21 enero, 2012

SOPA negra


Representación de la Buda medieval en la Crónica de Schedel. Así era más o menos hacia 1500: a diferencia de otros grabados de Schedel, esta es una imagen fiel de la ciudadela y sus alrededores.

Vivimos días de justificada agitación mundial sobre el proyecto de ley que se presentó hace unos meses en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, la SOPA (Stop Online Piracy Act, o Acta de Cese de la Piratería en Línea). Es una ley que quizá albergue algún propósito loable en la superficie, pero lo cierto es que amenaza profundamente la existencia de la web como lugar abierto, criminalizando de manera arbitraria el flujo de conocimiento e ideas, volviendo inseguro su uso y destruyendo uno de los pocos avances socioculturales revolucionarios a escala planetaria que nos dejó el siglo pasado. Una SOPA muy negra, en suma, la que nos ponen sobre la mesa los legisladores estadounidenses. Algo como aquella μέλας ζωμός, (melas zomós, sopa negra) que cuenta Plutarco (Vida de Licurgo, 12) que preparaban los espartanos y que era tan redomadamente mala que tras haberla probado entendía por qué siempre estaban dispuestos a morir.

Miniatura turca de la ocupación de Buda por Solimán en 1541. De la crónica de Seyyid Lokman
Pero permitidnos referir cómo para nosotros la expresión «sopa negra» tiene un sentido de amenaza muy preciso y ominoso. Hungría estuvo desde los años 20 del siglo XV, tras la ocupación turca de los Balcanes, en contacto con el imperio otomano. Fue a través de este trato cuando entró y empezó a consumirse en el país el café. Se le llamaba en húngaro «fekete leves», es decir, «sopa negra».

En 1526 los turcos mataron en la Batalla de Mohács al joven rey húngaro Luis II, cuya mujer, Margarita (que luego sería gobernadora española en Flandes), era de la casa de Habsburgo. Inmediatamente, Fernando I de Habsburgo, hermano del emperador Carlos V y casado con una hermana del fallecido Luis II, reclamó su derecho al trono y fue coronado. Pero lo cierto es que también había sido coronado como Juan I de Hungría, a la vez, el voivoda de Transilvania Juan Szapolyai, que era prácticamente el único noble húngaro que mantenía un ejército poderoso.

En 1528 Juan I firmó un tratado con Solimán el Magnífico. Solimán tomó Buda en 1529, barriendo los restos del ejército imperial habsbúrgico y retirando a Fernando I hacia Viena. Acto seguido, se la entregó a Juan I. De este modo, Hungría se mantuvo en un estado de semiindependencia hasta la muerte de Juan I.

Grabado del s. XVII de Buda, donde ya se ve también la primitiva Pest. Ambas bajo dominación turca

El rey húngaro murió en 1540 dejando un único hijo recién nacido, Juan Segismundo —que luego sería el primer príncipe de Transilvania—. Al enterarse de la muerte de Juan I, Fernando de Habsburgo armó de nuevo el ejército y marchó a reclamar sus antiguos derechos. También partió hacia Buda Solimán, feroz enemigo de la Casa de Austria. Los nobles y señores húngaros, nerviosos frente a la proximidad de dos grandes ejércitos con los que no podían terciar, sin posibilidades de negociar tampoco la continuidad en el trono del rey recién nacido pero, de hecho, comprometidos con Solimán, decidieron mantenerse fieles al turco.

Vista aérea de Buda con el lugar preciso en que plantó la tienda Solimán, en el cruce
de las calles de Logod y Bugat, al pie de las murallas y donde estaba la destruida

aldea de Logod. En el punto rojo están los restos de la iglesia medieval.
En el azul la iglesia de la Virgen, convertida en mezquita.
Ver en Google Maps.

A los pies de la fortaleza de Buda, en la pequeña aldea de Logod, plantó Solimán su rica tienda e invitó enseguida a la reina viuda (hija del rey Segismundo I de Polonia) y a los más altos personajes de la corte a un solemne banquete. Mientras comían y bebían, los soldados turcos se iban infiltrando subrepticiamente y de manera al parecer pacífica en las calles de la ciudadela, como meros visitantes curiosos. Cuando el número de soldados fue suficiente, les bastó con despachar a la guardia húngara y, tirando abajo la cruz de la iglesia de Santa María, colocaron en su lugar la media luna que llevaban oculta. De inmediato, un muecín empezó a cantar el primer rezo (el mihrab aún se ve hoy en día en la pared del santuario de la iglesia). Los nobles y barones al oírlo —estaban a menos de cuatrocientos metros de la iglesia: hay una marca del s. XVII que indica el lugar exacto— intentaron salir corriendo hacia Buda. El sultán, como si nada ocurriera, les dijo sonriendo: «Pero a dónde van, a dónde van tan rápido... Si aún tenemos que tomar la sopa negra...». Y tomaron pausadamente el café. Y tras haberlo tomado, Solimán envió a la reina y al infante heredero, con un grupito de cortesanos, a Transilvania, entregándosela como principado independiente —pero vasallo—, y reservó para sí el centro de Hungría como un nuevo vilayato con centro en Budin. Casi toda la aristocracia fue presa y trasladada a Estambul, donde acabó sus días en la Yedikule («las siete torres»), y allí se ve ahora una placa conmemorativa. Desde entonces, la «sopa negra» (fekete leves) significa en húngaro: «espera lo peor».

División de Hungría después de 1541, y fundación del vilayato de Budin con aspecto de cuña
que se adentra en el país. La parte occidental quedó para siempre en manos de los
Habsburgo; y la parte oriental, por acuerdo con Fernando, en manos de Juan
Segismundo, príncipe desde entonces del Principado de Transilvania
(1571),  heredado al poco tiempo por István Báthory.

Y ahora, gracias a que Internet es libre, también tú, si has leído hasta aquí, acabas de descubrir cómo la historia carga de sentido todas las expresiones. No nos gusta nada esta SOPA negra de los políticos americanos. Es negra como boca de lobo.

Mujer turca tomando café. Pintor anónimo, Museo de Pera, Estambul

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