24 febrero, 2013

Digitus impudicus


Últimamente en España, entre corruptos y presuntos corruptos, vemos a mucha gente dedicando este gesto a los periodistas que les persiguen o al público en general. Parece que su significado es claro y explícito en todo Occidente y no hace mucho, justo cuando la crisis batía con todo su peso sobre Grecia, hablamos de esta imagen de la revista alemana Focus.


Nuestra amiga Poly Hatjimanolaki publicó un comentario sobre esta Venus de Milo dedo en ristre y cubierta, además, por la bandera griega. «Tramposos en la familia euro», clama la portada, y el artículo ofrece un resumen sencillo de entender para cualquier lector alemán: «Los griegos se han instalado muy bien en el triángulo de trabajo en negro, fraude fiscal y fakelaki (Φακελάκι, en griego, literalmente «sobrecito»). Es obvio que el soborno, la corrupción y la evasión de impuestos los llevan en la sangre» (y extienden la opinión a España, Portugal e Italia). Poly ilustra su análisis de estos estereotipos, que se remontan hasta el astuto Ulises, con otras versiones «modificadas» de la Venus de Milo, cliché visual para identificar a Grecia usado tópicamente en la portada.

Gino Boccasile: Sello de propaganda fascista que representa a un soldado americano llevándose a rastras a la Venus de Milo; y el mismo sello pegado en un sobre de la Italia del norte ocupada por los alemanes, 1944


Gran parte de estas ilustraciones basan su comicidad en completar el antiguo torso mutilado de mármol con elementos anacrónicamente modernos: un garfio, una guitarra eléctrica, una raqueta de tenis. Sin embargo, la portada de Focus es bien distinta a esta serie. El gesto del dedo medio levantado no es más moderno, sino muy anterior a la estatua, y fácilmente podríamos encontrarlo si no en una estatua clásica, tanto en un antiguo ídolo priapeo (y en los versos 1-2 del himno priapeo 56), como en un graffiti de Pompeya.

Internet rebosa de una curiosa explicación etimológica del «saludo con el dedo del medio», situándolo en la batalla de Angincourt, en 1415, donde los franceses amenazaron a los famosos arqueros ingleses con cortarles el dedo con que tensaban las cuerdas (como en efecto habían hecho los espartanos con los atenienses cautivos, según Tucídides). Pero la batalla, como se sabe, acabó en una victoria aplastante de los ingleses, y los arqueros lo festejaron mostrando triunfalmente a los prisioneros franceses cómo sus dedos aún podían «pluck yew» (arrancar o tirar del tejo –yew–, pues los arcos estaban hechos de la madera de este árbol). Con el tiempo, el grupo «pl» inicial se transformaría en «f», y «yew» pasaría a escribirse con otra ortografía y he aquí cómo, con este birlibirloque, el gesto pasó a tener una interpretación bastante diferente...

Varios sitios dedicados a desmentir leyendas urbanas no se cansan de oponerse a este mito e insistir en más plausibles orígenes del gesto del «digitus impudicus» (dedo impúdico) o «digitus infamis» (dedo infame). Hemos citado a Marcial, pero también se aduce a Suetonio o Aristófanes (hace unos años se publicó en español un libro divulgativo sobre gestualidad, obra de nuestra amiga M. Antònia Fornés y de Mercè Puig, donde se habla también de este ademán y otros que todavía usamos: El porqué de nuestros gestos, Barcelona: Octaedro, 2008). Nosotros, sin embargo, en lugar de traer aquí todos estos textos podemos hacer una limpia referencia a una preciosa fuente que hace ya quinientos años los mencionaba, aun añadiendo otras citas poco recordadas. Sorprende que nunca se mencione el texto en estos foros. Hablamos de los Adagia de Erasmo, la monumental colección de proverbios antiguos ampliada con sus referencias y comentarios.

Adagia 2.4.68. Medium ostendere digitum. Medio item digito porrecto, supremum contemptum significabant. Martialis lib. 2: Et digitum porrigito medium. Nam hunc digitum Martialis impudicum vocat: Ostendit digitum, sed impudicum. Persius infamem: Infami digito & lustralibus ante salivis. Huc arbitror pertinere, quod apud Laërtium Diogenes, ut alibi diximus, hospitibus quibusdam Demosthenem videre cupientibus, non indice digito, sed medio porrecto demonstravit, parum virum innuens & effoeminatum. Ac paulo post, eodem in loco, satis indicat porrectione digiti medii quippiam obscoenum significari, cum ait, insanos haberi, qui medium porrigant digitum, qui indicem, non item. Itaque eodem in carmine duobus adagiis extremum contemptum indicavit Satyricus: Mandaret laqueum, mediumque ostenderet unguem. Elegantius fiet utrumque, si longius detorqueatur. Ut Philosophicis praeceptis laqueum mandes, tu tuo vivito more. Et Theologorum decretis negociatores medium unguem ostendunt, id est, plane contemnunt ridentque.

Adagia 2.4.68. Señalar con el dedo del medio. 
El dedo del medio levantado era el signo del mayor desprecio para los antiguos. Marcial, Libro 2. [Ep. 2,28]: Muéstrale su dedo medio. El mismo dedo es llamado «impúdico» por  Marcial [Ep. 6,70]: Muestra su dedo, pero el impúdico. Y es el «infame» para Persio [Sat. 2,33]: ... ella lo santifica con su dedo infame y con la saliva [es decir, la abuela a su nieto romano recién nacido, contra el mal de ojo]. En mi opinión pertenece aquí lo que leemos en Diógenes Laercio: que cuando alguien era preguntado por extranjeros acerca de Demóstenes, se le señalaba, no con el índice, sino con el dedo medio, como indicando que se le consideraba una mala persona y un afeminado. El mismo autor sugiere algo más abajo que el dedo medio levantado significa algo indecente, porque llama locos a quienes señalan con el dedo medio, contrariamente a aquellos que señalan con el dedo índice. Y el Maestro de las Sátiras [Juvenal, Sat. 10,53] cita dos adagios en un verso para tratar del desprecio: mandaba a la horca [Demócrito a la Fortuna que le amenazaba] y le mostraba el dedo del medio. Ambos adagios son más elegantes si se insertan en una frase más larga, por ejemplo: Manda a la horca los preceptos de los filósofos, tú vive a tu manera. O: Los comerciantes muestran sus dedos del medio a las prescripciones de los teólogos, es decir, los desprecian y ridiculizan por completo.

En el adagio 3.3.87. Ἐσκιμαλίχθαι Erasmo también habla de las apariciones griegas del gesto, en Aristófanes y Suda, y dedica todo un adagio, el número 2.4.67, a la expresión «mandar a la horca a alguien». Quien tenga curiosidad podrá encontrarlos todos en el CD de la edición de los Adagia hecha por Studiolum.

Los ejemplos de Erasmo fueron tomados principalmente de la literatura clásica en la que se utiliza el gesto para expresar desprecio, igual que hoy. Pero también, como indica el verso de Persio, en tanto que símbolo fálico pudo tener originalmente una función apotropaica de protección contra el mal de ojo. Con tales representaciones, como vemos en las planchas IX, X y XI de The Worship of Generative Powers, de Thomas Wright (1865), se formaron amuletos, monedas, colgantes o fíbulas. Y si en una emergencia no se llevaba ninguno encima, entonces se representaba con la mano: generalmente con el pulgar entre los dedos índice y medio (en el gesto de la «higa», del que hablaremos más adelante pues tiene tanta presencia en la literatura española) o con el «digitus impudicus» levantado. Así es como lo hace la Venus de Milo en la portada de Focus. Los alemanes, por tanto, no deberían sentirse ofendidos. No hay desacato «a la familia del euro» sino más bien una alegre reminiscencia del viejo símbolo apotropaico justificado por la situación actual de la economía griega.

Al mismo tiempo, tenemos que estar plenamente de acuerdo con Takis Theodoropoulos, de cuyo libro Το αριστερό χέρι της Αφροδίτης (La mano izquierda de Afrodita, 2008) cita Poly esta frase tan oportuna:

La mano es un artilugio erótico. Una mano femenina sin encanto, un dedo feo, puede alterar la armonía de las propiedades hasta de la persona más hermosa.

Pero no es el caso de las personas que aparecen al principio de esta entrada.

17 febrero, 2013

16 febrero, 2013

Hungría, patria querida


En otras ocasiones hemos escrito sobre las curiosas concidencias que enlazan de manera misteriosa a España con Hungría, esos dos fines terrae de la vieja Europa. Como un ejemplo reciente más, esta semana la prensa húngara y la española han estado publicando al unísono que, a causa de la crisis y de un clima político sorprendentemente común, quinientas mil personas de cada país han emigrado en busca de trabajo. Por supuesto hay que tener en cuenta una proporción diferente: Hungría sólo tiene un quinto de la población de España.

Y tampoco deja de ser insólito que muchos de quienes tuvieron que dejar España hará ahora unos cien años cantaran –y si no la cantaban, sin duda la habían oído más de una vez– esta canción sobre los mendigos húngaros errantes.


José Serrano, Canción húngara, cantada por José Carreras

Esta canción es la última aria de una zarzuelaAlma de Dios, donde unos húngaros vagabundos, a modo de interludio colorista, entonan sus añoranzas de la patria perdida. Quiza hasta aquel húngaro con su oso que encontramos hace un tiempo por los Picos de Europa también la cantara. Escrita en 1907 por el maestro José Serrano (autor, por cierto, del Himno de la Comunidad Valenciana), se hizo muy popular por entonces en España. Como nos explica Wang Wei:

Durante los años 10-20 del siglo XX, con el éxito de las zarzuelas (sobre todo en la sociedad madrileña, desde donde se extendía la moda a todo el país), esta canción pasó a ser conocida y tarareada por absolutamente todo tipo de gentes en España. Mi abuela se emocionaba hasta las lágrimas cantándola, como si ella misma fuera una desterrada húngara. Pienso que la razón es que durante estos años mucha gente emigró de España, sobre todo a América. Y el padre de mi abuela justo por estos años había emigrado a La Habana en busca de trabajo. Volvió más o menos con el mismo dinero que tenía al marcharse –en concreto, algo menos– pero se trajo también sobre las espaldas unos largos años de separación de la familia y, por supuesto, un costal de desilusiones y malhumor.

Muchos otros nos cuentan cómo sus abuelos cantaban esta canción mientras trabajaban en el campo. Y puede que no sea una casualidad que en tiempos recientes haya ganado nueva presencia, pudiendo escucharse hasta en las voces de José Carreras, Alfredo Kraus o Plácido Domingo.

Canta, mendigo errante,
cantos de tu niñez,
ya que nunca tu patria
volverás a ver.

Hungría de mis amores,
patria querida,
llenan de luz tus canciones,
mi triste vida.
Vida de inquieto
y eterno andar,
que alegro solo
con mi cantar.

Canta vagabundo,
tus miserias por el mundo,
que tu canción quizá
el viento llevará
hasta la aldea
donde tu amor está.

Es caminar siempre errante
mi triste sino,
sin encontrar un descanso
en mi camino.
Ave perdida,
nunca he de hallar
un nido amante
donde cantar.