03 octubre, 2012

Tantour


Mujer de ciudad, mujer drusa y mujer campesina de Damasco. Foto de Sebah, 1873

En un comentario a nuestra entrada «Damascus Anno», un lector se sorprendía ante la imagen del tocado de una mujer drusa. Podíamos pensar que, al ser él un ciudadano británico lo habría tenido que ver, quizá, en su infancia pues Children’s Magazine publicó este grabado y su descripción para los pequeños lectores ya en 1834:


«'¡Qué cosa tan extraña tiene esta mujer sobre su cabeza! ¿para qué lo lleva, me pregunto?' Pues, pequeño lector, es costumbre en su país que las mujeres usen tales tocados, y sin duda se ven tan guapas con ellos como aquí con las peinetas de concha o las mantillas de lujoso encaje; el tantour, como se le llama, está hecho de plata, y es casi tan ancho en la parte inferior como la palma de la mano, estrechándose gradualmente hasta la punta en la parte superior; encima le colocan velos blancos de muselina con los que ocultan enteramente sus rostros cuando salen, y los viajeros dicen que estos extraños tocados les dan un aspecto muy bonito y elegante».

Mujer drusa de las montañas Shouf luciendo el tantour. Foto de Félix Bonfils, ca. 1870

Según la página del sitio levantino Al Mashriq que describe los trajes tradicionales del Levante, este tocado era usado por las mujeres casadas de las aldeas drusas en las montañas del Líbano, principalmente alrededor de Deir el Qamar, y por lo general lo recibían de su marido el día de la boda. Podía ser de hasta un metro de alto, según el prestigio y riqueza de la familia. El origen de esta moda es incierto. Algunos piensan que deriva de los altos sombreros persas o del interior de Asia, mientras otros creen que lo llevaron los cruzados hasta el Líbano. Esto se contradice con el hecho de que ya los relieves grecorromanos de Kartaba, en Líbano, muestran tocados similares. De acuerdo con la descripción del Museo Tareq Rajab de Kuwait, los cruzados lo importaron en sentido contrario, desde el Líbano a Francia, donde a menudo es identificado con el hennin desde finales del siglo XIV, y lo vemos en miniaturas y pinturas desde la década de 1420 en adelante.

Hans Holbein el Viejo: Presentación de Cristo en el Templo, 1500-1501, y Hugo van der Goes: Altar Portinari, 1476-78, detalles

Este peculiar complemento se menciona con frecuencia en los relatos de viajeros del siglo XIX a Tierra Santa.

«Nada de particular ocurrió durante nuestro regreso a Zahle, salvo que adelantamos a algunas mujeres a caballo que usaban el tantour, ese adorno extraordinario que portan en la cabeza las mujeres drusas; es un cuerno de plata o de cobre plateado dependiendo de la riqueza de la poseedora, de un pie y medio o dos de longitud, que surge de la parte superior de la frente como un cuerno de unicornio, y va adornado con figuras en relieve de estrellas o animales según variados patrones. Por encima se engancha un velo de muselina blanca, con el cual se puede ocultar el rostro a voluntad. Este cuerno se fija sobre una almohadilla en la cabeza con una tan engorrosa complicación que a veces no se lo quitan durante un mes —un incómodo gorro de noche, es de suponer, para cualquier mujer.» (James W. Parker: Three weeks in Palestine and Lebanon, 1836).

Parece que la ilustración de Parker fue la única representación europea contemporánea
del tantour, luego repetida en otras publicaciones. Con toda probabilidad
también Parker la copió de una anterior fuente impresa.

«Mientras esperaba al Emir, fui hasta el pueblo de Babdall, y al volver la esquina de una casa topé con media docena de niñas y mujeres que bajaban con dificultad por las peñas, tocadas con unos tantours cuyo notable tamaño indicaba que eran de la casta más alta. Los adornos pesados ​​y ruidosos barrían el suelo, sus velos blancos ondeando como banderas enmarcaban sus rostros risueños y sus cabezas eran cornucopias de joyas y flores; los cuellos como de ídolos de templos indios, amarillos de oro reluciente, y los trajes de un color marrón-rojizo, salpicados todos de estrellas y orlados con encajes del mismo metal. ... ¡Qué maravillosa costumbre la de este apéndice colocado en la cabeza el día de la boda y fijado allí hasta la muerte, durante el sueño, la enfermedad, en las fatigas del trabajo de casa o en el campo, siempre allí puesto, amarrado y seguro como el bauprés en la proa de un barco!. No le atañe ninguna superstición, no hay tradición que pretenda explicarlo ni religión que lo consagre. Ha atravesado por todas las religiones y cambios, se eleva más allá de cualquier circunstancia histórica y permanece entronizado en la frente de la matrona a pesar del anatema del sacerdote o la volubilidad de las modas. ... No es fácil adivinar por qué razón terrenal ofendía al clero, hasta que el obispo de Beirut me iluminó diciéndome con gravedad que ¡el tantour era el ídolo que adoraban los drusos! Los cristianos, dijo, sólo recientemente habían caído en esta práctica anticristiana. ... Una pequeña figura de bronce, eminentemente arcaica, encontrada en el barrio de Saida y actualmente en mi poder representa a una mujer desnuda salvo por una ligera ropa en la cintura, y llevando el tantour. Se encontró en uno de los sarcófagos primitivos abiertos en la roca o hechos de piedra, que tantas veces me llenaron de asombro al pasar inesperadamente sobre ellos.» David Urquhart: The Lebanon (Mount Souria), 1860.

“Princesa libanesa del siglo XIX”. Traje reconstruido, de aquí

De la reciente prohibición cristiana del tantour informó la edición de 1861 de la London Review, explicando que en una ocasión «cuando una dama maronita estaba recibiendo el sacramento de mano de un obispo, por desgracia sacudió de repente la cabeza, el tantour golpeó el cáliz y derramó su contenido al suelo: en consecuencia, los sacerdotes denunciaron su uso». Esto es, con toda probabilidad, sólo una anécdota piadosa, y la verdadera razón debe haber sido el deseo de demarcación simbólica de la secta musulmana de los drusos. Sin embargo, varios viajeros notan cómo el tantour estaba difundido entre las cristianas maronitas del Líbano, mientras otros se esforzaban por descubrir en él la supervivencia de una costumbre presente en el Antiguo Testamento:

«También vi una procesión extraordinaria, y me dijeron que era una boda drusa. Había varias mujeres montadas en camellos y una a caballo, que Abdallah dijo que era la novia. Llevaba en la frente lo que se conoce como el tantour, es decir, un tubo de estaño de considerable longitud, con una proyección de quince pulgadas en disposición semi-horizontal, «como un cuerno de unicornio», y lo cubría con un ligero velo. Otras varias mujeres en la procesión también usaban el tantour. ... Algunos de estos tubos están hechos de plata y adornados con joyas, y otros que vi alcanzaban quizás veinte pulgadas de largo. De dónde surgió la moda de usarlo, no lo sé decir, pero no hay ninguna duda de que los han usado ​​las gentes de este distrito desde tiempos inmemoriales, y que el valor de estos tubos o cuernos está en consonancia con la riqueza de la persona que los lleva, del mismo modo como las cadenas de oro y los anillos suelen tenerse por signos de distinción en Inglaterra. Cada parte del atuendo, que ya era usado hace 3.000 años, con todos los matices del color, desde la piel de tejón, o la sandalia, (Ezequiel xvi. 10,) hasta la diadema o turbante, todavía está en uso. Las mujeres, según creo, rara vez se quitan el tantour, y me han dicho que lo llevan incluso de noche. Una cosa relacionada con el tantour es particularmente digna de atención, y es que mientras algunas lo llevan oblicuamente desde la frente, como he descrito, otras lo llevan en la coronilla, y otras casi perpendicularmente. En el primer caso denota a una mujer casada, en el segundo una mujer soltera o joven, y el último una mujer casada con hijos. Así era con Ana, como se registra en 1Sam. ii. 1, 10. Cuando Samuel nació, ella dijo: "Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder [la Escritura usa aquí la metáfora cuerno] se exalta no sólo en mi cabeza, a pesar de que es una marca de honor entre las mujeres, (ya que muestra que Dios me ha bendecido con un hijo), sino— en el Señor, y eso es mucho mejor". La misma figura se utiliza en Sal. xcii. 10; cxii. 9, y en otros lugares. El grabado de al lado, aunque no exactamente igual a la procesión que vi, da una idea aproximada de la misma, así como del tantour» John Gadsby: My wanderings: being travels in the East in 1846-47, 1850-51, 1852-53, 1855.


La idea de que el tocado druso representara una tradición superviviente desde tiempos bíblicos deslumbró la imaginación de los orientalistas del siglo XIX. Las descripciones de tantours hablaban cada vez más de las citas bíblicas inscritas en los cuernos, y el tantour acabó entrando en la exégesis, los diccionarios bíblicos e incluso en los comentarios a la Sagrada Escritura.

La explicación bíblica del tantour y su habitual ilustración, en la entrada «PLAITING of the hair» del People’s Dictionary of the Bible, 1850.


El versículo 10 del Salmo 92 —«Pero tú exaltarás mi fuerza [cuerno] como la del unicornio [en otras traducciones: toro salvaje]»— lo explicaba así The comprehensive commentary on the Holy Bible, Brattleboro 1837, ilustrado con la imagen ya bien conocida: «Calle. la cita muestra el vestigio de una costumbre muy antigua, la del tantour o tantoura, usado por las mujeres drusas del Líbano. Imita la descripción del cuerno del unicornio, nota, Núm. 23,22. Munro dice: «estos ‘tantoura o cuernos’ son de oro, plata o madera. En general, las mujeres jóvenes ricas y presumidas lo llevan de gran longitud, recto desde la parte superior de la frente, mientras que las humildes, pobres o ancianas, lo colocan ladeado, mucho más corto y abierto al final como trompeta (cita, Job 16:15). Así, el magnificado cuerno sigue dando un mensaje de poder y confianza». Ramble in Siria, 1833.”

Esta explicación, a pesar de ser ingeniosa y atractiva, es por completo infundada. Los versículos bíblicos sobre los cuernos, como ha comprobado Két Sheng en el texto hebreo, se refieren todos a los cuernos de los toros y es una antigua expresión idiomática que nunca adoptó el Corán ni la tradición musulmana. Y sería inútil buscar la supervivencia de las tradiciones judías del Antiguo Testamento en una comunidad musulmana étnicamente árabe de origen persa del siglo XI. Con el desarrollo de la arqueología bíblica, a medida que los investigadores que llegaban a Tierra Santa dejaban poco a poco de compulsar cada una de sus experiencias sobre una fuente bíblica inmediata, el tantour también fue desapareciendo de la exégesis.

La primera imagen de esta entrada da fe también de lo mucho que los orientalistas se aferran a sus propias tradiciones. De hecho, en la vida real, esta vista, es decir un tantour sin velo, era inimaginable. Se explica porque la foto fue tomada en la Exposición Universal de 1873 de Viena, donde lo más importante era mostrar al público uno de aquellos tocados, no cubierto por ningún velo, de los que habían leído en los relatos de viajes de todo el siglo anterior. Pero esta vista imposible en la realidad fue inmediatamente canonizada por la página que muestra los trajes sirios en el voluminoso álbum de Braun y Schneider, Geschichte der Kostüme (c. 1861-1880), obviamente copiando aquella foto de Viena.


Tan oscuro como el origen del tocado es el origen de su nombre —obviamente, los dos problemas están conectados—. El árabe clásico desconoce esta palabra. Két Sheng sólo lo ha encontrado en el diccionario de árabe levantino (J. Elihay: The Olive Tree Dictionary. A Transliterated Dictionary of Conversational Eastern Arabic (Palestinian), s.a.)::

ṭanṭūr(a) = 1) gorro alto 2) capucha (de una chaqueta, etc.).

Esta palabra — en árabe طنطورۃ — es sospechosa, ya que contiene cuatro consonantes en lugar de las tres obligatorias: ṭnṭr. Esto ocurre generalmente en las palabras compuestas o en palabras de origen extranjero. Aquí probablemente se trate del segundo caso..

Mujer drusa, 1870s: tal vez sea una foto de Félix Bonfils, de aquí

Conocemos otras tres apariciones de esta palabra. La primera está en el ecuménico —cristiano - ortodoxo, anglicano, protestante, católico— Instituto Tantur, entre Jerusalén y Belén, cuyo nombre, según consta en su página web, significa «loma» o «altozano» en árabe. De hecho, el Instituto se encuentra en lo alto de una hermosa colina, con una vista excelente sobre el puesto de control palestino-israelí número 300, popularmente conocido como «Puesto de control Tantur».

Vista de Belén desde el Instituto Tantur, y del mundo desde el lado palestino del Puesto de Control Tantur.


El segundo es el nombre de la antigua aldea costera árabe Tantura —الطنطورة— destruida en 1948 junto con otras 300 aldeas palestinas por el ejército israelí. Ahora los kibutz Dor y Nahsholim están al lado de sus ruinas; el aspecto antiguo y moderno del lugar puede contemplarse aquí, aquí y aquí. Según la Wikipedia inglesa el nombre significa «colina» en árabe local, y la Wikipedia hebrea añade que este cerro era el local Tel Dor.


La tercera aparición de este nombre se encuentra en Jerusalén, en el valle de Cedrón. Aquí se alza un monumento funerario monolítico tradicionalmente llamado Tumba de Absalón, cuya lapidación ritual solía ser un programa ceremonial no sólo para los judios, sino también para los peregrinos cristianos medievales. En realidad el monumento no fue erigido hasta el siglo primero, y de acuerdo con su inscripción en griego recientemente descifrada por Joe Zias y publicada en Haaretz, los primeros cristianos veneraban en ella la tumba de Zacarías, padre de San Juan Bautista. En árabe se llama —inspirándose claramente en su forma— Tantour Pharoun, es decir, «el sombrero del faraón / rey». O, para ser más precisos, su tantour.



01 octubre, 2012

Luz

La Biblioteca Nacional Széchényi ha organizado una muestra del legado del sociólogo Zoltán Szabó —autor del magistral estudio La situación de Tard (1936), la primera monografía de investigación sobre un pueblo húngaro—, quien entre 1939 y 1944 organizó la «defensa intelectual nacional» contra el nacionalsocialismo, y que desde 1949 fue el editor húngaro de la BBC y de Radio Europa Libre. Paseamos lentamente entre sus libros, documentos y cartas organizados en pequeños expositores a lo largo de la pared de la sala de catálogos, y vamos reconstruyendo mentalmente su época y su carrera apreciando el rico material pieza a pieza, cuando de pronto algo destaca. Cinco fotos en la pared, cinco hermosas imágenes del legado cuya intemporalidad marca un fuerte contraste con la contextualizacion férrea de las que están abajo.


«La gran editorial Athenaeum sacó una serie de libros sobre la vida campesina húngara, y me contrataron por muy poco dinero para ilustrarla. ... En tren, a pie y en bicicleta recorrí toda la llanura húngara, y así pude familiarizarme íntimamente con los enormes problemas de mi feudal y opresivo país antes de la guerra» (Miklós Müller: La luz domada, Szeged, 1994).


Miklós (Nicolás) Müller (1913-2000), una de las mayores figuras de la historia de la fotografía social húngara ilustró varias monografías de investigación popular desde principios de la década de los 30, incluyendo la influyente Encantadora miseria, de Zoltán Szabó (1938). En 1938 emigró a Francia y finalmente se estableció en España. Fue allí donde se convirtió en un fotógrafo verdaderamente reconocido.


La primera exposición de su obra se organizó en Madrid en 1994, y en el mismo año se publicó una antología. El importante centro de fotografía húngaro Mai Mano Ház expuso sus obras en 2006, y el blog del centro recientemente ha editado una biografía y algunas de sus fotos.


Sobre sus álbumes españoles —de los que poseemos dos— escribiremos más adelante.