Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-1920): Sin título
«Todos saben que hay una lengua de los sellos,
que se relaciona con el lenguaje de las flores como el código morse con el alfabeto escrito.»
Walter Benjamin: Einbahnstrasse (1928)
que se relaciona con el lenguaje de las flores como el código morse con el alfabeto escrito.»
Walter Benjamin: Einbahnstrasse (1928)
En los sitios filatélicos y de subastas es posible encontrar de vez en cuando tarjetas postales que ilustran con imágenes pequeñas, similares a banderolas de señales navales, qué significa un sello pegado de esta o de aquella manera. Es una costumbre probablemente tan vieja como la propia postal de felicitación, que inició su victoriosa conquista del mundo desde la monarquía austro-húngara en 1869. Hemos encontrado la mención más antigua en la edición del 13 de julio de 1890 del semanario húngaro Szarvas és vidéke, lo que indica que debió florecer mucho antes de esta fecha:
Las esperanzas del periodista no fueron vanas. La nueva moda se extendió con celeridad, y después del cambio de siglo las reglas de la lengua de los sellos tenía ya su capítulo propio en los libros de etiqueta, junto a la lengua de las flores, la de los pañuelos y los abanicos. Además, en algunos países el aprendizaje de esta lengua lo facilitaron manuales específicos, tales como el de George Bury Cupid’s code for the transmission of secret messages by means of the language of postage stamps (Ashford, Middlesex, 1899), del que el Tower Projects Blog publicó unas páginas.
Al mismo tiempo aparecieron también tarjetas de felicitación que en su anverso ofrecían una breve introducción gráfica a la gramática de este nuevo idioma.
Una breve introducción, decimos, porque no eran frecuentes postales como estas anteriores británica, checa, finlandesa y rusa, que explicaban el lugar del sello en la tarjeta a la vez con ilustraciones y en una tabla. La mayoría se limitaban a incluir una breve explicación sobre la posición del sello. En la versión más sencilla, las distintas posiciones indicaban, como el puntero de un erotómetro, la temperatura del amor, como vemos en las siguientes de Francia, Bélgica y Bulgaria (y la última, por curiosidad, fue enviada con un saludo en húngaro: «Muchos besos desde distancia tan lejana»).
Otras tarjetas, por el contrario, daban a los pretendientes no deseados, mediante la posición del sello, las razones del rechazo.
La mayoría, sin embargo, transmitía mensajes más sutiles, desde la duda, pasando por el deseo, hasta el rechazo; e incluso instrucciones específicas, tales como «mañana en el lugar de costumbre», o «Él lo ha descubierto todo». Encontramos este tipo de mensajes en las siguientes tarjetas francesa, polaca de Lemberg / Lwów y sueca (aquí puede leerse la traducción inglesa de las etiquetas de la última).
Una de las particularidades de las tarjetas de la monarquía austro-húngara es que descifraban las posiciones numeradas de los sellos no en la cara de la imagen, sino en el reverso. Otra es que independientemente del idioma de aquel imperio multiétnico, los amantes preferían enviar sus mensajes cifrados por medio de la cabeza del emperador Francisco José.
Por desgracia, la única postal húngara -que encontramos en una filatelia danesa- fue vendida en el ínterin y
eliminaron su imagen original de la web. Sólo pudimos recuperar esta miniatura de la caché de Google.
Sin embargo, tras la publicación del post, Krisztina Babos, del blog A Nagy Háború nos envió
la siguiente versión (desde aquí le damos las gracias):
eliminaron su imagen original de la web. Sólo pudimos recuperar esta miniatura de la caché de Google.
Sin embargo, tras la publicación del post, Krisztina Babos, del blog A Nagy Háború nos envió
la siguiente versión (desde aquí le damos las gracias):
A veces el lenguaje se hacía más articulado, y expresaba matices y emociones no solo girando la posición, sino a través de las relaciones entre dos sellos, como se ve en las siguientes tarjetas inglesa y alemana.
En su versión más sencilla —que tenía con la «auténtica» lengua de los sellos la misma relación que el espacio en blanco en una carta manuscrita— podía subrayarse el mensaje elegido, o adherir el sello del color adecuado entre las tres opciones dadas.
El lenguaje de los sellos, como cualquier otra lengua, tenía naturalmente sus propios dialectos. A veces estaban vinculados a alguna editorial multilingüe, como las austrohúngaras de arriba, o estas a continuación que ilustran ejemplos fino-rusos y paneuropeos.
A veces, la tarjeta postal, al igual que las tarjetas para el aprendizaje de palabras, sólo contenía un elemento de aquella lengua, quizá con un mero fin didáctico, y probablemente para animar también a los aficionados a coleccionar la serie completa.
Las Musas no estuvieron calladas tampoco durante la guerra, y para animar a Marte con la fuerza de Venus, se pusieron al servicio de la victoria.
La costumbre de la lengua de los sellos vivió épocas diferentes en los distintos países. En Rusia, donde había llegado a estar muy de moda, no se publicó ni una sola de este tipo después de la revolución, igual que en ningún país socialista después de 1945. Por un lado, la etiqueta en sí se consideraba un residuo burgués y, por el otro, el poder no toleraba ni el más nimio mensaje codificado. En los países de Europa occidental, sin embargo, encontramos ejemplos tardíos hasta el final de los años sesenta.
Hoy no es fácil determinar hasta qué punto se utilizaría el lenguaje de los sellos en la correspondencia real. Podrían entresacarse citas de las revistas de la alta sociedad o de las novelas de la época. Otro punto de referencia son los sellos efectivamente utilizados en las postales que hablan del lenguaje de los sellos y que se encuentran en las filatelias. A pesar de haber pocas postales de este tipo, una proporción sorprendentemente grande lleva el sello pegado según las indicaciones de la cara de la imagen. Esto también pone de relieve la función real de estas tarjetas. Quien no recuerde de memoria el capítulo correspondiente del libro de etiqueta podrá sin problemas elegir el significado que quiera, y el receptor decodificará el juguetón mensaje.
Sin embargo, al encontrar una postal o sobre sin la clave de interpretación de la disposición del sello, no nos queda otra que intentar adivinar qué dialecto o libro de etiqueta utilizó el remitente, y si el destinatario pudo entender el mensaje correcto. ¿Quién puede decirnos si los sellos de las misivas siguientes transmiten un mensaje secreto, y en caso afirmativo, cuál?
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