El cuatro de octubre se celebra la festividad de San Francisco de Asís (1181-1226). La Iglesia lo conmemora ya el domingo anterior como una de sus grandes figuras, la de quien devolvió la dignidad humana y la esperanza a los pobres, los desposeídos, los despreciados y los perseguidos. Y mientras hacía todo esto, por cierto, aguantaba él solo, físicamente, el derrumbe de la Iglesia, como vio en sueños el Papa Inocencio III y podemos ver también nosotros en el fresco de Asís atribuido a Giotto. Daba así ejemplo a la posteridad de lo que debe hacer quien no quiere abandonar un edificio que siempre se tambalea.
Hace dos años, en 2016, el fin de semana previo a la festividad de San Francisco, el papa visitó Georgia y, el primer día, él y los cristianos caldeos y asirios refugiados de Siria e Irak rezaron juntos. Durante la ceremonia oficiada en caldeo y arameo, como informó la publicación franciscana San Francesco, pronunció una homilía en referencia al santo:
“¡Nuestro Señor Jesús! Por tu gloriosa pasión derrota la dureza de los corazones caídos en el cautiverio del odio y el egoísmo. Por el poder de tu resurrección, libera a las víctimas de la injusticia y la opresión. A través de la fidelidad de tu venida borra la cultura de la muerte y luce en la victoria de la vida. Al pie de Tu cruz se unen las muchas víctimas inocentes, los niños, los ancianos, los cristianos perseguidos. A la luz de tu Pascua, abraza a aquellos que están profundamente heridos, que han sufrido violencia, que están privados de libertad y dignidad. Muestra la fuerza de Tu reino a los que viven en la incertidumbre, a los exiliados, a los refugiados, a los que han perdido la fe en la vida. Extiende la sombra de tu cruz sobre los pueblos que viven en la guerra, para que encuentren el camino hacia la reconciliación, el diálogo y el perdón. Da el sabor de la alegría de tu resurrección a las naciones aniquiladas por las bombas. Aparta la destrucción de Irak y Siria. Une bajo tu reino a tus hijos dispersos. Apoya a los cristianos que viven en la diáspora y dales la unidad de la fe y el amor.”
En vísperas de la fiesta, la provincia franciscana de Italia erigió un monumento en medio de la gran plaza frente a la Basílica de San Francisco, en Asís, como recuerdo del pobre pesebre que instaló por primera vez San Francisco en Greccio. El barco maltratado por el mar y la intemperie, de solo unos siete metros de largo, había tocado las costas de la tristemente famosa isla de Lampedusa, en el sur de Italia, con nueve refugiados a bordo en marzo de 2014. Los nueve sobrevivieron al viaje. Estos tuvieron suerte. El mismo día, nos informa un letrero colocado en el barco, otro se hundió en el mar Egeo con siete refugiados sirios a bordo; otro, en el Golfo de Adén con cuarenta y dos personas huyendo de la guerra civil de Yemen, y uno más en el lago Albert con doscientas cincuenta y una personas, incluidos cincuenta y siete niños, que intentaban llegar a la costa ugandesa huyendo de una guerra en Congo que ha matado ya a más de cinco millones y medio de personas :
“Este barco, trasladado a Asís, frente al Monasterio de San Francisco, simboliza a todos los barcos que llegan salvos a la otra orilla y también a los que se hunden en el mar. Es un barco sin nombre, en el que solo navegaban nueve refugiados, pero representa a los miles de personas que necesitan auxilio y un decidido apoyo internacional. Jesús quiere nacer en la oscuridad de este barco para traernos la luz y la paz.”
Andre, die das Land so sehr nicht liebten. Música: Zupfgeigenhans, texto: Theodor Kramer, huyendo de la Anschluss (1938)
Andre, die das Land so sehr nicht liebten War’n von Anfang an gewillt zu geh’n Ihnen – manche sind schon fort – ist besser Ich doch müsste mit dem eig’nen Messer Meine Wurzeln aus der Erde dreh’n | Otros, que no amaban tanto este país, Estaban dispuestos a partir desde el principio. Para ellos –algunos ya se han ido– es más fácil, Pero yo tuve que desenterrar mis raíces Con mi propio cuchillo de este suelo. |
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