en su blog, donde nos muestra sus viajes semanales o quincenales por los alrededores de Moscú. Nunca identifica los sitios —вопросами о местонахождении просьба не беспокоить— y pide amablemente que no se le incomode con preguntas acerca de la ubicación. Es sin duda parte del juego: liquidar las viejas relaciones entre estas listas rabelesianas, estos amontonamientos propios del Bosco o emparejamientos lautréamontianos, y revitalizarlos así, tomándolos en la palma de la mano uno por uno, llamándolos individualmente por su nombre, fotografiándolos en modo macro con una nitidez implacable para ver si este catálogo infinito, esta enumeración caótica recitada con obstinación obcecada, en cuya escucha quedamos fascinados con un escalofrío, a veces sacudidos por una risa incrédula, de alguna manera podría rescatarlos del infierno de sus galaxias sin rumbo o, cuando menos, del olvido.












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