20 mayo, 2008

Por las calles de Valencia, en 1638



En 1638, con la celebración del cuarto centenario de la Reconquista de Valencia a los moros por Jaime I, la ciudad quiso ponerse a la altura de las grandes exhibiciones simbólicas de poder y de propaganda de la fe que hicieron tantas otras villas y pueblos a lo largo de toda la Europa contrarreformista. Marco Antonio Ortí, Secretario de la Ciudad y Reino de Valencia, fue el encargado de firmar el libro en que se consignaría la fiesta y se describiría, minuciosamente, casi metro a metro y minuto a minuto, todo el recorrido y las características de aquella gran ocasión. El libro salió en 1640 en la imprenta de Juan Bautista Marçal. En Studiolum publicamos esta obra dentro del CD que contiene el corpus completo de emblemas españoles, puesto que gran parte de su contenido es la reproducción de los «jeroglíficos» –realmente, emblemas– que se encuentran dentro del programa simbólico de dicha fiesta.

El libro de Ortí relata en conjunto tres recorridos. En el primero asistimos a la concesión de los cuatro premios otorgados por el gobierno de la ciudad a aquellos particulares que mejor engalanaron sus casas. Para ello parten las autoridades de la Plaza de la Seo «donde están todas las cortes y tribunales» (f. 10r) hacia el Real Palacio. Asisten a un Te Deum laudamus en la Catedral y se dirigen hacia la casa del ganador del primer premio. Fue Jerónimo Valeriola y Carrioz, ubicado en la calle del Mar. El segundo premio fue para Vicente Pesquera, en la calle de los Caldereros. El tercer premio se otorgó a la casa de Jaime Galmés, entrando en la calle del Trenque (Trench) por la Ropería vieja. Y el cuarto premio se concedió ex aequo a Domingo Santaclara, entrando en la calle de Cordellats por el Mercado, y a Bautista Cantí, en la calle de los Pujadas.

El sábado 9 de octubre, a las ocho de la mañana, se procedió a llevar el estandarte de Jaime I a la Iglesia Mayor. Tras oír misa y sermón, volvieron al Ayuntamiento. A la tarde irán a presenciar los preparativos de la comedia que se ha de representar en la Plaza del Mercado. Se trata de una obra de Calderón de la Barca: El gusto y el disgusto son no más que imaginación (publicada en la Parte octava de las Obras, Madrid, 1657).

El tercer recorrido es el domingo 10 de octubre, la gran fiesta. Por la mañana, una delegación de las autoridades realiza la inspección de todo el itinerario que ha de seguirse solemnemente por la tarde. Este es el que describe Ortí.

Nosotros, aprovechando una reciente estancia en Valencia para participar en el congreso Imagen y Conocimiento – Tradición artística e innovación tecnológica, organizado magníficamente los días 5 a 9 de mayo por Inocencio Galindo, José Luis Maravall e Iván Albalate, y como pálido homenaje a su generosidad y hospitalidad les dedicamos el movimiento de aquella procesión y fiesta de 1638 sobre el gran mapa de Tomás Vicente Tosca (1704). Hemos marcado los pasos descritos en el libro con números en rojo. Si se coloca el cursor sobre ellos se abre una ventana con un breve extracto del libro referente al lugar. En esta ventana se puede clicar también una miniatura que se amplía con la reproducción de los grabados de los altares que se van visitando, más alguno de los muchos jeroglíficos que aparecen en el texto (aviso: antes de ir a ver los enlaces es necesario dejar que la página se cargue completamente). Esperamos que tras su consulta interese más la edición digital completa que estamos a punto de publicar.

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0.- Clicando aquí se abrirá, en una ventana aparte, la imagen grande y completa del Mapa de Tosca a fin de ubicar perfectamente el recorrido mientras se ven los detalles abajo.

1.- Se inicia el recorrido de la procesión. Parte la comitiva de la Plaza de la Seo hacia «la que llaman de la Almoina» para detenerse ante el Palacio Arzobispal, donde hay un suntuoso altar de los Carmelitas. Recorren la Calle de las Avellanas hasta la Iglesia de Santo Tomé. En la plazuela de los Duques de Mandas el altar ha sido montado por los Trinitarios del Convento de Nuestra Señora de los Remedios. Hay diecisiete jeroglíficos que Marco Antonio Ortí reproduce en su libro. Siguen por la Calle de los Pujadas, hasta el Convento de las Agustinas. En la Iglesia de San Martín, antes de San Antón, hay otro altar con la figura de San Martín. Desde aquí entran en la larga calle de San Vicente.



2.- En la Plaza de los Cajeros se encuentra el altar de los dominicos, extremadamente suntuoso. Frente al Convento de San Gregorio, un carpintero particular ha hecho su propio altar representando la Natividad, mezclada con la Conquista de Valencia y una danza de gitanos. En la otra acera, está el altar de los franciscanos.



3.- Avanzan por la calle de San Vicente y entran por la calle que conduce al Convento de San Pablo, de los jesuitas. Es en este punto donde Ortí introduce el mayor contenido emblemático del libro, con el gran conjunto de jeroglíficos que allí se habían dispuesto. La procesión sale de los muros hacia el Arrabal de San Vicente. Ha habido que modificar la puerta para que el estandarte pueda pasar sin tener que inclinarse. Al volver intramuros se detienen en el Convento de San Agustín, en la Capilla de la Virgen de Gracia y en la Plazuela de Vicente Pérez.



4.- Llegan a la Plaça dels Alls, donde contemplan el altar dedicado a Nuestra Señora de las Mercedes. Entran en la Plaza del Mercado, que está preparada para la fiesta de toros. El altar frente a la Lonja es también obra de los jesuitas. Al otro lado, un altar con los dos «Juanes», Bautista y Evangelista.



5.- Entran en la Calle de la Bolsería hacia el Convento de la Pureza. hay un altar bastante humilde de aquellas monjas. Recorriendo la Calle de Caballeros, llegan a la Plaza de los Condes de Oliva (o Buñol) y ven el altar de la Iglesia de San Pedro Mártir y San Nicolás.



6.- El recorrido concluye de nuevo en la Plaza de la Seo, pasando por la Plaza de San Bartolomé y ante el altar de los Capuchinos, lleno de curiosas reliquias. Aquí la procesión se deshace y las autoridades, realizada ya su labor de inspección, se van a descansar un rato antes de empezar la verdadera fiesta.

12 mayo, 2008

Que nada se sabe

Con este título, Carlos Solís Santos, Catedrático de lógica y filosofía de la ciencia de la UNED, ha publicado en el número 136 de Revista de Libros (abril) una reseña de nuestra edición de El porqué de todas las cosas de fray Andrés Ferrer de Valdecebro (en la colección «Medio Maravedí», que ha llegado ya a los diez títulos). Le agradecemos la atenta lectura y los elogios que dedica a nuestra tarea editora, así como las oportunas precisiones de buen conocedor de la historia de la ciencia, a la que Valdecebro tan ferozmente maltrata en su libro. Nos alegra coincidir con él:
… lo que nos parece hoy peregrino o quimérico no lo era en su época. Los compendios que explican muchos problemas familiares pero intrigantes siguen gustándonos hoy día. Ahí está ese «porqué de las cosas» de Marvin Harris, donde nos explica por qué hacemos herramientas, por qué andamos erguidos, por qué somos blancos o negros, por qué engordamos o por qué las tetas de las mujeres están siempre turgentes. O ahí están los evolucionistas como Matt Ridley o Steven Pinker, que nos explican en términos evolucionistas el porqué de nuestra moral, nuestra religión, nuestras instituciones sociales o nuestro gusto por la música, la danza y la pintura. Buscar una explicación en términos de selección de cualquier rasgo, imaginando cómo podría mejorar la tasa reproductiva, es a veces tan arbitrario como hacerlo en términos de lo caliente, lo frío, lo húmedo y lo seco.
Afortunadamente, los editores de la obra (Antonio Bernat Vistarini y John T. Cull) hacen un buen trabajo en la introducción y las notas, presentando la tradición de los Problemas, su difusión en España y las peculiaridades del desarrollo científico del país. (p. 31)