21 enero, 2013

Xuetes


Fíjense bien en esta foto. Un viejo anuncio de Pepsi de fines de los 70 ha ido desvaneciéndose  sobre el muro hasta casi desaparecer. Las paredes no solo oyen, según el sabio adagio, sino que también suelen hablar y van dejando sus mensajes de una generación a otra. Estamos en el extremo oriental del antiguo barrio judío (el call major) de la ciudad de Palma, enfrente de la puerta conocida como la Bab al Gumara de la fortificación árabe, luego cerrada por un baluarte de la muralla nueva y trasladada la salida de la ciudad a la cercana Porta des Camp, unos metros más al sur.

Plano de Palma en 1644, obra de Antonio Garau, con el  contorno del Call major hacia fines del siglo XIV.

También estaba aquí delante la puerta del Call conocida como porta de l’abeurador del Temple (del abrevadero del Temple), llamada así después de la reconquista catalana, cuando la pequeña fortaleza o bastión árabe pasó a ser propiedad de los templarios. Cada noche, durante largos años, las cuatro puertas del Call se cerraban hasta el amanecer.



De la vieja judería de Palma y de sus gentes queda poca memoria. Sí sabemos que justo aquí vivió la ilustrísima familia de cartógrafos de los Cresques, y la estatua del viejo Jafudá mira hoy, solitaria y un poco escondida, hacia la plaza.


La gente recuerda más, porque aún quedan rescoldos, la historia de los conversos y de cómo hasta hace poco sus descendientes, los xuetes, estaban todavía marcados, identificados, disociados y sometidos a exclusión por parte, sobre todo, de la burguesía urbana.


En azul el edificio con el viejo anuncio de Pepsi y el letrero semioculto en su azotea, como descubrirán en la foto de más abajo. A la derecha y hacia el sur del plano, se ven los antiguos edificios fortificados del Temple, situados ante una de las puertas que cerraba la judería, la del abeurador del Temple.



En efecto, si alzamos la vista desde la estatua de Jafudá Cresques encontramos una prueba última de hostilidad urbana hacia los descendientes de los judíos. Algo escondida, con la cobardía de no mostrarse al nivel de la calle pero luciendo una agresiva y nueva pintura roja, la palabra xueta está escrita sobre el muro de la azotea para dirigirse ofensiva hacia los tejados del antiguo barrio judío. Nos sorprendemos –todavía– de que esta foto sea de hoy mismo.


02 enero, 2013

Kamenets-Podolsk


“Como si un tornado hubiera barrido las casitas alrededor de la enorme torre de Stephen Báthory, de siete pisos, al lado de la Puerta de los Vientos. Esta torre fue construida en otro tiempo, bajo dominio de un rey húngaro, un extraño en el trono de Polonia, que quiso conquistar las tierras ucranianas de Podolia. Y ahora, en 1943 (como cuenta Elena Lukyanova), los nazis ejecutaron junto a la Puerta de los Vientos a siete mil destacados hijos de Hungría que no querían colaborar con los invasores fascistas. La Gestapo no se atrevía a matarlos en Budapest, por lo que los envió a morir aquí, en este pequeño pueblo ucraniano.”
Vladimir Belyaev: El viejo castillo (1952)

Esta entrada de resumen, tendrá su continuación en otras más detalladas. Se publica en preparación de nuestro viaje a Czernowitz-Odessa, en abril de 2013.
Hay nombres de lugar que, después de una tragedia particularmente dura, se desgajan, se independizan de la tierra y vuelan por el mundo como pájaros negros: Auschwitz, Katyn, Sobibor… Podemos llegar a olvidar que el espacio que designa el nombre sigue existiendo y que allí amanece cada día más allá de la tragedia: las gentes que lo habitan nacen y se casan, organizan las fiestas de su ciudad, protegen sus monumentos y los muestran a los viajeros. Esto pasa en Dachau, una delicada ciudad del Renacimiento y una eminente colonia de artistas alemanes; en Srebrenica, un pueblo montañero de Bosnia, con sus minas de sal y su balneario... Y también en Kamenets-Podolsk.


Para la mayoría de europeos Kamenets-Podolsk es conocida por una cosa: en el verano de 1941, las autoridades húngaras –aprovechando la oportunidad ofrecida por los territorios de Galizia, desde poco tiempo atrás bajo ocupación alemana– intentaron deshacerse de al menos una parte de los judíos de su territorio trasladando ahí, al otro lado de la frontera, a quienes no pudieran probar su ciudadanía húngara. En realidad, en Körösfő / Yasinya, el nuevo control fronterizo con Hungría, fueron entregados a los alemanes que, en poco tiempo, los ejecutaron a todos: casi dieciocho mil, aunque el número exacto todavía no se conoce.

Y vinieron después tiempos extraños: la gente tenía que demostrar su ciudadanía y nacionalidad, presentar certificados de nacimiento.
Los antepasados ​​de [el gran escritor] Szomory habían vivido al menos doscientos años en Hungría, pero no podían demostrarlo, ya que no tenían ni un solo documento oficial…
Él se encogió de hombros: «Yo no he de demostrarlo. Todo el mundo sabe quién soy». Emil, desesperadamente: «Dezső, van a deportarle, le llevarán a Kamenets-Podolsk». Él no se alteró: «Bien. En cualquier caso, nunca he estado allí. ¿Es una ciudad bonita?»
Andor Kellér: Escritor en la torre (1958)


Pero Kamenets-Podolsk, la ciudad, no merece tener su nombre atado a esta tragedia. De un lado, porque si bien éste era el destino oficial de las deportaciones, buena parte de los asesinatos en masa tuvieron lugar durante el recorrido hasta aquí, sobre todo en Buchach, a unos setenta kilómetros, uno de los centros intelectuales judíos de Galizia, cuna de la familia de Freud, de Wiesenthal, y del primer ganador hebreo del Premio Nobel de literatura, Agnon. «Y allí se encuentra el vuestro», nos dijo el abogado polaco que nos acompañó al cementerio judío de Buchach, señalando desde la colina las dos fosas comunes en las que yacen miles de «apátridas» judios húngaros, y cuya existencia hubo que mantener oculta durante la era soviética. Después de todo, incluso Belyaev, el autor de nuestra cita de entrada, tuvo que recordar la tragedia alterando los detalles y omitiendo cualquier referencia a los judios en 1952, cuando los juicios-espectáculo contra los «doctores sionistas» se encontraban en plena ebullición en la Unión Soviética.


Y del otro lado porque Kamenets-Podolsk –respondiendo la pregunta de Dezső Szomory– es realmente una ciudad hermosa. Muy hermosa, con una compleja historia y una enorme riqueza de monumentos. Además, su historia ya antes de 1941 había tenido que ver con la historia de Hungría.


El nombre de la ciudad significa «roca», y se debe a su insólita ubicación. Se extiende sobre una gran colina rocosa, ovalada, de un diámetro de un kilómetro de promedio, cuyo perímetro acantilado lo forma un meandro del río Smotriych: un cañón inexpugnable salvo por un pequeño istmo que sirve de puente de entrada a la ciudad. El puente, a su vez, está protegido por un castillo medieval de siete torres perfectamente cuidado y reforzado durante siglos hasta que Stephen Báthory, príncipe de Transilvania y rey de Polonia, le dio el aspecto actual de cuento de hadas. El recuerdo del príncipe también alienta en otra pieza impresionante del antiguo sistema de fortificación, la torre Báthory de siete plantas, firmemente asentada al final de la calle de la Pequeña Armenia, a pocos minutos a pie desde el mercado polaco.



De hecho, Kamenets-Podolsk siempre fue ciudad de frontera: en ello estaba su fuerza y ​​su debilidad. En el punto de encuentro del antiguo reino polaco-lituano con el imperio otomano, tenía que resistir sobre sus propios muros los ataques renovados de los turcos cuando lograban quebrar el dispositivo de defensa a lo largo del Dniéster, a sólo cuarenta kilómetros hacia el sur. Es por eso que se construyó como la fortaleza más sólida del país. La ciudad, llave del reino polaco, estuvo en peligro varias veces y su conservación fue siempre un grave problema para los sucesivos monarcas, pero los asedios rechazados con éxito una vez y otra dieron también fuerzas a luchas aún mayores, como ocurrió en la década de 1680, cuando el rey Jan Sobieski, después de la liberación de la línea de castillos locales, con el mismo impulso victorioso partió hacia Viena para evitar que la ciudad fuera ocupada por los turcos, y poner en marcha la liberación definitiva de Hungría del dominio otomano.

Kamenets-Podolsk, en un breve período (1672-1699) de dominio otomano. Grabado parisino de Nicolas de Fer (1646-1720) con indicación de los edificios importantes y las distintas etnias de los barrios de la ciudad, 1691

Además, la situación de frontera de Kamenets-Podolsk también fue el origen de su singular carácter de ciudad mercantil armenia. Los comerciantes armenios procedentes del imperio otomano a través de la «Ruta de la Seda del Este de Europa», después de cruzar la frontera polaca se quedaron aquí por primera vez y juntaron sus bienes con los armenios que ya se habían asentado en el imperio polaco, llegando a Lwów, Cracovia y Breslau. Así es como tomó forma el barrio de los armenios todavía existente en la ciudad: con su imponente torre-fortaleza en la catedral católico-armenia, y la pequeña iglesia monofisita. De hecho, Kamenets-Podolsk fue la única ciudad polaca donde, además de la iglesia de los armenios unidos a la Iglesia Católica, pudo erigirse otra iglesia armenia para los monofisitas armenios originales, aquellos comerciantes venidos desde el Imperio otomano y que pronto volverían allá.



Con todo, los lujosos palacios aún en pie en el centro de la ciudad polaca no dan la impresión de una zona fronteriza. A la ciudad llegaban rápidamente las últimas tendencias intelectuales así como las novedades de moda y los actores de Varsovia. El barrio judío –que había sufrido terriblemente bajo el levantamiento de Bohdan Khmelnytsky y las invasiones subsiguientes de los tártaros– también se abría a las nuevas ideas. Poco después del movimiento mesiánico de Shabbatai Tsvi, fue Kamenets-Podolsk quien encabezó las enseñanzas de este movimiento entre el frankismo, cuyos representantes quemaron el Talmud en la plaza principal de la ciudad en 1757. Aquí nació y mantuvo una lujosa residencia Joseph Yozel Günzburg, uno de los más ricos banqueros judíos rusos del siglo XIX, filántropo y fundador de la Sociedad de Promoción de la Cultura Judía. Y aquí también nació Mendele Mocher Sforim, uno de los padres de la moderna literatura yidis y hebrea; y el actor Zvee Scooler, el rabino de la versión cinematográfica de El violinista en el tejado.



Dentro de la ciudad siguen aún en pie, uno al lado del otro, los mercados polaco, ucraniano y armenio; las iglesias católica, ortodoxa, greco-católica, católica-armenia, monofisita-armenia y la sinagoga; e incluso resiste el minarete dejado por los turcos en su breve dominio. La pequeña meseta donde se asienta Kamenets se repliega en un laberinto de torres medievales, palacios renacentistas y barrocos y calles seductoras dibujadas e el tiempo por varias naciones. En nuestro viaje, pasando por Czernowitz y yendo hacia Odessa, pararemos en esta ciudad fabulosamente bella. También para hacerle justicia y conocer su cara más atractiva, para no quedarnos sólo con la triste reputación asociada a la tragedia de 1941.