27 febrero, 2010

El Cuaderno de Bor

Si se hubieran perdido algunos poemas que Miklós Radnóti dejó manuscritos, y de los que ya hablamos en otro momento, no sería una pérdida trágica para la literatura húngara. Pero si hubiera desaparecido este otro manuscrito suyo nos habríamos quedado sin sus poemas mayores, más maduros y esenciales. Y eso estuvo a punto de ocurrir. Es el Cuaderno de Bor.

«Vida mía, hoy tuvo lugar la inspección. Ya es definitivo que cinco compañías,
la nuestra incluida, partirán a Serbia, a Bor o Bory. No sé, a las minas de
cobre (...) Me siento completamente apático, solo sé que quisiera
vivir contigo y trabajar durante algún tiempo más.»
Carta de Radnóti, 24 de mayo de 1944

Cuando el ejército alemán ocupó Hungría, el 19 de marzo de 1944, exigió al Ministro de la Guerra húngaro que enviara a Serbia a tres mil hombres judíos reclutados para trabajos forzados. Así, la compañía de Radnóti llegó a primeros de junio al Lager Heidenau, en los alrededores de Bor. Conocemos el lugar del lager —todavía queda algún resto— pero solo podemos dar una estimación de su ubicación en el mapa a partir de las descripciones: «Encima de Žagubica en las montañas», como apuntó Radnóti al fechar los primeros cinco poemas del cuaderno.

Primera página del Cuaderno de Bor. Las imágenes del cuaderno están enlazadas
a las páginas correspondientes de nuestra web sobre el legado de Radnóti

Se trata de un sencillo cuaderno de ejercicios. No sabemos cómo llegó a manos de Radnóti pues en los lagers de la zona de Bor estaba rigurosamente prohibido entrar en contacto con la población local. El título impreso es casi con seguridad un nombre serbio de reminiscencias patrióticas, tomado del monte Avala, al sur de Belgrado, donde en 1934 fue erigido un mausoleo a los héroes serbios de la Primera Gran Guerra y donde —en una curiosa coincidencia con el destino del propio cuaderno— se construiría también, después de la Segunda Guerra Mundial, otro monumento a las víctimas.

El monte Avala, tomado de aquí

Alejandro, rey de Serbia, coloca una ofrenda en el monumento a los héroes del monte Avala, 1934

Radnóti escribió diez poemas en el cuaderno entre el 22 de julio y el 31 de octubre de 1944. Las fechas seguramente indican cuándo fueron transcritos y no el momento de su composición. Así, la Égloga Octava, fechada primero el 22 de julio, fue luego tachada y reescrita sin apenas cambios bajo la fecha 23 de agosto.

La primera versión, tachada, de la Égloga Octava

No sabemos si Radnóti escribió solo estos poemas durante su último acto de servicio o si tenía alguno más que no recogió en el cuaderno. El conjunto empieza con la Égloga Séptima, pero su última égloga conocida era la Quinta, escrita en noviembre de 1943. Puede que considerara este fragmento escrito el 19 de mayo como la Égloga Sexta o que escribiera otra en el lager que luego no pasó al Cuaderno de Bor.

Los cinco primeros poemas nacieron en el lager, mientras que los otros cinco lo hicieron en diversos lugares durante el recorrido del batallón de trabajo desde las montañas serbias hasta Hungría. Radnóti, antes de emprender la marcha, hizo copias sueltas de los primeros cinco poemas –Égloga séptima y Octava, Carta a mi esposa, A la recherche, Marcha forzada– y las repartió entre sus compañeros cautivos encomendándoles que las llevaran consigo a casa. Los otros cinco poemas –Raíz, Razglednica primera, Segunda, Tercera y Cuarta–, escritos en el camino, han sobrevivido solo gracias al cuaderno.

La Razglednica Cuarta anuncia la muerte del poeta. La escribió el 31 de octubre, cuatro días antes de fallecer, en un papel aparte: el reverso de la etiqueta de una lata de aceite de hígado de bacalao.

El cuatro de noviembre, cuando Radnóti y veintiuno de sus compañeros presos fueron asesinados cerca de Abda por los soldados que los conducían, el cuaderno fue enterrado con él. Estuvo bajo tierra más de año y medio. Cuando la fosa fue abierta a finales de junio de 1946, el texto de los cinco poemas que había copiado aparte y entregado a sus compañeros estaba ya muy borroso. Sin embargo, el de los otros cinco poemas, que solo constaban en el Cuaderno de Bor, era perfectamente legible.


Radnóti, como si adivinara lo que le deparaba el destino, escribió un ruego en cinco idiomas para quien encontrase el cuaderno: que lo llevara a casa de su amigo en Budapest. Mientras vamos descendiendo por la página las palabras van haciéndose ilegibles. Ahora se ha reconstruido la versión inglesa por primera vez.


En nuestras páginas del legado Radnóti conservadas en la Biblioteca de la Academia Húngara de Ciencias, que se presentaron solemnemente el pasado 24 de febrero a la prensa, el Cuaderno de Bor tiene una sección aparte. Hemos publicado el facsímil completo, las imágenes de alta resolución de cada página, la transcripción de los poemas según la edición húngara moderna, así como la traducción inglesa de Emery George; y, siempre que ha sido posible, las imágenes de las versiones manuscritas que consiguieron llegar a las casas de los compañeros de Radnóti. El manuscrito del poema A la recherche —quizá el poema más hermoso de Radnóti, una auténtica recapitulación de su vida— se puede ver como fondo de todas las páginas del Cuaderno de Bor, así como en el resto del web.


Hemos empezado ahora a traducir al español estos poemas de Miklós Radnóti. Mientras acabamos nuestra traducción, copiamos aquí el mencionado «A la recherche» en la versión inglesa de Emery George.

A la recherche

Evenings, gentle and old, you return as memory’s nobles!
Gleaming table, crowned as by laurels with poets and young wives,
where are you sliding on marshes of irretrievable hours?
Where are the nights when exuberant friends were cheerfully drinking
auvergnat gris out of bright-eyed, thin-stemmed, delicate glasses?

Lines of verse swam high round the light of the lamps, with bright green
epithets bobbing up-down foaming crests of the meter;
those now dead were alive and the prisoners, still at home; those
vanished, dear friends, long since fallen, were writing their poems;
on their hearts the Ukraine, the soil of Spain, or of Flanders.

There were those who, gritting their teeth, ran ahead in the fire,
combat-trained, and only because they were helpless against it,
and while the company slept its troubled sleep in its soiled
shelter of night, their rooms made the rounds of their wakeful dreaming,
rooms that in this society had served them as island and cavern.

Places there were where some went in sealed-off cattle cars; places
where they, stiff with fear and unarmed, stood erect in the minefields;
places where, rifle in hand, not a few of them went of their own will,
silent, because they felt that war, down there, was their own cause –
Angel of Freedom, you’ll guard their enormous dreams in the night now.

Places too… never mind. Where did sage wine nights disappear to?
Flying, the callups came round; the poems left scraps grew in numbers,
as did wrinkles swarm at corners of mouths, under eyes: young
women with beautiful smiles; and the girls with the fairy tale-princess
steps: how heavy they grew in the course of the taciturn war years!

Where is the night and that tavern, that table set out under lindens?
those still alive, whom war’s heel flat-ground for nothing but combat?
This heart hears their voices; my hand holds the warmth of their handshakes.
Quoting their work, I watch the proportions of torsos unfold; I
measure them (prisoner, mute) – up in sigh-filled Serbia’s mountains.

Where, where indeed is the night? that night which shall never return now,
for, to whatever is past, death itself lends another perspective.
Here at the table they sit, take shelter in smiles of the women,
and will yet take sips from our glasses, those many unburied
sleeping in forests of foreign, on meadows of faraway places.

Traducción de Emery George

06 febrero, 2010

Enigmas resueltos

En 1977 salió el primer número de la revista Poesía. Revista ilustrada de información poética, creada y financiada —o tempora, o mores...!— por el Ministerio de Cultura y dirigida de manera admirable por Gonzalo Armero. Desde el primer número quedamos enganchados a su impecable diseño y a la sensación de descubrimiento exultante que suponía pasar cada una de sus páginas. Formó parte esencial de nuestra educación estética básica. En el número 9, de 1980, se encontraba un trabajo de Luis Robledo Estaire que se nos grabó en la memoria. Allí oímos hablar por primera vez de «cánones enigmáticos», y atendimos con curiosidad al nombre de Juan del Vado (1626-1691), el músico autor de aquellos pentagramas insólitos. Andando el tiempo conocimos a Luis Robledo y trabamos amistad. Hoy él ha publicado y comentado extensamente los cánones, aunque cambiándoles levemente la definición genérica. El libro que acaba de aparecer se titula: Los emblemas musicales de Juan del Vado (Madrid: Fundación Caja Madrid, 2009). Lleva un estudio introductorio sobre los emblemas musicales y la figura de Juan del Vado, la reproducción de las páginas manuscritas autógrafas (que se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid) y la edición de la música en limpias partituras que resuelven los enigmas y los dejan listos para ser interpretados.
Estos emblemas musicales los había dispuesto Juan del Vado como exordio a un libro de misas completado entre 1677 y 1679 y que entregó al hermanastro de Carlos II, Juan José de Austria, para utilizarlo en la Capilla Real.
En lugar de sonetos ofrezco a la curiosidad esas empresas enigmáticas o problemas musicales en el principio del libro, que tienen sus definiçiones al fin, adonde se hallan las llaves de los secretos que ençierran, que son con propiedad las claves, y las guardas, las pausas. Algunas hay que tienen muchos dientes y, por eso, difíçiles de falsear, mas tal puede ser la sutileça que a fuer de gançúa las abra y manifieste, y en lugar de castigo mereçerá alabança. Nótalas, que son dignas de reparo, y, con todo, te doy facultad, y tú la tienes, de juzgar de mi libro como te pareçiere, que lo mismo he hecho yo de otros, y así, quedamos iguales todos. (Biblioteca Nacional, Ms. M/1323, «Prólogo a los maestros y dignos çensores desta facultad»).
En el manuscrito M/1325, también de Juan del Vado, se encuentran estos otros dos emblemas musicales que finalmente descartó del libro entregado a la Capilla Real.

Lástima que el libro no lleve un CD donde poder escuchar los juegos del ingenioso maestro de clave de Carlos II, en cuyo testamento consta la escritura de 20 misas, 2 lamentaciones, 96 composiciones religiosas en romance y la música en partitura de 6 comedias representadas en el coliseo del Palacio del Buen Retiro de Madrid. Al menos, con la aclaradora transcripción de Luis Robledo, ahora cualquiera puede atreverse.